THE OBJECTIVE
José Antonio Montano

Contextualizando a veces

«La izquierda que monta aquelarres histéricos por torpezas machistas simbólicas ahora suaviza sus reacciones ante cuerpos femeninos descoyuntados»

Opinión
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Contextualizando a veces

Ilustración de Alejandra Svriz.

La deshonestidad brutal de nuestra pseudoizquierda (bueno, ya va siendo hora de llamarla izquierda a secas: no queda otra, y bien que me he resistido) se manifiesta como nunca en las ocasiones brutales. Aquí estallan todas las contradicciones de su sistema mental, ese chiringuito burdamente armado para darse solo ventajas. Pareciera que quisiera subrayar este carácter, quizá para que su arbitrariedad resulte más intimidatoria; o simplemente para que quede claro que es una arbitrariedad: o sea, que es ella la que dictamina, no sujeta a principios sino a la pura decisión (como mucho, a una estela de tics reconocibles).

Sobre el asunto propiamente de Israel y Palestina tengo poco que decir: no sé lo suficiente. Solo que estoy con Israel, por supuesto: el país democrático en el que hay mujeres libres; esas que bailan desinhibidamente antes de que los terroristas de Hamás las persigan, secuestren, violen o asesinen. Me parece esta una guía razonable. El resto, por mi lado, son especulaciones desde casa.

Especulaciones también sobre las reacciones de casa. Esa izquierda (ya no pseudo) de la que seguiré hablando en esta columna y esa parte de la derecha loca de belicismo, la derecha de los cojones encima de la mesa como gesto compensatorio por sus voces aflautadas: arrasar con todo es su ideal, como si fuera una solución. Israel tiene derecho a defenderse y ni siquiera se le puede pedir contención (¿quién le va a pedir contención después de lo que le han hecho?). Pero solución no hay ahí. Tal vez no la hay en nada. Yo estas cosas las contemplo con pesadumbre histórica y punto. Y con un radical pesimismo antropológico (¡tampoco soy el modelo!).

«La temible inquisidora de lo pequeño ahora ve sutiles atenuantes para asesinatos, torturas y violaciones»

Volvamos a la izquierda, que es la que está dando el espectáculo estos días, como suele. De pronto, a la gran descontextualizadora le ha dado un ataque de contextualización. La temible inquisidora de lo pequeño, la acusadora sin matices, la implacable perseguidora de minucias, la de los brochazos argumentales, ahora ve sutiles atenuantes para asesinatos, torturas y violaciones. La que monta aquelarres histéricos por torpezas machistas simbólicas ahora suaviza sus reacciones ante cuerpos femeninos descoyuntados. Y eso cuando no monta aquelarres histéricos (acabamos de asistir a uno en la Puerta del Sol) en favor de sus descoyuntadores.

La ideología es la peste. Esto ya lo sabíamos. No por ello nos terminamos de acostumbrar a su despliegue. La apisonadora de lo real, la desvirtualizadora, la tergiversadora, la infame trituradora. De la que participa, en la práctica, el partidismo sin ideología que se sirve de su retórica (la supraideología vacía, tal vez, el partidismo).

Nada de lo que ha ocurrido en Israel es comparable a lo que ocurre hoy en España, por nefasto que sea. Pero la izquierda sí es comparable a sí misma en lo uno y en lo otro. En ambos casos miente. Miente cuando acusa de fascista y nazi a todo el que le lleva la contraria. Miente cuando de una estricta manifestación en favor del esencial Estado de derecho, como la del pasado domingo en Barcelona, dice que crispa y confronta y es cosa de ultraderechistas (¡un saludo, Illa, vil filósofo corruptor de conceptos!). Miente en todo y con todo. Miente para hacerse con el poder y para mantenerse en el poder. Miente cuando acusa y miente cuando defiende. 

Y miente, como no podía ser menos, cuando un hatajo de terroristas asesinan a mansalva en Israel y entonces aparecen las contextualizaciones. Y ya no hay nazis, aunque maten judíos por ser judíos. Y ya no hay terroristas, no vayan a enfadarse los socios que se fotografían con terroristas y los jalean.

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