THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ETXEBARRIA

Qué le pasa a Kate Middleton

«El común de los mortales no acaba de entender que la princesa también tiene derecho a la privacidad, tanto médica como personal»

Qué le pasa a Kate Middleton

Kate Middleton

En caso de que hayas contado los días – y, sorprendentemente o no, mucha gente los está contando,- han pasado 66 días desde que Kate Middleton fue vista en público por última vez. Según un anuncio del Palacio de Kensington del 17 de enero, Catalina, Princesa de Gales, se sometió a una cirugía abdominal «planificada» y «exitosa» el 16 de enero. Permanecería en el hospital durante 10 a 14 días «antes de regresar a casa para continuar con su tratamiento» y «recuperación», continuaba el comunicado. «Según las recomendaciones de sus médicos, es poco probable que regrese a sus funciones públicas hasta después de Semana Santa». 

En los meses siguientes, los informes de Palacio indicaron que la princesa había regresado a casa, donde se estaba recuperando bien. Pero la ausencia total de Kate (y de sus hijos, y de sus padres) en la apariciones públicas o en fotos públicas, sumadas al reciente anuncio de que el Rey Carlos padece un cáncer, ha provocado un aluvión de teorías conspiratorias de lo más variado, teorías que van desde un divorcio real inminente hasta «Kate está en coma», pasando por un embarazo ectópico y hasta una histerectomía.

La semana pasada, cuando el príncipe William citó «razones personales» para su ausencia en el funeral de su padrino, el rey Constantino de Grecia, la histeria alcanzó un punto álgido.

Puede que la serie ‘The Crown’ haya terminado, pero el drama en torno a la Casa de Windsor continúa. Los periodistas británicos se han vuelto todavía más locos de lo habitual y se han puesto a analizar fotos anteriores a las de la última aparición pública de Kate (aparentemente hubo una lesión «misteriosa» en el dedo en el otoño) e incluso informes de finales de diciembre de una ambulancia en Sandringham, donde la familia pasaba las vacaciones. Su peso (es mujer, por supuesto, cómo no vamos a hablar de su peso) también se ha convertido en objeto de minucioso escrutinio. Siempre ha sido delgada, pero a algunos les parece que en las fotos anteriores a su «misteriosa desaparición» aparece más delgada de lo habitual. El hecho de que sus hijos no la visitaran en el hospital ha generado todo tipo de suposiciones alarmantes, particularmente sobre el estado del matrimonio de los Gales.

Todo este barullo de especulaciones nos hace reflexionar sobre el zeitgeist de la cultura pop en la que vivimos. Cuando una mujer bella desaparece nos volvemos locos. 15 años después de la desaparición de Marta del Castillo seguimos obsesionados con ella, pero lo cierto es que en España desaparecen 22.000 personas cada año y si no son mujeres bellas nunca hablaremos sobre el tema. (Desde la desaparición y fallecimiento de Marta del Castillo han desaparecido 330.000 personas en España). Para colmo de males el género de True Crime está de moda, así que ya lo tenemos todo: la desaparición de una mujer bella y rica, los dramas familiares, los celos y las envidias… Entretenimiento para olvidarnos un poco de la vida tediosa que llevamos cada uno.

Muchas personas se preguntaron desde el principio exactamente qué tipo de cirugía requiere una estancia hospitalaria de dos semanas y un período de recuperación de casi tres meses. Pero eso dice mucho sobre el estado de la atención médica y sobre la creencia -en este mundo en el que todos debemos producir, producir y producir- de que todos y cada uno de nosotros debemos de volver a trabajar en el momento en que podamos permanecer de pie durante cinco minutos sin desmayarnos. Porque Kate trabaja. Kate es una mujer trabajadora. Y su trabajo consiste en inaugurar hospitales o atender actos públicos, siempre sonriente, siempre divinamente vestida y maquillada, siempre encaramada sobre sus tacones y siempre llevando un modelo de infarto que la gran mayoría de nosotras no podríamos lucir porque no tenemos ni el dinero ni el tipazo. 

Cuando se casó con su príncipe azul, a los 29 años, Kate Middleton eligió un camino dorado pero peligrosamente estrecho. Con obligaciones férreas. Debe ser lo suficientemente interesante como para alimentar a la bestia mediática, pero nunca tan interesante como para causar división. No puede tener una carrera en el sentido convencional, pero tampoco se la puede ver sin hacer nada con su vida. Puede competir divertidamente con su marido en cosas que no importan, como desafíos de bicicletas estáticas en centros de ocio de Gales, pero no eclipsarlo. Es una vida demasiado lujosa para ser descrita como dura, pero la historia de las esposas reales –desde una Diana ansioso depresiva y con serios problemas alimenticios, hasta una Camilla degradada e insultada, pasando por una Meghan diciendo que ha tenido pensamientos suicidas– sugiere que tampoco es fácil. Pero si Kate alguna vez lo ha pasado mal, no se ha quejado. Al menos que nosotros sepamos.

