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Opinión

La zozobra de Sánchez en el caos de Armengol

«Esta generación de políticos no quiere entender que la economía real no trabaja como ellos, a salto de mata»

La zozobra de Sánchez en el caos de Armengol

Ilustración de Alejandra Svriz.

Permítanme que les haga una pregunta. ¿Se imaginan que una junta general de una empresa se celebrara con el caos que la señora Armengol organizó el pleno del miércoles? ¿Se imaginan que un presidente de una empresa manifestara su zozobra personal ante los socios que deben aprobar sus cuentas generales o sus planes estratégicos, de la manera que la evidenció el señor Sánchez? 

«Algunos convierten el error en una obligación: como se equivocaron al comienzo creen que por constancia hay que continuar. […] Por eso su imprudencia inicial se convierte a los ojos de todos en necedad». (Baltasar Gracián, El arte de la prudencia, 1647). Si no fuera porque los periodistas estamos sujetos a unos requerimientos editoriales, entre los cuales está la extensión, podría acabar con esta cita gracianesca de uno de mis libros de cabecera. Mejor y más claro no se puede decir.

Es un insulto a la inteligencia más común pretender que el resultado de penalti en el último minuto justifica todo lo que tuvimos que soportar el miércoles en el Senado okupado por los diputados. Fue un vodevil de entradas y salidas del pleno, con o sin teléfono móvil a la oreja, protagonizado por ministros y diputados. Y, por si fuera poco, un sistema de votación descoyuntado que dudo que lo acepten ni siquiera en la Nicaragua de Ortega, aunque los servicios jurídicos de las Cámaras han tragado con ello.

En este entorno, comentar el contenido de lo aprobado y de lo rechazado casi carece de valor, salvo para explicar que los decretazos de la legislatura anterior exigen nuevos decretazos para hacer permanentes o para desechar las normas que se adoptaron entonces. Así pues, la cadena de despropósitos procedimentales y jurídicos tiende a perpetuarse como la necedad que invoca Gracián.

En una semana en la que varios institutos y analistas han comentado con cierta alarma la caída de la inversión tanto nacional como extranjera, las crónicas de lo ocurrido en el pleno del miércoles serán para espantar a posibles nuevos inversores. Ni el reclamo de la rebatiña de fondos europeos es suficiente para sacudirse la negra sombra de la improvisación y la incertidumbre. La política está para resolver problemas, no para crearlos.

Esta generación de políticos no quiere entender que la economía real no trabaja como ellos, a salto de mata. La economía real hace planes estratégicos, que se desarrollan por fases de corto, medio y largo plazo. Mover continuamente el tablero a impulsos de socios ultraminoritarios y sectarios es jugar con fuego. Los inversores y los empresarios (condición que tantas veces coincide) no están para seguir los amores y desamores de los políticos como en un melodrama turco.

El marco jurídico y procedimental de la actividad económica tiene que ser estable, permitir riesgos calculados y evaluables, madurar inversiones, facilitar investigaciones, aplicar principios de gestión comúnmente aceptados, establecer negociaciones sosegadas y eficaces. La actividad económica no es sincopada ni azarosa, sino que la continuidad es un valor inestimable. Es decir, todo lo que este Gobierno ni el anterior han sabido preservar.

No es por ignorancia por lo que el señor Sánchez y su gobierno trastocan estos principios consagrados en los países más avanzados del mundo. Es por mezquindad, por estrechez de miras. Ni siquiera sienten el menor respeto por sus compañeros de banco azul. El presidente, contaba un diario gubernamental, salvó sus decretos, pero Díaz perdió el suyo. O sea, que los famosos decretos no eran del Gobierno que los aprueba, sino de una facción dentro del Gobierno.

Para colmo de despropósitos, los partidos de la derecha sofronizados por Sánchez (PNV y Junts) quieren que se impongan sanciones a las empresas por cambiar sus sedes a regiones en las que no exista la inestabilidad crónica provocada por el separatismo. ¿Cree alguien que se puede llamar gobernar a estos embrollos, cabildeos y trueques entre despachos enmoquetados?

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