'Yo capitán', ¿drama épico o salvador blanco?
«El largo y enrevesado viaje migratorio de dos adolescentes senegaleses que sueñan con Europa se convierte en un drama épico en la nueva película de Matteo Garrone»
Yo capitán es el largo y enrevesado viaje migratorio de dos adolescentes senegaleses que sueñan con Europa se convierte en un drama épico en la nueva película de Matteo Garrone.
El viaje del héroe
Sostenida por la impresionante actuación del actor novel Seydou Sarr, Io Capitano (Yo capitán) es una película que pretende ver el «problema de los inmigrantes» europeo desde el otro extremo del túnel emocional y geográfico, retratando las explotaciones, maltratos y torturas que se ven obligados a sufrir los subsaharianos que aspiran a llegar a Italia.
Mientras visitaba un campamento de refugiados en Sicilia, Matteo Garrone se encontró con la historia de un chico de 15 años que había sido obligado a capitanear un barco que transportaba a 250 personas a través del Mediterráneo. El muchacho no tenía ninguna experiencia de navegación y tampoco sabía nadar. Lo importante para los traficantes de personas, para la mafia que le había puesto al mando de la embarcación, era que el chico era menor de edad. Colocar a un menor en la cabina del capitán es una táctica que los traficantes de personas han empleado desde que los fiscales italianos comenzaron a utilizar leyes antimafia para arrestar a los timoneles de los barcos a su llegada a Europa. El capitán adolescente de la vida real en el que se basa la película fue encarcelado tan pronto como llegó a Italia y pasó seis meses en prisión. Con las nuevas leyes de Meloni, quizá ahora le caerían 20 años.
Impecablemente interpretada por el actor no profesional Seydou Sarr, un joven de 17 años extremadamente tímido, sin experiencia previa en actuación, pero apasionado por el cine y la música, que ofrece una actuación notablemente madura. Le acompaña Moustapha Fall, que también tenía 17 años en el momento del rodaje, y que, a diferencia de Sarr, ya había tomado algunas clases de interpretación en Dakar. Yo capitán narra la historia de cómo Seydou se abre camino con su primo Moussa desde su casa en Dakar hasta un puerto en Sicilia, en un viaje a través de miles de kilómetros que inevitablemente arrasa la inocencia infantil del protagonista.
Io Capitano es una obra fílmicamente impecable, minuciosamente compuesta, una aventura constelada de momentos de horror nauseabundo, pero también de belleza y gracia deslumbrantes. Formalmente es perfecta, no le pongo ningún pero. Es el contenido lo que me despierta dudas.
En la película Seydou no huye ni del hambre ni de la guerra. Vive en una chabola, cierto, pero tiene comida, tiene agua, va a la escuela y, sobre todo, disfruta de la más esencial de las comodidades: está rodeado de amor y seguridad. Su madre le ama, sus hermanas le adoran, sus amigos le admiran, en la comunidad le respetan. No le mueve la desesperación sino el ansia de aventura: alguien le ha dicho que en Europa se puede hacer rico y famoso. También le han advertido de que el viaje es peligroso, de que le robarán y le torturarán (lo que finalmente sucede), pero él prefiere escuchar los promisorios cantos de sirena de una utopía occidental que imagina a través de lo que su primo le cuenta.
Yo capitán comienza con una toma de Seydou mirando con cortés aburrimiento mientras sus hermanas menores se prueban pelucas naranjas, se trenzan el cabello y se pintan las uñas. No es la infelicidad lo que hace que él y su primo quieran abandonar sus hogares, sino el anhelo de algo más. «Europa nos está esperando», asegura Moussa a Seydou después de que sus mayores les advirtieran que el continente no será como lo es en su imaginación. «Los blancos te pedirán autógrafos».
Garrone ha manejado un presupuesto que le ha permitido un rodaje transcontinental, con un elenco de cientos de actores y de extras, y localizaciones marinas y desérticas de las que quitan el aliento, para transmitir la abrumadora inmensidad de la distancia recorrida. Los paisajes deslumbrantes nos dan a veces la impresión de que estamos asistiendo a un documental del National Geographic, pero no se confundan: la película es durísima. De hecho, yo estuve en dos ocasiones a punto de salir de la sala. No lo hice. Otros espectadores sí se fueron.
A Seydou le pasa de todo: le engañan, le torturan, le roban, le maltratan, le venden como esclavo… Pero también le ayudan en algunas ocasiones. Se encuentra con lo peor y lo mejor del género humano. Garrone nos mantiene en vilo hasta el último momento de la película, aumentando hábil y gradualmente el suspense mientras nos preguntamos qué pasará con Seydou. Si hay una pizca de esperanza en las escenas finales, una pequeña migaja, pero una no deja de pensar que ahora que Seydou finalmente consigue llegar a Europa quizá lo que le espera sea todavía peor que lo que hemos visto.
