Mucha agua de lágrimas
«Pere Aragonés llora vino, porque agua no tiene, y pide a la ministra que mande barcos desde la desaladora de Sagunto»
Pere Aragonés pide ayuda en el lenguaje mismo de las olas. Cataluña, progresivamente, se seca y desertifica. El Estado español, la España que nos roba, la nación de la que quieren separarse, ya no es el monstruo opresor y tiene que hacer las veces o los saldos de ángel custodio. Pere Aragonés llora vino, porque agua no tiene, y pide a la ministra que mande barcos desde la desaladora de Sagunto. El riego de supervivencia, mejillas abajo, ramblas abajo, es un grito en los ojos espantados. El Estado opresor, la España mala, tiene que correr en la ayuda de quienes la mancillaron sin respeto.
Pere Aragonés espera ahora la «máxima colaboración» desde Madrid. El ruego incluye desalinizadoras, desaladoras y barcos enteros con rumbo a la Cataluña que no quiere ser España. En situaciones límite, en problemas graves y acuciantes, el globo del independentismo pincha. Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica, está de acuerdo con lo de los barcos, y ya calienta su teléfono rojo desde el desierto. Tiene gracia y bemoles lo de David Mascort, conseller de Acción Climática: «Los barcos deberán venir de cuencas que no son responsabilidad de la Generalitat sino que son del Estado. Desde desalinizadoras que están fuera de Cataluña y, por tanto, son responsabilidad del ministerio. En este sentido, esperamos máxima colaboración». El independentismo catalán sufre el amarillo de su propio desierto. «El amarillo es el color de los locos», dijo Josep Pla. La tierra es suya pero el agua es de todos. Tiene bemoles pardos el asunto.
Quien suscribe estas letras vivió una temporada, fines de los noventa, en la Plaza Real, pisazo enorme y con terraza, el célebre bar Glaciar abajo, el Jamboree en la otra esquina (último bastión del jazz y la música negra de los listos), el Pipas Club al lado. La vivienda pertenecía a un millonario, que fue editor mío, y quien entre otros negocios financió la cocina de Adriá, gozaba en Cadaqués de casa con embarcadero, era heredero de la colonia Nenuco, le tocó la lotería tres veces y los Barceló que compró en los ochenta le hicieron más rico aún. Jamás en todo el entorno de la Plaza Real en aquellos años tuve problema alguno para comunicarme con el personal en castellano, reír en castellano, beber en castellano y vivir completamente ajeno al catalán. Corazón de la ciudad, junto a las Ramblas, almendrita del Gótico, una maravilla. La pota la fueron calentando con posterioridad y una rivalidad con España que nadie entonces vivía como tal, yo jamás la vi. Una burra, la del independentismo full, que había que vender porque era todo un negocio.
Teresa Ribera acude predispuesta, genuflexa y soportando este mitin de caraduras que siguen en plena jactancia y vanidad iracunda. Dice Aragonés: «Actuaremos conjuntamente y con responsabilidad todas las administraciones en este momento de dificultad». Le faltó poco para anunciar que se muda a Sagunto, que la desalinizadora de Sagunto es la nueva sede de su república chirigotera y full, que Carlos Mazón es un hermano y le mandará todo el agua imprescindible para volver a llorar por una nación sobrenatural, fortísima y de cuento de hadas. Cataluña ya es el Ebro que, por medio del sistema ATLL, trasvasa agua aunque ella misma se quede mas seca que la mojama (hace ocho años, cuando Pere se bañaba con los patitos de goma, la cuenca del Ebro tuvo severísimas restricciones por culpa de una interminable sequía cuya amenaza sigue ahí). Otro chiste es cuando se le pregunta por la pasta, por la falta de inversiones en el pasado, por su completa ausencia de previsiones. Explica nuestro experto jugador de baloncesto de medio metro: «Si nos ponemos a mirar atrás, aquí podríamos repartir responsabilidades entre quienes han estado más tiempo asumiendo la gestión del agua». Es inaudita la cara de este tío.
El problema no es que Pedro Sánchez sea rehén de sus socios de Gobierno, quienes le zancadillean y estorban para su propio mando en plaza: el asunto es que son todos unos ladrones. Hasta para pedir ayuda gastan soberbia y chulería. Tanto ha sido el hilo que se le ha dado a la cometa que más crecidos no pueden vivir. No descabalgan de su chantaje permanente. Desconocen el buen tono, las buenas formas y el agradecimiento llano. Son cuatreros y ahora levantan la bandera del equipo compartido, vivir para ver: «Mi trabajo es mirar hacia adelante, saldremos adelante. Mirar hacia atrás no nos soluciona la sequía e interpelo a las fuerzas políticas a seguir trabajando con responsabilidad porque el primer objetivo es superar todos juntos la sequía». Alucinante.
Salvador Illa es otro que corre al silbido de Aragonés, mascota bien adiestrada, mayordomo dispuesto y obediente. Aragonés subraya, en su eterno juego de cubiletes, la estupenda colaboración que puede establecerse ahora con el Ministerio para la soñada Transición Ecológica. Parece un chiste pero añade sin el menor rubor: «Además, tenemos una apuesta clara por la regeneración del agua, con lo que estaremos más preparados de cara al futuro y lo haremos sin alterar los criterios europeos de que no puede haber trasvases entre cuencas». Todos son flores, todo son palabras bonitas, también para Europa. Es la recogida sin siembra, es la política del sable, lejano a cualquier vergüenza o derrota. Pere Aragonés necesita otra agua, la de sus lágrimas, para limpiarse ese rostro y reconocerse por fin en el espejo. Nos cansamos de salvarle siempre el pellejo. ¿Cuánto resta para el siguiente sablazo?