Ni ladrillo ni metal
«Es la patronal, Confemetal, quien plantea el invento nuevo a los sindicatos, que desconfían un poco y no saben si se la están metiendo por atrás»
No volverá el ladrillo, con todos aquellos albañiles borrachos colgados de los andamios, primero al son de la «Lambada» y luego de la «Macarena». Aquellos obrerotes cachondos, sí, que pagaban más en copas de los que les costaba el menú de fonda oscura, con todos los fajos en negro, dejándolos por los sitios y levantando el país. Todos aquellos horteras del ladrillo, con tres y cuatro pisos, constructores analfabetos, compradores ansiosos, que llegaban a los sitios y meaban como si lo hicieran las llaves del coche (diría José Luis Alvite): las llaves de tres o cuatro viviendas y un par de vehículos recién estrenados.
El ladrillo no volverá, aunque Wyoming siga comprando pisos por docenas, y ahora preparan las aguas calientes para la general lavativa al metal. Es curioso, de cerca, ver crecer y mutar una noticia, al modo en que oímos crecer a un hijo, que diría Paco Umbral, o también escuchamos crecer la hierba al acercar la oreja, en plan Whitman entre flores campestres.
Visten la novedad como plan de llegada (para los que lleguen, sí, vivan mejor) cuando lo es de salida, cierre y cerrojo. El sector del metal plantea un plan de pensiones para 1.5 millones de trabajadores. Hablamos, a vista de pájaro, de 220.000 empresas, reunidas en la plataforma Confemetal, donde los sindicatos CCOO y UGT van deshojando por turnos los pétalos de las margaritas ocasionales.
El cuento se viste al modo clásico: se trata de regular para los empleados un proyecto de previsión complementaria a la pensión de la Seguridad Social. El plan, así concebido, formaría parte de un convenio general para todo el ramo del grueso laboral (salvo salario y jornada, según territorio). Es la patronal, Confemetal, quien plantea el invento nuevo a los sindicatos, que desconfían un poco y no saben si se la están metiendo por atrás. Una parte del incremento salarial pactado se destinaría al plan de pensiones, y todos a brindar.
UGT dice que sí, el rollo mola, todo lo que sea subida salarial es digno de levantar el vaso o copa mientras se hace antena con el meñique y abres los ojos como lechuzo o besugo. CCOO desconfía, ve algo que nunca vio, un perjuicio a la Seguridad Social, si es que dichos planes de empleo se extienden por sectores. Los más listos lo cantan con las manos haciendo bocina: si esto es lo mismo que los de la construcción, el mismo mapa e idéntica brújula. El Gobierno hizo la llamada reforma de los planes de empleo simplificados y tutelados por la Seguridad Social, cuya más amplia cobertura obedece a la modificación de las pensiones hecha por José Luis Escrivá.
«Ahora tocan otros obreros: los de los botones, teclas, pantallas, muñecos, robots, gadgets»
La patronal del metal pasará por el mismo aro en llamas que la del ladrillo. El modelo de Escrivá, al parecer, permite incluso heterodoxias: planes de empleo simplificados cuya gestión es privada pero bajo tutela pública (Seguridad Social). Algunos, con el primer tintorro de la mañana, entre obreros siderometalúrgicos o del andamio, ya se lo preguntan mesándose mucho la barba como hacia Valle-Inclán con un solo brazo mientras meaba: a ver, oye, si va a ser que solo quieren pagar la mitad de la jubilación y que lo otro lo pague el primer panoli privado aparecido a la firma. Por ejemplo, una duda ocasional: ¿Por qué VidaCaixa se ha hecho con el plan de empleo de la construcción?
Ahora los planes de empleo son planes de jubilación. La reindustrialización del país es la desindustrialización y el cerrojazo. Queda poco para que llegue el cursi de turno y recite el poema: «Es que lo viejo, oye, no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer». Es hora de avisar: «Háblame de lo quieras, amigo, menos de las eólicas y la IA». 1.5 millones de trabajadores y 220.000 empresas son mucha, mucha, mucha gente. El Estado, parece, habla de lo de siempre, pagar la mitad y lo otro, sí, cuando te jubiles, claro, que te lo pague un seguro privado, porque esto de la caja para todo no tira.
El curso sobre metal (antes ladrillo) acaba con las golosinas de rigor y los besos lanzados entre labios gordos muy sudados: llegarán incentivos fiscales, sí, tranquilos, y también incentivos de la propia Seguridad Social, sí, tranquilos, para todos aquellas empresas que aporten a los planes de sus trabajadores. Nos acercamos ya al guiso: habrá una reducción en las cotizaciones sociales de cerca de 1.600 euros anuales por lo aportado al plan del trabajador. Más, más, mucho más: habrá deducción del Impuesto de Sociedades por el 10% de las aportaciones empresariales a favor de los trabajadores con rentas inferiores a 27.000 euros. Habrá mucho más globos, y matasuegras, como fin de fiesta: tranquilos, tranquilos, tranquilos, sí.
¿Pero habrá curro o no habrá curro? ¿Pero nos vamos todos para casa o es que empezamos a trabajar? Dichas preguntas son ya Filosofía Pura. No hay en los tiempos actuales puerta de salida (emergencias) y de entrada (noble). Todo forma parte de lo mismo porque lo nuevo no nace pero parece que lo viejo sí muere (ladrillo, metal). No volverán los obreros de mono y pitillo encendido entre los labios y callos en las manos y muchas ganas en los ojos de naipe viejo y mujeres guapas. Ahora tocan otros obreros: los de los botones, teclas, pantallas, muñecos, robots, gadgets y la oficina entera entre la nevera y el retrete plegable.
No volverán ni el ladrillo ni el metal, ni mucho menos el carbón, que levantaron este país después del hambre de posguerra y la dictadura atroz. No habrá trabajo pero podremos cantar sin andamios torpes y en el suelo de todos donde el vidrio rompe.