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Adiós a la izquierda, el Rubialito, nombres de mujer y Pumares

«Los adalides de la superioridad moral viven hundidos en la más abyecta y repulsiva inmoralidad»

Adiós a la izquierda, el Rubialito, nombres de mujer y Pumares

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Agencias

1. En mi pequeña historia personal, lo saben los lectores de mi artículo del jueves, la reacción de la izquierda a los crímenes de Hamás en Israel de hace ocho días marca el final de la consideración de mí mismo como alguien de izquierdas. Por tratar de preservarlo me he pasado años llamando a la izquierda que hay, que no tiene nada que ver conmigo ni con lo que yo consideraba izquierda, «pseudoizquierda». Pero se acabó. No hay más izquierda que la que hay, y la que hay está o a favor del pogromo del 7 de octubre o no lo suficientemente en contra. Los adalides de la superioridad moral viven hundidos en la más abyecta y repulsiva inmoralidad. ¡Fuera de ahí por mi parte! ¡En la dirección opuesta!

2. Perezón por el Mundial de Fútbol en España de 2030. Una supuesta inyección exaltante en el momento histórico más anticlimático. Les dije a los amigotes que la mascota debería ser el Rubialito: un muñeco calvo y larguirucho como Mortadelo que caminara llevándose las manos a los huevos y lanzando piquitos al aire… Pero el que el Mundial sea compartido con Portugal y Marruecos tiene su poética. Creo que la última vez que los tres países montaron algo juntos fue en 1578, el 4 de agosto concretamente: fecha de la batalla de Alcazarquivir. Allí fue donde desapareció el rey don Sebastián de Portugal y nuestro poeta (y capitán) Francisco de Aldana. Desde entonces los portugueses esperan al rey, pero los españoles no esperamos al poeta. Tal vez se presenten de la mano en la final, que debería ser, naturalmente, en Alcazarquivir.

3. Me pilla en Madrid la presentación del número de octubre de la revista «Letras Libres», que hacen Daniel Gascón y el historiador Juan Francisco Fuentes. Es en el acogedor bar María Pandora de Las Vistillas. Fuentes, al que David Mejía entrevistó hace poco, da una lección magistral sobre los intelectuales, la Transición, la amnistía… Es un hombre serio, que no sonríe, pero cuya seriedad no es hostil sino suave: y va a favor del discurso, porque le otorga gravedad a los temas. Luego, el revoloteo de las charlas con la copa en la mano: una de las formas chispeantes de la felicidad. Veo a amigos y amigas. Con las que hablo son portadoras de extraordinarios nombres de mujer: Pastor, Bavière, Nacarino, Puertollano, Mingo (¡cantar Mingo!).

4. El presidente en funciones recibe a la bruja del crimen. Se le ve perfectamente a gusto. La política española es un cuento de terror.

5. Mi afición al ciclismo me llevó a ponerme a José María García todas las madrugadas, en espera de los minutos que le dedicara a ese deporte, fuesen muchos como durante las grandes vueltas o pocos como en el invierno, en que a lo mejor solo decía que el Banesto se había concentrado en Sierra Nevada. Yo estaba obsesionado y me bastaban esos datos para mantener el hilo de mi pasión. A cambio, tenía que tragarme tremendas turras como la del (así lo llamaban) «caso Milla». Algunas veces me quedaba dormido con la radio puesta, pero algo me despertaba después: los gritos de Carlos Pumares a algún oyente. Aunque casi siempre apuraba el programa de García y desembocaba en la melodía del de Pumares, que recuerdan ahora las emisoras porque se ha muerto. Fueron muchas madrugadas, y todas raras. La época era rara. Ni sé cómo nos poníamos en pie a la mañana siguiente, con aquel trasnoche. Éramos bohemios recogiditos. La bohemia la pasábamos en la cama con los ojos cerrados, proyectada la imaginación con la voz de Pumares.

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