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Montanoscopia

Thomas Bernhard, Calígula Sánchez y Nadia Comaneci de los huevos

«Anticlimática vuelta de las vacaciones y aún más anticlimática vuelta a las librerías»

Thomas Bernhard, Calígula Sánchez y Nadia Comaneci de los huevos

El escritor Thomas Bernhard. | Wikipedia

1. Me he pasado agosto leyendo a Bernhard y solo a Bernhard. No en un búnker austriaco, sino en mi torreón costasoleño (prestado) con vistas al mar. También en mi silla de playa, a pie de playa, bajo la sombrilla. Me daba un bañito y luego seguía bañado en la prosa de Bernhard, o en la prosa en español que Sáenz ha hecho con la alemana, que desconozco, de Bernhard: ¡admirable prosa! Como ningún libro (salvo los teatrales) de Bernhard tiene puntos y aparte, ni líneas específicas para los diálogos ni ningún otro tipo de alivio tipográfico (¡ni sangrías siquiera!), leer cien páginas de Bernhard es leer cien páginas netas, como un lingote de prosa, de Bernhard. No sé cuántos cientos de páginas (no teatrales) habré leído este agosto de Bernhard, pero el macrolingote de su prosa me ha llenado el mes, con los únicos huecos, ajenos a la página, que le he impuesto yo en forma de bañitos. Aunque también en los bañitos me mantenía en la prosa de Bernhard, anidada ya en mi cerebro. Una prosa que milagrosamente no me hundía, sino que me elevaba: no ancla, pese a ser lingote, sino globo aerostático que casi me sacaba del mar.

2. Anticlimática vuelta de las vacaciones y aún más anticlimática vuelta a las librerías. Hojeo las novedades y todas (¡es el peligro de haberme pasado agosto entero leyendo a Bernhard, el Bernhard de Sáenz!) me parecen fofas. Indigencia prosística, vuelo gallináceo, pancismo, costumbrismo, autoayudismo, ¡entomología ideológica!, ¡sumisión al Gobierno! La novedad más destacada es la de Muñoz Molina, No te veré morir. Dice la contraportada: «una novela soberbia marcada por la musicalidad de una prosa que recuerda al mejor Bernhard». Sí, ¡un Bernhard gubernamental!

3. La política también aguardaba. ¡La anticlimática política española! Cuando he despertado del sueño de agosto, los resultados electorales de julio seguían ahí. La sana reacción del electorado al avance de la ultraderecha y la insana ausencia de castigo del electorado a un presidente como Sánchez. Solo que aquello era hipotético y esto tangible. Ahora las caliguladas de nuestro Calígula han sido aprobadas (o al menos excusadas) por el pueblo. Nos esperan caliguladas mayores, esta vez merecidas.

«El juicio moralista no solo aplasta el juicio estético, sino la propia percepción estética»

4. Justo después de las elecciones del 23-J, los bots sanchistas (quiero creer que espontáneos llevados por su fe sanchista y no enviados directos de Sánchez) nos replicaban a los descontentos con la icónica foto de Bardem en «Huevos de oro», pero con la cara de Sánchez en vez de la de Bardem, llevándose la mano a los huevos. De este modo, hicieron de Sánchez un pre-Rubiales. Con una diferencia: Rubiales se llevó la mano a los huevos y después la retiró, mientras que Sánchez aún no la ha retirado (de los suyos, simbólicamente). Y lo que queda.

5. El juicio moralista no solo aplasta el juicio estético, sino la propia percepción estética. Yo he querido mirar sin moralismo (de hecho, como un inmoralista a lo Gide) el ‘affaire’ Rubiales, más lo de los huevos que lo del beso. En lo de los huevos me fascina su impecable coreografía gestual, la exhibición de su elasticidad perfecta, su destilación purísima de lo español, con tanta potencia en su arte que se olvida de la presencia de la Reina y la Infanta. No se había visto una expresión corporal así desde Nadia Comaneci. ¡Rubiales es el Nadia Comaneci del llevarse la mano a los huevos!

6. «Efecto mariposa» lo ha llamado Yago González. El revoloteo de un beso y una mano llevada a los huevos en Sídney termina haciéndole perder su trabajo a un periodista cultural (político) en Madrid.

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