La prórroga presupuestaria es incómoda, pero no es un drama
«No digo que con unas cuentas prorrogadas vayamos a vivir mejor, pero así la Administración tendría que contenerse»
En los próximos meses habrá que señalar con un color llamativo los miércoles del calendario y en vez del santo del día recordar que habrá sesión de circo, con sus leones estupefactos, sus payasos, sus volatineros y funámbulos, sus magos y escapistas y el inevitable ¡más difícil todavía! Ya llevamos dos sesiones con gran éxito de crítica y de público en el Congreso. Si esto sigue así, me parece que las cadenas de televisión tendrán que revisar sus parrillas de los miércoles.
La situación que se plantea apenas tiene otra salida real que la disolución de las Cámaras y afrontar unas elecciones generales que podrían coincidir con las elecciones al Parlamento Europeo. Todas las soluciones intermedias o no son verdaderas soluciones, sino huidas hacia adelante, o están trufadas de peligros políticos, económicos y sociales, en un año en el que la incertidumbre internacional adquiere tintes dramáticos.
Se ha consumido ya el primer mes del año y por no haber no hay ni proyecto de Presupuestos Generales del Estado (PGE). Visto el contexto y los compromisos de todo orden contraídos por el Gobierno, podría ocurrir que mejor que se prorroguen indefinidamente los del año pasado. De momento, en algo saldríamos ganando. En que el techo de gasto no crecería el descabellado 9,3% que avanzó el Gobierno y en que el ministro Escrivá tendría que aplazar sine die su intención de ampliar el número de empleados públicos en 100.000 este año, que ha sido el mismo truco ya utilizado en 2023 para adecentar las cifras de paro
Alguien podría preguntarse si el recorte de gasto que de facto impone una prórroga presupuestaria no sería un freno definitivo para mejorar las expectativas económicas. Yo respondería a eso que la gran incógnita económica de este año no depende del Gobierno español, sino de lo que decida y cuándo lo decida el Banco Central Europeo sobre los tipos de interés.
A esa interrogante se añaden otras que tampoco puede resolver el Ejecutivo de Sánchez, como la evolución de los conflictos armados de Ucrania y Oriente Medio, con una influencia inducida en la inflación y otros desequilibrios internos, o la atonía en los principales clientes de productos españoles, que vienen frenando seriamente nuestras exportaciones, que han tenido un auge providencial en pasados ejercicios.
No voy a decir que con unos PGE prorrogados vayamos a vivir mejor, pero sí creo que las Administraciones Públicas se verían obligadas a administrarse mejor, a reducir miles de millones en gastos que se les escapan entre los dedos en forma de subvenciones, organismos inútiles, fundaciones que no son tales, empresas con pérdidas crónicas y demás artilugios de los que se valen para satisfacer cada una a sus paniaguados. Esto concierne a todas las administraciones y a todos los gobiernos, tengan la coloratura que tengan.
Véase el caso del responsable de economía del PP, Juan Bravo, ofreciéndose a algunas negociaciones con el Gobierno para que las comunidades autónomas puedan tener un mayor déficit que el que les asigna el Ejecutivo, en orden a cumplir las renovadas exigencias europeas. Si el PP pelea por poder incurrir en más déficit, qué no harán los partidos de izquierda y los separatistas.
El Gobierno solo puede zafarse de la presión insoportable de los separatistas cambiando de alianzas (que es evidente que ni quiere ni puede hacerlo) o prorrogando los presupuestos y convocando elecciones allá cuando las europeas. Una decisión dolorosa, pero genuinamente patriótica.