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Opinión

El juguete de Escrivá para acaparar y controlar el sector tecnológico

«La coartada saudí le ha venido al pelo a este Gobierno de tan acendrada vocación estatalista e intervencionista»

El juguete de Escrivá para acaparar y controlar el sector tecnológico

Ilustración de Alejandra Svriz.

José Luis Escrivá Belmonte, inexplicablemente ministro, que lo es de Transformación Digital y de la Función Pública acude a una comisión del Congreso de los Diputados  el 29 de enero para informar de sus proyectos en el Departamento con el que ha sido agraciado. Lo más tangible de aquella sesión fue el anuncio del cambio de domicilio del Ministerio a la zona de Madrid Río, lo demás, su ya clásico farfulleo político con el denominador común del intervencionismo en dosis masivas.

Así que sus despreciadas señorías han tenido que esperar a que el ministro acudiera con un altavoz más potente y un auditorio más entendido y selecto, como el del Mobile World Congress, para enterarse de que el señor Escrivá tiene en cartera la creación de una llamada, no sé si provisionalmente, Sociedad Española para la Transformación Tecnológica a la que llamaremos para abreviar la SETT, que nacerá mediante un proyecto de ley que se tramitará con carácter de urgencia en el Congreso de los Diputados (de esos mismos diputados a los que hurtó información tan relevante). 

Seguro que el señor Escrivá no aspira a un marquesado como el que Franco concedió al fundador del INI, Juan Antonio Suances, pero los postulados de la Ley fundacional y algunas de las afirmaciones del ministro coinciden, con la depuración necesaria del tiempo histórico. Aquella Ley quería dirigir el desenvolvimiento de nuestra autarquía económica (el señor Escrivá ahora habla de «preservar la soberanía económica y la seguridad económica») por eso, el juguete burocrático perpetrado por Escrivá (solo o en compañía de otros) pretende que el sector digital tenga apoyo público y, como nada es gratis, «una supervisión estatal en sus ámbitos de acción».

Y aquí nos encontramos con un artefacto burocrático de varias caras, en las que, por un lado vemos un holding empresarial público con presencia privilegiada en los mercados, sin asumir riesgo económico ni moral alguno; en otra cara, un supervisor, que sabrá todo de las empresas privadas que tengan presencia en esos mismos mercados, lesionando gravemente la competencia; en otra fachada, unos funcionarios especializados que determinarán la pertinencia de las inversiones en el sector o sectores concernidos; y aun otras facetas que no pueden faltar a la hora de controlar, como créditos privilegiados, subvenciones y un largo etcétera.

El engendro, que dependerá del Ministerio de Transformación Digital y Función Publica, parte de la base de que solo gracias a este Gobierno nuestro país ha llegado a la inteligencia artificial desde la edad de piedra en la que se encontraba en 2018. Con tantísimo esfuerzo, el marquesado para el señor Escrivá casi sabe a poco.

El juguete digital del señor ministro cuenta, en principio, con unos 20.000 millones de euros, parte de los cuales se destinarán a la recompra de acciones de Telefónica, empresa privatizada en su día y que volverá ineluctablemente al sector público, con la disculpa de conjurar la toma de posiciones de la empresa saudí STC en la citada operadora. La coartada saudí le ha venido al pelo a este Gobierno de tan acendrada vocación estatalista e intervencionista y  consumado jugador del Monopoly tecnológico, con Telefónica e Indra por medio. 

El resto de los dineros, a la espera de los Presupuestos Generales del Estado, saldrán de la sociedad que gestiona el Perte del chip, que cuenta con 12.500 millones de euros, de la Sociedad Estatal de Microelectrónica  y Semiconductores y muy seguramente del exótico Fondo Spain Audiovisual Hub y del fondo Next Techs. Cuando corresponda, la SETT gozará de la dotación económica que se haga necesaria de los fondos europeos ya que, en nuestro país, se da por sentado que son las administraciones y las empresas públicas las genuinas merecedoras de la lluvia de millones de Bruselas (vea, si no lo ha hecho todavía, la lista de los grandes beneficiarios en THE OBJECTIVE). El sector privado es para el Gobierno un demandante residual, salvo que sean líneas aéreas en quiebra o que lo pida el chófer, el guardaespaldas o las dos cosas, de un ministro.

Han pasado días y no he tenido constancia de que alguna organización empresarial o algún partido político haya objetado el proyecto de muñeco diabólico que el señor Escrivá está a punto de alumbrar, para acabar con las expectativas que la digitalización ofrece a la iniciativa privada y para mangonear en todo lo que se mueva en los sectores tecnológicos más avanzados. Y eso que todos dicen que no es un político, que es un tecnócrata. Como el marqués de Suances, vamos.

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