Después de todo, ella es una princesa. Por lo que no es sorprendente que se le preste especial atención. Lo que el común de los mortales no acaba de entender es que la princesa también tiene derecho a la privacidad, tanto médica como personal.

Cuando mi madre estuvo enferma yo cometí el enorme error de hablar de ella en redes y de contar que estaba en una residencia. Entonces descubrí que una aspirante a Influencer en Twitter me criticaba porque… ¿qué tipo de malvadísima hija era yo que permitía que su madre estuviera en una residencia en lugar de estar cuidándola yo en mi propia casa? (zorra,eres una zorra, y no estoy usando la palabra intentando resignificarla.) Lo cierto es que mi madre solo podía vivir en una residencia porque padecía una enfermedad neurodegenerativa y era imposible que se la tratara en casa. Pero se trataba de un asunto que a mí me dolía muchísimo y ver a completos desconocidos opinando sobre el tema con la mayor frivolidad me destrozó.

Por eso, aunque muchas veces hablo de que estoy enferma, no doy nunca el nombre de mi enfermedad para que no haya especulaciones respecto al tema o para no encontrarme hilos diciendo que la estoy fingiendo o algo por el estilo. Y por eso puedo imaginar perfectamente que si Kate Middleton está lidiando con una enfermedad verdaderamente grave no quiera dar explicaciones, porque ella sabe que al segundo de que hubiera un comunicado nombrando su diagnóstico correrían ríos de tinta y se emitirían horas y horas y horas y horas de vídeos analizando los síntomas de la enfermedad y sus posibles complicaciones. Y, como persona que está enferma, la entiendo perfectamente. Cuando estás enferma básicamente quieres curarte y que te dejen en paz. Y esto se aplica lo mismo a una princesa que a una señora gorda que vive en Lavapiés.

La cuestión, sin embargo, es que en realidad no hay nada saludable o razonable en ser un miembro de la realeza que trabaja. Se sabía que la reina Isabel II decía que había que «verla para creerla»: que necesitaba ser visible como monarca para poder recibir el apoyo de sus súbditos. Y Kate siempre ha parecido espectacularmente preparada para las exigencias irracionales de un trabajo que convierte a las personas en mascotas de una institución mastodóntica e implacable. 

Recuerdo lo muchísimo que me sorprendió verla salir a dejarse ver pocas horas después de dar a luz, para posar para fotografías y saludar al público, con el cabello perfectamente peinado, el maquillaje impecable y el vientre liso. Liso. Cualquier mujer que me lea y que haya dado a luz sabe que pasan meses antes de que el vientre vuelva a recuperar el estado anterior al embarazo. No sé si a Kate le habían dado una faja milagrosa o si le había tocado su hada madrina con una varita mágica, pero su vientre estaba liso. Y ella posaba en las fotografías como si no hubiera parido, como si no hubiera hecho nada más extenuante en las últimas 24 horas que tomar un té Earl Grey con una nube de leche. Kate siempre ha sabido seguir el juego, mantener la compostura y darle al público, británico y no británico, lo que esperaba de ella. Por eso nos sorprende tanto que ahora no lo esté haciendo. 

Aquí es donde escribo lo obvio: espero sinceramente que esté bien y se recupere de lo que sea que sufra. Pero creo que el aparente deseo de privacidad de Kate, aunque comprensible a nivel humano, no hace más alimentar al cada vez más gordo monstruo de las especulaciones. ¿Creo que el palacio debería aclarar lo que está pasando? Llegados a este punto, ¿ayudaría siquiera a sofocar la especulación? Ayer, por fin, el portal TMZ consiguió la primera foto de dos meses. Ya he leído teorías conspiratorias según la cual la mujer que aparece en esa foto, oculta la cara por unas gafas de sol, en realidad no es Kate sino una doble que la firma ha colocado en un coche para que dejemos de dar la lata. Supongo que una foto de ella paseando por el jardín o saludando desde una ventana podría hacer que algunas personas se sintieran mejor, pero ¿por qué debería esperarse que ella hiciera eso? ¿por qué una mujer que aparentemente ha estado muy enferma y ahora está convaleciente debería estar obligada a demostrarle al mundo que está bien? 

Por supuesto, existe la posibilidad de que esté más enferma de lo que al palacio le gustaría que la gente creyera, pero la cirugía abdominal de cualquier tipo implica bastante dolor. E incluso si, como ha dicho el palacio, está lo suficientemente bien como para trabajar desde la cama, no es como si Kate pudiera simplemente enviar una foto de esas que todas nosotras hemos enviado a amigos y familiares cuando estábamos en la cama, con un pijama viejo estampado con una Hello Kitty, el cabello recogido en una trenza porque hace semanas que no has podido lavártelo, y un montón de medicamentos apilados en la mesilla de noche. Una gran parte del trabajo de Kate Middleton consiste en aparecer siempre divina, fabulosa. No creo que la hayamos visto nunca sin maquillar y no sé si estaríamos preparados para verla. (De hecho he buscado en el buscador de Internet imágenes de «Kate Middleton sin maquillar’ y en todas ellas aparecía Kate Middleton maquillada, bien sea que con maquillaje au naturel).

