Muchas ideas y ninguna buena
«Díaz fue la gran perdedora. Tus paisanos con la cabeza llena de ruido, de mucha niebla, por el ruido de la túrmix»
Uno va en busca de la idiosincrasia gallega, de los comicios gallegos, de la resaca del ruido del día. Yoly, Yola, Yole fue la gran perdedora. No la votaron ni sus paisanos gallegos. Uno pregunta al Doctor Google por los mayores bares de trueno en Santiago, elige con el dedo un número al azar, marca y se viste de encuestador para «Sygma69», así lanza el interrogante con esfuerzo de morder mucho y aguantar la risa: «¿Usted por qué no votó a Yolanda Díaz?». «Mire, oiga, es que esa señora nos llena la cabeza de ruido. Tiene muchas ideas y ninguna buena. Cada semana nos cuenta una y no cumple ninguna. Lo que tiene que hacer es cumplir la anterior». «¿La anterior es la de la semana pasada?». «Claro, oiga, esa misma, esa».
Lo cantaron Alberti y Paco Ibáñez: «A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar». Los socialistas presentaron a un muerto (Besteiro), gastado, muy mayor, que estuvo y se fue, que vuelve y no está, que ríe a la mitad y llora a la otra mitad, que quiere y no puede, que le conocen y no. Feijóo se mantuvo, ganó pero se mantuvo, del trono ya tenía las patas y el frontis, la gente votó Rueda porque no había Ribeiro ni Albariño.
La gran triunfadora fue Pontón, que subió una barbaridad, curiosamente la más joven de todos, porque el gallego sabe que apostar por la juventud es lo moderno, y entre todos se pelean mientras abrevan y agitan los blancos del país, si el nacionalismo es de izquierdas o de derechas, si Pontón es «fachosfera» o «progrelandia», si con Bildu hay boda larga o romance a media luz, si el nacionalismo es eso mismo, joven o mayor, una chica que dice cosas muy pasadas de moda o una vieja que está dentro de una chica diciendo cosas muy modernas.
«Pontonizar» era cambio, hacer historia, no sé si «España nos roba», no sé si freno al éxodo juvenil gallego, no sé si industrializar Galicia, no sé si mejor campo y agro tecnológico (cabras con GPS para que no tiren al monte y pastos con grano negro de Colombia, sin narcos, para que las vacas den por las ubres café con leche). Pontón era no votar al PP y al final la votaron los que no querían PSOE ni viejorrerías.
Yola, Yoly, Yole fue la gran perdedora. No te votaron ni en tu casa. Muchas ideas y ninguna buena: tus paisanos con la cabeza llena de ruido, de mucha niebla, por el ruido de la túrmix. Nada, cero, ni un escaño, ni un sillón, ni una rueda. La gallega rubia es ya una especie en extinción por los cielos de Rosalía, Cunqueiro, Camba, Pardo Bazán, Valle, Cela, Wenceslao Fernández Flórez, Blanco Amor. El canto del cisne (gallego) consiste ahora en contar por todo Madrid que «somos imprescindibles». Desaparecemos al norte y al sur, pero en el centro tendemos nuevamente la mano, aunque nos la dejen colgando, porque la fiesta no está para trompeterías.
Elecciones gallegas y vascas, a continuación, serán el cronometro de Sánchez, con mucha gleba gritando por los mostradores llenos y toda la guerra de las barras mojadas que el partido no es solo él. Que hay más partido, y socialismo, que Sánchez. Yola, Yoly, Yole mira al horizonte con forma de guadaña de sus paisanas y paisanos, a los que Fortes por RTVE tanto dijo: «Boa noite y sentidiño». El pueblo contestó: «Sentidiño» pero no garrafón. Muchas ideas y ninguna buena. Uf.
Es curiosa la teoría en mitad de la parranda del «voto prestado». Los socialistas echan el perro negro al propio líder, la falta de líderes, al reclamo electoral, al arraigo territorial, pero muchos otros siguen con la matraca y mazurca del «voto prestado». Besteiro y Díaz prestaron el voto a Pontón, y ella subió tanto por culpa del voto ajeno, claro, y el voto como tiene propiedad volverá a sus dueños, será un turrón Almendro de los navideños, los que vuelven a casa con el fuego encendido.
El único préstamo son los cuentos, a dos voces, de un proyecto fallido. El único préstamo es no haberse chupado el dedo, haberlo puesto para arriba, y saber entonces si iba a llover mañana o no. El único préstamo es la arrogancia. El único préstamo es la creencia, firmemente arraigada entre las vides y hierbas del territorio, de que Sumar y Podemos no son gallegos, y el PSOE está dejando de serlo. El único préstamo es un pretendido rapto de la victoria, antes de salir a jugar y perder frontalmente, en el mayor bochorno, en la mayor vergüenza conocida entre los aldeanos más antiguos. Solo un 14% del voto, mínimo histórico, fue socialista. ¿Qué contáis hoy, coño?
Yola, Yoly, Yole no tiene el respaldo de sus paisanos gallegos. La descomposición territorial tiene ya unas siglas precisas. El préstamo, sí, resulta que tiene que ser pacto, porque no hay otro gobierno posible. Así los pactos prestados, los préstamos del pacto, nos llevan al desahucio de nuestra propia casa, donde los gallegos que triunfan en Madrid con sus ministerios y vicepresidencias son repudiados al volver a casa. Moraleja: las vacas no leen «feisbuk» ni «equis». Moraleja: las tabernas no manejan marketing. Moraleja: la verba de los mercados y abastos no respira maquillada. La busca y la rebatiña no son gallegas. Eso de rebañar el plato que dejó Podemos, con el pan nuevo y blanco de Sumar, no es gallego.
El portazo en las narices modulará otro cambio: ahora los saludos serán lapos. Galicia, al teléfono, quiere pocas ideas y buenas. Vox, en disolución, no tiene ninguna y por eso habla de otra cosa, cuando lo gallego es responder a una pregunta con otra, sin jactancias a lo Don Pelayo/Díaz de Vivar. Pobre Yoly, Yola, Yole. Pobre.