Escribir un cuento puede salvarte la vida
«Los cuentos dan forma a nuestras vidas e impulsan o impiden la realización de ciertos actos. No puedes decidirte a hacer algo si antes no lo has imaginado»
Si usted me sigue ya sabe que llevo varios años enferma. Incluso escribí un libro sobre el tema (se llama Lo hago por mí, puede usted buscarlo por internet). Me dieron todo tipo de diagnósticos, pero si usted es médico basta con que le diga que padezco asma, dermatitis atópica, esofagitis eosinofílica y dolores articulares para que usted deduzca qué es lo que me pasa. Tampoco me voy a extender sobre el tema porque es bastante complicado. En cualquier caso, empecé a vomitar hace unos cinco años. Al principio no era todos los días. Solo tenía que tener cuidado con no comer mucho, no tomar alcohol y no probar ciertos alimentos. Al final era a diario. Los últimos meses vomitaba todos los días, cada día. Comer se convirtió en una especie de ruleta rusa en la que nunca sabías lo que iba a suceder. ¿Vomitarías o no? Era como una película de suspense diaria. Como ustedes comprenderán, mi vida social se redujo considerablemente en un país en el que prácticamente todas las actividades sociales se relacionan con comer y beber. Yo tenía que comer muy, muy despacio y en cantidades mínimas, así que eso de quedar a comer o a cenar o a tomar cañas y tapas se había acabado.
La noche del 31 de diciembre estábamos 15 amigos en casa. Nos reunimos en la terraza e hicimos lo que ellos llaman «un conjuro». En realidad es una meditación guiada. Les pedí a todos que escribieran en un papel doce cosas que quisieran atraer y doce cosas de las que se quisieran librar. Yo no recuerdo bien que escribí. Más o menos todos los años escribo que quiero atraer lo mismo: dinero y amor. Antes nunca escribía «salud» porque no necesitaba escribirlo. Durante años mi salud me importaba bastante poco, no tenía intención de vivir muchos años, la verdad. Tampoco el dinero era particularmente importante para mí, porque no me faltaba . Yo vivía obsesionada con el amor.
Este fue el primer año en el que escribí sobre la salud y pedí que desaparecieran mis problemas de salud y volver a ser la persona que había sido. Seguro que escribí muchos más deseos, pero probablemente no los escribí desde el corazón, sino que simplemente mencioné esas cosas que escribes porque tienes que llenar el papel. Lo único que sentía que necesitaba de verdad en aquel momento era salud. (Cierto que también necesito amor, pero la salud va por delante: imposible disfrutar el amor o disfrutar nada si estás enferma).
El día 31 fue el último día que vomité. Recuerdo donde lo hice. En el patio del local en el que se estaba celebrando la fiesta a la que fuimos cuando dimos por terminada la que habíamos montado en mi casa. En aquel momento tuve la impresión de que era la última vez que iba a vomitar. No sé por qué lo pensé, no tenía ninguna razón para pensarlo.
Escribo esto un día 7 de enero. Llevo siete días sin vomitar, lo cual para ustedes no tendrá mayor importancia, pero para mí es un récord. Lo curioso es que durante estos días he estado comiendo chocolate, mayonesa, mazapán ,turrón, lasaña… Todo lo que tenía prohibido. Y he bebido. He bebido cerveza, cava, vino blanco. Se suponía que solo podía beber vino tinto, y con mucha moderación. De hecho, los últimos días iba probando alimentos prohibidos no porque me apeteciera, solo para ver qué sucedía. Imagino que en estos siete días he engordado los cinco kilos que perdí con los vómitos. En siete días no he vomitado una sola vez.
Supuse que quizá los medicamentos que me habían dado para la traqueítis bacteriana habían acabado con la esofagitis. Tengo un buscador académico y he estado navegando por papers relacionados con antibióticos y esofagitis. No, la teoría me dice que no tiene nada que ver una cosa con la otra. Puede que exista una explicación científica y si existe ya lo descubriré con el tiempo, pero de momento parece que simplemente escribí que quería curarme y me curé. Parece, repito. Yo soy tan escéptica como probablemente lo sea usted y sé que el hecho de que ahora mismo yo no encuentre una explicación lógica no significa que esta explicación no exista.
Desde que llevo trabajando en escritura expresiva me he encontrado varios casos parecidos. Una chica escribe exactamente la relación que quiere tener. Busca a un hombre que sea tranquilo, que nunca la trate mal, que comparta sus gustos, al que le gusten los animales. Describe sus cualidades espirituales con todo tipo de detalles. Al cabo de dos meses el hombre que había descrito aparece. Típicamente alguien escribe el trabajo que está buscando o la casa que desea tener. Y al poco tiempo encuentra ese trabajo o esa casa. Pero hay que decir que también se puso a buscar en InfoJobs o en Idealista. El caso más raro con el que me he encontrado (y eso lo sabe la gente que me rodea porque lo he comentado en muchas ocasiones) fue el de una mujer que escribió que deseaba que su madre se muriera y prácticamente a los dos días su madre falleció. Hay que decir que su madre estaba enferma del corazón.
En cualquier caso, y en mi experiencia, siempre que escribes lo que deseas y lo escribes en un momento en el que estás absolutamente convencida de ello, hay un tanto por ciento muy elevado de que suceda. ¿Magia? No necesariamente, aunque la magia está presente las 24 horas del día en las vidas de todos, la suya y la mía. Básicamente si uno se programa para conseguir lo que quiere, es más fácil que lo consiga. Si hablamos de la chica que encontró a su hombre ideal por ejemplo, lo cierto es que era una chica bastante atractiva en muchos sentidos y que el mundo está lleno de hombres. Bastaba con definir exactamente lo que quería para poder ponerse a buscarlo.