Conclusiones de Yo capitán
- Seydou es víctima en todo momento de mafias de traficantes de personas. Y estas mafias las dirigen africanos, no blancos. Hombres ( siempre hombres) que le engañan, le roban, le torturan y le explotan. Seydou pasa de mafia en mafia hasta llegar a la mafia libia. Las redes mafiosas han convertido a Libia en la principal ruta internacional del tráfico de personas, que nutre un multimillonario e inhumano negocio en el que cada migrante paga por jugarse la vida en el mar. Por primera vez me planteé (nunca antes lo había hecho) hasta qué punto al rescatar a los africanos que vienen en barcaza no estamos ayudando a que esas mafias se perpetúen. Ya he citado en alguna ocasión la frase de Baudelaire: el infierno está pavimentado de buenas intenciones.
- Y esto es algo que me pregunto a menudo. En los talleres de escritura expresiva encuentro cada vez más a personas cuya infelicidad se nutre de su frustración, de lo que hubieran querido tener. Hubieran querido tener un padre menos crítico, una madre más cariñosa, una pareja más apasionada, un trabajo más interesante… ¿Son conscientes, en esta sociedad consumista que te hace siempre aspirar a más, de que el simple hecho de contar con casa y comida aseguradas ya es un milagro, algo que no tienen garantizado millones de personas en el mundo?
Más reflexiones que me despierta la película
Por Misery lit, a veces también llamado misery porn, entendemos un género literario o cinematográfico que se centra en el trauma, el abuso físico y mental, la indigencia u otras pruebas sufridas por el o los protagonistas. Las obras del género suelen, aunque no exclusivamente, comenzar en la infancia del sujeto y muy a menudo implican sufrir algún maltrato, abuso físico o sexual, perpetrado por una figura de autoridad adulta. Estas historias suelen culminar en algún tipo de catarsis emocional, redención o escape del abuso o situación. Vamos, que la historia de Seydou cumple una por una con las reglas del género.
Othering, otredad, es un concepto relacionado que llama la atención sobre la ubicación social (posicionalidad) de las personas que el «otro» entiende como diferentes del otro, así como de las personas que el otro entiende como similares a ellos mismos. El paternalismo y la otredad a menudo se comunican a través de un lenguaje que implica diferencia, una distancia, una jerarquía. En esta película el director es blanco, burgués, acomodado. Los actores son negros y pobres. Y los espectadores, en general, vamos a ser blancos y burgueses (la sala en la que yo vi la película estaba llena, pero no había un solo espectador negro, ni creo que los senegaleses de mi barrio vayan a ver esta película en la vida).
El guion italiano de Garrone tuvo que ser traducido al francés y luego transmitido oralmente al elenco en wolof, el idioma más hablado en Senegal. Garrone sólo podía confiar en el sonido de las voces de los actores para saber si estaban actuando bien. Es decir: Garrone no habla wolof, apenas habla francés, no conoce bien Senegal, ni África, Garrone es un director italiano de procedencia burguesa (su padre era crítico teatral, su madre una fotógrafa prestigiosa) que nunca ha conocido la miseria. ¿Estoy yo segura de si el hecho de que sea un blanco acomodado el que dirige esta película es lícito? Y esto lo planteo para abrir debate, porque yo misma no sé situar la frontera entre usar el arte para visibilizar una situación y aprovecharse de la miseria y el drama de los demás para obtener fama, prestigio y dinero.
Sería un error, por supuesto, cuestionar la intención de todos los que desean combatir la pobreza, empoderar a las personas y apoyar el desarrollo personal de los demás. Pero no dejo de cuestionarme el paternalismo inherente tanto al rodaje como a la proyección. El paternalismo se refiere al acto de intentar ayudar y guiar , como lo haría un padre y muy a menudo sin ser invitado, a personas que el paternalista considera que necesitan ayuda.
El ‘salvador blanco’ como concepto se refiere a una persona privilegiada y bien intencionada que va a una parte menos desarrollada del mundo para hacer un buen trabajo en comunidades desfavorecidas. ¿No es eso acaso lo que ha hecho Garrone? El salvador blanco muy a menudo no proporciona a sus ‘salvados’ ninguna cualificación realmente útil (formación médica, por ejemplo), pero sí recibe algo a cambio. Posar «como una heroína» y rodeada de «pobres niños» en las fotos que publica en Facebook o Instagram, con la esperanza de conseguir el mayor número de ‘me gustas’ posible, por ejemplo. ¿Nos acordamos de la polémica protagonizada por Dulceida cuando posó en una de sus stories de Instagram con unos niños africanos a los que había regalado unas gafas de sol que a ella le pagaban por promocionar?
En twitter existe un perfil que tiene 50.000 seguidores (@nowhitesaviors), gestionado por por mujeres del este de África y que intenta concienciar sobre el paternalismo y la otredad de documentalistas, cooperantes y misioneros. Me pregunto qué pensarían ellas de la película. Creo que yo, blanca, con casa y techo asegurados, no soy quien para ofrecer conclusiones tajantes.
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