THE OBJECTIVE
Opinión

Francina, el dedo en el culo

«El fútbol pierde su esencia y extravía valores y principios cuando un idiota no ve la luna porque mira con el dedo delante»

Francina, el dedo en el culo

Francina Armengol. | Europa Press

Responder ante el juez y no frente al pelotón de fusilamiento es norma básica de convivencia democrática, como lo de primero preguntar y después disparar. No a la inversa. Las reglas son esenciales, como las 14 del fútbol, aunque los encargados de administrarlas terminen por convertirlas en un descalzaperros de tanto manosearlas y añadir herramientas que, como el VAR, sólo contribuyen a la confusión porque no arranca sin la mediación del hombre. La intervención de los árbitros en la sala VOR no es ayuda sino obstáculo, enemigo en vez de aliado. Luego habría que replantear su utilidad. Mejoró la deportividad dentro del campo con las tarjetas, amarillas y rojas, implantadas en el Mundial de México’70. Ahora planea la azul (diez minutos de expulsión para el amonestado). También fue un avance derribar las vallas, instaladas en la temporada 76-77 en los campos de fútbol españoles. Las últimas cayeron en 2011, precisamente en casa del Rayo, donde el pasado lunes en el partido contra el Sevilla a un gamberrete se le ocurrió meter el dedo en el culo a Ocampos cuando iba a sacar de banda. El jugador se contuvo, avisó al árbitro y hubo aficionados que se acordaron de su madre. Otros rieron la estúpida gracia.

El fútbol pierde su esencia y extravía valores y principios cuando un idiota no ve la luna porque mira con el dedo delante. Sí, precisamente el dedo. Habría que trasladar a ese imberbe de Vallecas el consejo que le dio Gerry a Tommy (Blue lights): «La vida ya te traerá bastantes desgracias, chaval. No hace falta que vayas a buscarlas». Se va a quedar una temporada sin fútbol, por imbécil. Tampoco estaría de más que cuando en instancias superiores mete la pata quien lleva la batuta le caiga una larguísima temporada en el congelador, como al tontito. Ocurre, sin embargo, que en las alturas son tan atrevidos que desautorizan a jueces y fiscales y promueven leyes para matrimonios de conveniencia desde Madrid a Waterloo sin moverse de la Carrera de San Jerónimo. Es tal la osadía que, sin pestañear, dicen a la RAE cómo se tiene que hablar. ¡Enseñar Lengua a los Académicos! ¡Qué fuerte, Francina, otro dedo en el culo! Leo en ABC que Armengol va a repartir entre sus señorías el manual: «Recomendaciones para el uso no sexista del lenguaje en la administración parlamentaria». Para los académicos, semejantes admoniciones además de incoherentes son autocráticas. En román paladino: ¡absurdas y bananeras!

Nos molesta lo insustancial y transigimos con lo trascendente: ¡traductores en el hemiciclo! Que Enrique Cerezo llame Bilbao al Athletic Club es una ofensa, imperdonable si quien se «confunde» es Simeone «porque lo dice para molestar». In illo tempore el Deportivo era el Coruña, el Sporting el Gijón, el Racing el Santander y el Athletic el Bilbao. Fue en la temporada 79-80 cuando Javier Clemente me advirtió del error. Era la víspera de un Castilla-Bilbao Athletic, estábamos sentados en el banquillo de la Ciudad Deportiva, le entrevistaba para el YA porque era la sensación de los jóvenes entrenadores de la época y me corrigió, sin acritud: «El Bilbao es el Bilbao Athletic que yo entreno, y al que aspiro a entrenar algún día es el Athletic, el Athletic Club». Seguí su ejemplo frente a compañeros y aficionados, para quienes era «Bilbao» el nombre extendido más allá de la frontera de Vizcaya, de cuando el equipo de Iribar despertaba simpatía y admiración en tantos rincones de España. 

Las hordas de haters, que son como la gata Flora, empezaron a caldear el ambiente cuando el Cholo dijo «el Bilbao» , adrede o sin querer, chi lo sa, y acto seguido Cerezo recordó que cuando él llegó al fútbol era «el Bilbao», no el Athletic; restó importancia a la polémica y desvió la atención hacia el rival con un «arrieros somos…» por no acceder a retrasar 24 horas el partido del Metropolitano. Después Reinildo hizo penalti a Prados, Berenguer lo transformó y con 0-1 terminó la contienda, hasta el asalto definitivo (29 de febrero, 21.30) en San Mamés, único campo donde abucheaban a Iniesta en cuanto tocaba la pelota. Si con «san Andrés» hicieron casus belli, con el Atleti de Simeone, el mismo que clavó los tacos a Julen Guerrero, no habrá piedad. Sube el nivel de intensidad de la Copa. Será «más fácil romper los malos hábitos que enmendarlos», dejó escrito Quintiliano, pero en el «Bocho» ni perdonan ni olvidan; descubrieron a los arrieros antes que Cerezo y no hay Francina que les tuerza el dedo. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D