Los cuentos dan forma a nuestras vidas e impulsan o impiden la realización de ciertos actos. No puedes decidirte a hacer algo si antes no lo has imaginado. A esto se le llama historia dominante. Todos vivimos varias historias a la vez, cada día, y no podemos explicar nuestra vida sólo desde un punto de vista: todos nosotros vivimos vidas con historias múltiples. Pero si le permites a una persona concentrarse en una sola de esas narrativas y sentir que la está dominando, que es él o ella quien la escribe, entonces es mucho más fácil que se focalice en conseguir lo que quiere, o lo que necesita. Ya decía Pérez Galdós que cada uno de nosotros lleva en sí mismo una novela.
Los cuentos se han utilizado durante miles de años para entretener, informar, procesar experiencias y brindar una sensación de conexión. Pero también se han utilizado para curar. La sanación a través de la oración o a través de la magia siempre implica tener que escribir algo. Los hechizos y las oraciones religiosas se escriben y se transmiten oralmente. Y y prácticamente todas las religiones organizadas tienen un libro. Un libro en el que se contienen historias y parábolas que ayudan al fiel. Estamos programados para aprender a través de las historias. Paul Zak , uno de los fundadores de la neuroeconomía, autor del best seller La molécula de la felicidad, explica en su libro que escuchar un cuento (una narración con un principio, un desarrollo y un final) hace que nuestro cerebro libere cortisol y oxitocina. Estas sustancias químicas desencadenan las capacidades exclusivamente humanas de conectarse, empatizar y dar significado.
Los cuentos residen, literalmente, en nuestro ADN. Durante miles de años, la narración de historias fue la forma en que se compartía y transmitía de generación en generación información importante, e incluso vital. Por lo que nuestros cerebros están diseñados y cableados para procesar información a través de historias. Tiene sentido, entonces, que la escritura de cuentos sea una herramienta que se utilice con frecuencia en el espacio terapéutico. En Estados Unidos se les enseña al psicólogos y psiquiatras en formación el arte de crear y utilizar estas historias en su trabajo profesional. Por eso posible que usted haya oído hablar de los términos: biblioterapia, logoterapia, cuento terapéutico, terapia narrativa… Todas esas disciplinas están relacionadas con el arte de contar historias y sanar a través de ellas.
Los cuentos terapéuticos son, en definitiva, historias creadas con el objetivo de brindar esperanza, orientación y curación en torno a un tema concreto. Por lo general, estas historias utilizarán personajes y metáforas que reflejen la experiencia de cada persona, al tiempo que brindan suficiente distancia emocional para que quien escribe se sienta lo suficientemente seguro como para explorar los temas planteados en la historia. Uno de los objetivos de un cuento terapéutico es que quien lo escribe pueda identificarse y empatizar con el personaje y su experiencia. Y esto le va a proporcionar múltiples beneficios terapéuticos, entre ellos : un sentido de agencia, la convicción de que puede controlar lo que le está pasando; una sensación de sentirse menos solo con el problema al que se enfrenta; una validación de los propios sentimientos y experiencias y el vocabulario y el lenguaje que necesita para explicar sus propios pensamientos y sentimientos (a los que quizás no hayan tenido acceso antes).
Los cuentos terapéuticos también tienen como objetivo proporcionar ideas, orientación y apoyo que puedan ayudar a la persona que está en una encrucijada de vida a aprender nuevas estrategias de afrontamiento o a desarrollar un nuevo marco mental, una nueva forma de pensar sobre el problema al que se enfrenta. Los cuentos terapéuticos siempre terminan con una nota positiva, esperanzadora y feliz. Esto permite a quien los escribe imaginar, visualizar e internalizar la sensación de un futuro alternativo para sí mismo. Les permite experimentar los sentimientos de felicidad, el orgullo, el alivio e internalizar estos sentimientos. De esta manera, un cuento terapéutico crea una hoja de ruta hacia la curación o la resolución de problemas. El final feliz es el destino hacia el que ahora pueden dirigirse.
El lenguaje natural de cada uno de nosotros es el de la imagen y la metáfora. Por eso siempre conectamos mejor con una película que con una conferencia sobre el mismo tema. Por eso la película Liberad a Willy hizo muchísimo más por las orcas que todas las campañas de WWF. Los cuentos terapéuticos proporcionan una distancia segura del problema, lo que permite permanecer con los sentimientos y pensamientos difíciles el tiempo suficiente para comenzar a procesarlos, sin necesidad de estar atormentándose por ellos. Las metáforas en los cuentos terapéuticos pueden ayudar a crear nuevas vías neuronales en el cerebro; ayudar a quienes los escriben a replantear sus experiencias.
Decía Graham Greene que «escribir es una forma de terapia y algunas veces me pregunto cómo aquellos que no escriben o componen una pintan se las arreglan para escapar de la locura la melancolía, la ansiedad y el pánico que son inherentes a la condición humana». El propio Graham Greene sabía que escribir cuentos cura. Pero uno no necesita ser Graham Greene para escribir su propio cuento terapéutico.
Entre tanto, yo sigo contando los días que llevo sin vomitar.
Si usted quiere participar en un taller de culto terapéutico online no tiene más que escribirme a [email protected]
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