Yolanda Díaz y la pesca submarina
«Le pasó a Felipe y a los marqueses de Galapagar: mucha alfombra roja, mucho coche oficial, mucho chalé o mansión, y ya no sabemos lo que coño le pasa a los putos pobres»
La ministra es nuestra rubia morena, nuestra morena rubia, marisquera galleguiña, pescadera sin libranza, obrera de la cosa, tesón y tacón. No le ha importado la reciente coronación de Calviño en Bruselas, y la última bronca es lluvia fina sobre tierra mojada, amor y odio para siempre, besos congeladas, miradas largas, cortas, frías y calientes. Adiós, Calvi, adiós: eres la hostia pero aquí seguimos con el pico y la pala. El tributo a la banca, dados sus muchos beneficios, debe replantearse porque los tipos de interés son otros, ya no suben tan rápido, dice Calvi, pero Díaz es firme, el tributo es de carácter indefinido y, además, está recogido en el acuerdo PSOE-Sumar.
El único problema es que Calvi, Nadia Calviño, reina de Bruselas, aplaudida por medio mundo, es ya Comisión Europea por entero, y quiere seguir en eso, soplar a favor del viento nuevo. Díaz sigue bajo las galernas, con las botas chirucas hasta las rodillas, y arranca marisco con las uñas negras y los dientes blancos, sin ninguna corona y a pie de obra. La alfombra roja es la mejor arma para desactivar a toda izquierda posible, le pasó a Felipe y a los marqueses de Galapagar: mucha alfombra roja, mucho coche oficial, mucho chalé o mansión, y ya no sabemos lo que coño le pasa a los putos pobres. Es una burbuja de humo, con buenos caldos, donde todo se ve por el vitriolo. Calviño quiere revisar con la corona puesta, y eso ya no es revisar, sino empezar de cero. Calviño es ya BEI (Banco Europeo de Inversiones) y lo de ministra española queda como reina de fiestas de pueblo. La única situación que ha cambiado no son los tipos de interés sino la corona en la cabeza desnuda.
Díaz habla en latín (pacta sunt servanda: lo pactado obliga), y solo entiende lo que ve sobre el tapete verde, una inflación de aúpa donde el tijeretazo trae lechugas frescas al cesto. Los bancos han ganado un potosí este año, lo cuentan los medios de derecha y de izquierda, la cifra abruma, y un poco de rasca les viene bien. Díaz, por arriba, corta el bacalao, y por abajo es la que más pesca en los fondos abisales, bancarios y abismales. El bacalao fue el alimento básico en las penurias españolas, el más barato de cuantos se podían adquirir, bajo guerras y posguerras, al llegar a casa era siempre el patriarca de la familia el destinado a cortarlo y repartir las raciones. Respecto a la pesca submarina: Díaz mete en Sumar a todo Dios, se ve en Galicia, son de Sumar quienes antes eran de Podemos, el PSOE, el BNG y todas las tascas de albariño y ribeiro de la zona.
Fue Díaz quien se comió a las gritonas (Belarra, Montero) con patatas a las finas hierbas y sin despeinarse ni descalzarse. Fue Díaz quien mete en Sumar a Más Madrid, Comunes e Izquierda Unida. Todavía no tiene candidato para sus tierras galleguiñas (Alfonso Rueda sopla pero no suena, sopla pero no sabe si sorberá) pero da igual. Ella corta el bacalao y, con la cola en alto, dirige la orquesta que suena y toca en ese momento. Tiene amarrada a la banca por el ronzal y repite el dato sin echar un sorbo a la taza de sabroso ribeiriño: «La banca acumula 171.000 millones de capital, un 37 % más de lo que pide BCE». Lagarde está acojonada con Díaz. Lo dice bajo, por si se extiende, pero está acojonada. Díaz sabe que las entidades lo único que se plantean es repartir el exceso de capital entre los accionistas, por eso quiere venir a la mesa con la dolorosa, antes de que sus señorías visiten el mingitorio.
Los viejos teóricos económicos lo dicen con voz atiplada, entre Luis María Anson y Pere Gimferrer: «Un nivel alto de capital denota mayor solvencia pero puede ser ineficiente». El que más pesetamen acumula es nuestro Santander del alma, al que el BCE recomendó una ratio del nueve por ciento, al acabar el año, y está en el doce, también sin despeinarse. La banca española cumple holgadamente con las miras puestas y esos jurdós, ciento setenta mil millones obedecen a: Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja. Caixabank llega a un exceso de ocho mil millones, BBVA trece mil millones, Sabadell tres mil trescientos millones. Todo invita a la fiesta, a la comida de empresa, a los chistes blancos y a que Yolanda Díaz siga diciendo verdades como puños. El éxito de Nadia Calviño con sus nuevos galones será otro arcoíris para nuestro país de resentidos y envidiosos habituales. Ahí rara vez llega un español, a ver si enteran los de los silbidos, ajenos a esa ecuanimidad mínima y galante que obliga a señalar el mérito allá donde se produzca, sin sectarismos ni carnés ni egoísmos personales.
Díaz lo cuenta con música pop y viandas gallegas. Y es prensa, tipo Cinco Días, que no son Cinco Díaz, quien lo reproduce con estrambote: «En conjunto, los seis bancos cotizados acumulan unos 6.500 millones por encima de sus propios objetivos de capital. Y en algunos casos ya han anticipado remuneraciones extra para los accionistas, ya sea a través de dividendos o nuevas recompras de acciones». Yolanda Díaz remueve los «sachos» y «legóns», música de azada y bella muñeca, y pone sobre la mesa lo que hay: berberechos, almejas, navajas y longueirons. Es una mujer gallega cuya tumba o ataúd será el mar. El trabajador llano, el obrero al natural, está más cerca de lo salado de Diaz que de lo dulce de Calviño. Con pocos repartirá Calvi el turrón del BEI. Cuatro mil mariscadoras gallegas ponen alguna pieza en cada hogar español durante este mes. Las mejores son todas rubias, firmes, submarinas y con cojones.