Salvad a la soldado Ayuso
«María Jesús Montero, la ministra que administra, conocía todos los detalles del caso cuatro horas antes de que los medios hablaran de ello»
Si he de ser sincera al principio pensé que no me atrevía a escribir este artículo. Después de todo lo que me sucedió cuando tomé postura en contra de la ley trans me parecía que cualquier artículo que escribiera sobre Isabel Díaz Ayuso me iba a suponer tal serie de ataques – escribiera lo que escribiera – que no me iba a resultar rentable hacerlo porque ni me pagan lo suficiente aquí ni milito en el Partido Popular. Y entonces me di cuenta de hasta qué punto está polarizado este país… Hasta el punto de que simplemente poner la palabra Ayuso en un artículo te puedas suponer un linchamiento y una probable pérdida de amistades, en el caso de que no escribas un artículo absolutamente populista poniéndole a caer de un burro a la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Vamos a los hechos.
Presuntamente la pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid ha defraudado Hacienda. Presuntamente, porque de momento no lo sabemos. No se trata de su marido, se trata de su pareja, y de una pareja muy particular que nunca aparece junto a ella en ningún acto público. Tampoco tenemos clarísima constancia de que vivan juntos. A lo que parece la Presidenta duerme a veces en Chamberí con su madre y a veces en el ático de su novio.
Ni siquiera sabemos la cantidad exacta que el susodicho ha defraudado, porque el Gobierno habla de una y la presidenta madrileña habla de otra. Mi propia experiencia fue la de encontrarme un día con que precisamente los mismos medios que hablan de la cantidad que el novio de Ayuso presuntamente ha defraudado eran los que decían que yo había defraudado: 270.000 euros. Para cualquiera que me conozca de cerca y conozca mi tren de vida esa noticia es tan risible que parece ridícula, porque ni de coña habría ganado yo nunca lo suficiente como para defraudar esa cantidad. Pero incluso si yo envié cartas a los medios que habían publicado la noticia no conseguí la rectificación. Y precisamente porque yo no soy rica no demandé. Por esta razón, entre otras, desconfío enormemente de lo que publique una prensa que actualmente parece el vocero al servicio de su amo, y entiendo que el común de los mortales también desconfía bastante.
Lo que nos vienen a decir es que Ayuso tiene que dimitir por una inspección de Hacienda a su novio. Pero nos lo dice el marido de una mujer que se reunía en encuentros privados con el comisionista del escándalo Koldo y con la empresa que fue rescatada por el Gobierno Sánchez con 615 millones. Por otra parte, cuando el novio susodicho, cuyo nombre hasta ayer ni siquiera conocíamos, negoció el acuerdo de las mascarillas, la Presidenta y él no estaban juntos y el contrato fue con el Ministerio de Salud, gestionado por Salvador Illa.
Y para colmo nos enteramos de que todo el presunto escándalo se filtró antes de que la denuncia fuera turnada y el caso admitido a trámite. Repito: la denuncia todavía no ha recaído sobre ningún juzgado de Madrid y, cuando lo haga, será el magistrado en cuestión quien decida. Y nos enteramos de que, además María Jesús Montero, la ministra que administra, conocía todos los detalles del caso cuatro horas antes de que los medios hablaran de ello. No sé, Rick, suena falso.
Pero hay un detalle más del que hablo como trabajadora autónoma. En España ningún autónomo se libra de sufrir una inspección de Hacienda. O al menos ningún autónomo que lleve más de diez años trabajando. Yo la he sufrido y la mayoría de mis amigos la han sufrido también. En España prácticamente todos los autónomos han presentado facturas falsas. Yo no lo he hecho, pero no porque sea una santa sino porque soy una acojonada. (Y porque trabajo con empresas muy grandes y no tendría ningún sentido). En el país con mayor cuota impositiva sobre los autónomos de toda Europa, en el país en que 111.200 autónomos se han dado de baja el año pasado (¡cien autónomos al día!) porque no podían con la presión fiscal, en el país que destruye autónomos a un ritmo seis veces superior al de la Unión Europea, en un país que obvia y claramente está empeñado en destruir el empleo autónomo, esto va a ser algo parecido a lo que pasaba con las infidelidades de Juan Carlos.
