Un festival de tetas y zorras
«Todo lo que podría restar acaba sumando: son las cosas de estos tiempos en los que el ruido importa más que la música»
Como los fantasmas de Poltergeist, las canciones del Benidorm Fest «ya están aquí». TVE ha conseguido en tiempo récord que el concurso sea la cita musical de la temporada, la estrella de la conversación social gracias al fenómeno por el que todo escándalo, lejos de afectar a la reputación del certamen, solo agranda su popularidad: los líos del voto del jurado, esa cosa amorfa del voto demoscópico (¿quién se habrá inventado semejante mojón?), los fallos de sonido, los cambios de presentadores en cada edición… Al final, todo lo que podría restar acaba sumando: son las cosas de estos tiempos en los que el ruido importa más que la música. Todo forma parte del espectáculo, pero han acertado al crear uno a la altura de las circunstancias.
Algunos de los artistas seleccionados cada año intentan jugar con la provocación porque, como bien sabemos, eso vende: el caso de Rigoberta Bandini con «Ay, mamá» fue paradigmático. Para la puesta en escena contaba con una enorme teta presentada como un globo terráqueo y la letra de la pegadiza canción -convertida finalmente en todo un himno- hablaba, precisamente, del miedo a los pechos desnudos de la mujer. Que mostrara uno al final de la actuación en caso de representar a España, «al estilo Delacroix», era el miedo de los organizadores, pues corríamos el riesgo de ser descalificados siguiendo las normas de la UER, la Unión Europea de Radiodifusión. No dejar de ser curiosa la paradoja de presentar una canción que reivindicaba el derecho de las mujeres a mostrar sus tetas, y quedar fuera del concurso por ello, cuando en esos mismos escenarios hemos visto hombres a pecho descubierto y nadie les ha regañado por ello.
Este año, el escándalo viene de la mano de los alicantinos Nebulossa. Su canción, «Zorra», fue la favorita de la primera semifinal y, pase lo que pase en la gran final del sábado, es la canción que más va a sonar este año en verbenas y discotecas, la que vamos a cantar a grito pelado con dos copas de más. Será sin duda la canción del verano. Dispónganse a repetir «zorra» hasta 40 veces, porque son 40 las zorras que caben en apenas tres minutos: «Si salgo sola soy la sola soy la zorra. Si me divierto, la más zorra. Si alargo el día y se me hace de día, soy más zorra todavía».
¿Y qué dice la censora UER de algo así? Pues hay dudas. Los compañeros de El Periódico de España han preguntado a la organización. La respuesta: «Las reglas establecen que la letra y la interpretación escénica deben adaptarse a la filosofía del concurso, un programa de entretenimiento de alcance internacional en horario de máxima audiencia que no debe contener elementos que puedan desprestigiarlo. Examinamos cada propuesta para garantizar que cumple con la normativa». Quedan fuera los insultos, el sexo y la política.
A lo largo de la historia de Eurovisión son muchas las canciones que se vieron obligadas a cambiar la letra de las canciones antes de llegar a la final. Incluso las españolas: una tan inocente como el «Chiki Chiki» tuvo que cambiar sus alusiones a Hugo Chávez, Zapatero y Mariano Rajoy por Pau Gasol, Javier Bardem y Pedro Almodóvar. Y a la UER no le gustan las palabrotas: el sueco Robin Bengstsson se vio obligado a cambiar «I can’t go on when you look this fucking beautiful» por «I can’t go on when you look this freaking beautiful». Lo de «jodidamente bella» no les sonaba bien. Como los «cojones» de Männeskin en «Zitti e buoni», que se convirtieron en «errores». Y «¿de qué pollas hablas?» en «¿de qué cosa hablas?». Con estos antecedentes, ¿cómo les sonará lo de «zorra» a esos señores tan antiguos? Veremos si se escandalizan o entienden el planteamiento de los artistas españoles.
Porque la zorra de Nebulossa es una criatura empoderada. No es un insulto: es el femenino de zorro en esa acepción de la RAE que se refiere a astuto, taimado, pícaro, cuco. Es una palabra a reivindicar, porque normalmente el femenino de zorro nos lleva por caminos más tortuosos que no son por los que quiere transitar el dúo de Ondara que tiene todas las papeletas de ganar el Benidorm Fest este año. Esa zorra a la que cantan es libre e independiente, no responde a un patrón, se ha repuesto de mil heridas y se enfrenta a la vida sin miedo, va de cara, luchando por lo que quiere. Es una auténtica zorra. Y se nos llena la boca al cantarla, porque no hay estribillo más pegadizo ni palabra más contundente.
Venga, zorras, a bailar.