Sí, es extraño que el palacio, que nos sabía ofrecido en su día esas glamurosas fotografías postnatales de tantas de sus miembros femeninas (Kate incluida), imágenes que suponemos que habrían requerido para su consecución de un auténtico ejército de maquilladoras, peluqueras y estilistas, no exija que Kate se maquille y se recueste lánguida en un sofá para el fotógrafo real. ¿Pero no es eso algo bueno? ¿No es acaso un paso en la dirección correcta? ¿Cuántas veces necesitamos que nos recuerden que una princesa, o cualquier celebridad, es simplemente un ser humano con todas las necesidades biológicas y emocionales, a menudo confusas, que eso implica? Si Kate sale de esto abogando por estancias hospitalarias más largas y más énfasis en el descanso y el cuidado personal, yo, por mi parte, me alegraré.

Nos hemos acostumbrado al oversharing en redes sociales y nos hemos convertido en un monstruo insaciable. Influencers y celebrities varias aparecen en redes mostrandonos fotografías de su estancia hospitalaria con las vendas cubriéndoles la cara y el brazo conectado a una sonda. Y hemos olvidado que el luto, la enfermedad, el duelo, son procesos que en realidad la gran mayoría de nosotros queremos vivir en privado. 

He tratado a mujeres en duelo (atravesando duelos de todo tipo, tanto por la muerte de un hijo, o de una pareja, o por una ruptura, o tras un accidente que les ha dejado desfiguradas) y me sorprende que haya gente que les anime a salir ¿Te ha dejado tu novio? !Anímate, mujer, y vente de copas!. ¿Hace tres meses que se murió tu marido? !Anímate mujer, y vente de copas!. ¿Te han operado y te han extirpado el pecho? !Anímate mujer, y vente de copas!. Lo lógico y lo natural es querer quedarse en casa. No es necesario querer compartir eso con el mundo. A veces no se quiere compartir con nadie y uno lo único que una quiere es quedarse sola el tiempo suficiente para poder procesarlo.

En mi caso particular es sorprendente que incluso sabiendo a mí alrededor todo el mundo que estoy enferma y que no puedo salir a cenar, porque inmediatamente vomito lo que ceno, siguen invitándome a cenar una y otra vez y se sorprenden cuando digo que no. ¡Anímate mujer, algo habrá en la carta que puedas pedir! Bueno, uno de los casos que más me llamó la atención lo narro en mi libro ‘La escritura que que cura’. Se trataba de un chico que había perdido a su novio. Su novio había fallecido en la cama, a su lado, mientras él dormía y él despertó encontrándose el cuerpo frío. Para colmo, en el mismo mes, tuvo que dejar la casa en la que vivía y le echaron de su trabajo. Llegó al centro porque le envió su hermana, y para su hermana lo dramático es que no quisiera salir de casa. ¡Pues claro que no quería ! En realidad ese era un comportamiento lógico e incluso yo diría que sano. Otros no lo eran tanto…pero bueno, que eso está en el libro. Lo importante es que la hermana se atenía a la que socialmente vemos como malo, y socialmente no vemos normal que alguien decida encerrarse cuando está destrozado por dentro.

Hemos creído que Kate Middleton era como un pez de colores en una pecera, nadando para que nosotros admiráramos su belleza. Pero es una mujer que tiene tanto derecho a la privacidad y al el descanso como cualquier otra.

Más allá de las cuestiones de la privacidad médica, creo que está sucediendo algo más: el manejo objetivamente muy extraño de este delicado asunto está alimentando una metanarrativa más amplia. Apenas un año y medio después de la muerte de Isabel, la monarquía británica va a la deriva. Charles, Carlos, como quieran llamarle, tiene 75 años, y pasó toda su vida esperando para hacerse cargo del puesto que le correspondía. Justo cuando lo consigue, en una siniestra maniobra del destino, se le presenta un cáncer. William está renunciando a los funerales reales por razones inexplicables y probablemente, como es comprensible, se sienta abrumado por los problemas de la mediana edad, que se le vienen encima todos a la vez. La princesa Ana ya ha sido bateadora suplente para su hermano Carlos desde que comenzó el tratamiento, pero tiene 73 años. Y se la percibe agotada. Y a pesar de una visita aparentemente muy breve (una visita de una hora, ¡de una hora !) para ver a su padre después del diagnóstico de cáncer, el Príncipe Harry todavía permanece al margen de todo este quilombo, atrincherado en su casa de Montecito y empeñado en vano en construir un imperio mediático.

Al tratar de ocultar la enfermedad de Kate (o el fracaso de su matrimonio, o cualquier cosa que le impida dejar Sandringham o incluso posar para una foto glamurosa), la Firma nos está invitando a un mayor escrutinio sobre la princesa, su sistema digestivo y la institución disfuncional que representa. Y también a que reflexionemos sobre por qué no le permitimos a una mujer pública dejar de serlo durante un ratito.

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