THE OBJECTIVE
Opinión

Sánchez contra los niños que ven porno

«El Estado acertadamente actuará ante los menores, porque muchos padres ni están ni se les espera en este desafío»

Sánchez contra los niños que ven porno

Ilustración de Alejandra Svriz.

Pedro Sánchez se ha anotado una victoria con el porno. Es una de estas frases que uno nunca habría imaginado escribir, pero aquí está, negro sobre blanco. El presidente del Gobierno acierta con su nuevo frente contra el consumo de porno en menores. Y bien está que sea específicamente en menores, que no venzan en el seno de los socialistas los defensores de la prohibición de la pornografía. La hemeroteca nos avisa de que la actual secretaria de igualdad del PSOE, Andrea Fernández, o la otrora vicepresidenta Carmen Calvo, mantienen, o al menos mantuvieron, una posición a favor de la privación total del porno. Aquí al menos, no se pone en tela de juicio al onanismo adulto, y sí el preocupante acceso de chavales que nunca deberían ver lo que todo Dios sabe que ven.  

El porno en los ojos de un niño es un problema. Y no por la creencia, cuestionable aunque repetida, de que todos los críos que visualizan pornografía son futuribles abusadores sin escrúpulos. Si así fuera la realidad, Nacho Vidal tendría que estar desde hace tiempo enchironado. Y si operase en la vida esa consecuencia de causa-efecto entre el porno y los crímenes de índole sexual, ¿por qué no prohibir los videojuegos donde se asesina, se descuartiza, se roba? Juegos que también consumen niños en sus cuartos durante horas. El porno es un problema para los infantes por las sufridas consecuencias para un crío de apenas 8, 9 o 10 años el ver, sin la suficiente madurez, videos que le traerán problemas en su concepción del sexo. Lejano como está el sexo, el que practica usted y todos, a lo que se ve en las páginas porno. Cómo comparar su punterazo en la pachanga de los domingos con el exterior de Luka Modrić. 

Dada en ocasiones la estulticia que abunda en la vida política patria, uno temía que se produjera con el porno un acto semejante al cometido por aquel miembro del PP que se fotografió cual niño en la fábrica de chocolate de Willy Wonka. Todo ello porque el por entonces ministro de consumo Alberto Garzón, quería batallar contra los nocivos productos de bollería industrial, en un país con un problema de obesidad infantil. El que era responsable de redes del PP, Ismael Sirio, posó con todo tipo de galletas, bollos, chocolatinas, todo sea por fastidiar a Garzón, se pensó. De momento, respiro aliviado, no consta que se haya hecho el ridículo de esa manera con el consumo de pornografía. No ha salido un senador de la oposición a pregonar, ufano, con que páginas porno se deleita. A lo Antonio Baños y su gusto por el japanese scat, los descuidos los carga el diablo. 

Y no hay necesidad porque este debería ser un asunto de estado. Niños de entre 9 y 11 años que, generalmente de manera accidental, se encuentran con contenidos pornográficos. El porno encuentra a los niños, y no al revés. Pero los críos ya se quedan. Casi el 50% de los menores de 15 años reconocen haber visto, y que ven porno. Y esto, que debería haber sido una misión de los padres, controlar lo que ven sus hijos, se ha visto errada. El Estado acertadamente actuará con paternalismo ante los menores, porque muchos tutores ni están ni se les espera ante el desafío tecnológico. Desafío por el buen uso, aclaro. Padres, tenga por seguro que los habrá, que claman—oh, qué escándalo— porque a su hijo le enseñan educación sexual en la escuela, y luego permiten que su vástago tenga una pantalla durante horas como compañía. Miren el dominio de los móviles que tiene un crío, acojona. 

Atina Sánchez en este asunto, sí. Porque no cae en las fobias de la izquierda más puritana, de la escuela Irene Montero o Carmen Calvo, con la cantinela de prohibir el porno. Porque un adulto funcional es capaz de discernir la realidad de la ficción. Como distingue entre una peli de Tarantino y una pelea en su calle. Y porque no es quien el Estado para delimitar con que se tocan los españoles, ni que fuéramos Irán. Los deseos son cosa íntima, aunque San Google nos desnude de vez en cuando viendo lo que buscamos. Debería el PP sumarse a esta proposición, incluso Vox, ¿por qué no? Todos de la mano contra el consumo de porno en niños. Que no deja ciego a ningún chavea, a pesar del mito que atemorizó a algún que otro inocente. Pero que puede quebrar su infancia, sagrada infancia. 

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