«Si estuviéramos en Alemania, en Suecia, en Noruega, en Francia o en el Reino Unido, ayer Ayuso habría anunciado que se separaba de su pareja»
Quizás ustedes no tengan edad para recordarlo, pero nunca fueron censuradas sino más bien celebradas entre el pueblo llano. Cuando se rumoreaba entre los mentideros de la villa y corte que el rey Juan Carlos había estado con la una, con la otra y con la de más allá, se le veía como un ejemplo de potencia viril y nunca como algo reprobable. De la misma manera, esto no es Noruega y aquí a nadie se le mira mal porque haya intentado defraudar impuestos. O al menos nadie lo mirará mal en el PP, porque en España vivimos en un clima partisanista.
Si estuviéramos en Alemania, en Suecia, en Noruega o incluso en Francia o en el Reino Unido, ayer la presidenta Ayuso habría debido a anunciar que se separaba de su pareja. Pero en el clima en el que vivimos esto sería absolutamente impensable. Obviamente cualquiera va a pensar que por qué se va a separar Ayuso de su pareja mientras que el presidente Sánchez sigue tan feliz casado con una señora que se reunió y que recibía dinero de unos empresarios a los que el Estado les facilitó un rescate millonario y que se veía también con el comisionista de una trama aún más millonaria. En el clima de escalada de cruces de acusaciones de corrupción y del «y tú » generalizado, nadie con dos dedos de cabeza espera que Ayuso dimita. Porque vivimos instalados en el partisanismo
¿Qué es ser partisanista?
El partisanismo –una lealtad ciega, a menudo inquebrantable, al propio partido– ha llegado a definir gran parte de nuestro discurso político, en detrimento de la política real, aquella a la que interesa el bien común y la gestión eficaz de las arcas públicas.
¿Cómo experimentan los individuos su relación con los partidos políticos? La respuesta más común hoy en día, tanto en el discurso popular como en gran parte de la ciencia política, es que se relacionan desde la identidad. Que lo hacen desde un lugar emocional. Que se ve al partido más como a una familia o a un equipo de fútbol antes de como a un grupo de gestores encargados de manejar el dinero público y lograr el bien común.
Además, en nuestro contexto polarizado, impera el pensamiento dualista y antagónico sobre cómo ejercer el partidismo. Cuando se hace desde una forma partisana, el mundo se ve en blanco y negro. Los míos son unos santos que van a salvar el mundo y los contrarios son los ogros que lo van a destruir. Y entre los míos y los otros no hay unos terceros.
La creencia de que las políticas del partido contrario son perjudiciales para el país es un factor particularmente importante que explica por qué una persona se identifica con la derecha o con la izquierda. Es decir, está profundamente arraigada la idea de un sistema binario, con extremos blanco y negro entre los que no caben matices de gris. Pero esto, a mucha gente como yo, nos crea una inmensa frustración. Yo soy vegetariana, soy feminista y soy antitaurina, pero no creo en el transgenerismo y me parece que las propuestas de la actual actual izquierda brilli- brilli son un conjunto de despropósitos. ¿Dónde me coloca eso? Pues en el actual clima polarizado se me pone la etiqueta de «facha», y a correr a la vía. Aquí solo hay blancos y negros, no hay matices de gris, y no hay espacio para el debate sensato y civilizado.
En gente como yo – y somos más de los que usted cree – este clima intensamente polarizado minimiza la confianza en el sistema político, al que acabamos viendo como un patio de colegio con dos equipos peleando por la pelota y no como un sistema destinado a protegernos a los ciudadanos.
¿Cómo de lejos puede llegar el partisanismo? ¿Cuáles son los límites?
Centrarse en el partisanismo de alguna maner pone el problema en claro relieve, y aunque no tenemos que creer que los dos grandes partidos son iguales o en algún sentido iguales en un momento dado, los procesos de partidismo tribal sugieren que ambos partidos son mucho más parecidos entre sí de lo que sus partisanos quieren creer. Y dado que la mayoría de la gente tiene cierto grado de partidismo, hay una cualidad personal que se pierde con el término polarización.
Lo que quiero sugerir aquí es que una lección clave que estamos aprendiendo en este periodo convulso que estamos atravesando es que no hay polarización sin partisanismo, y que deberíamos analizar y hablar más del fenómeno en lugar de simplemente quejarnos de la polarización.
La desafección politica
Como ya he dicho, el partisanismo constituye una lealtad ciega, a menudo inquebrantable, al propio partido, en el que se defiende visceralmente al propio partido y se ataca de forma ciega al contrario, y que supone es la antítesis del buen gobierno, porque se trata sólo de la etiqueta del partido y no está realmente ligada al contenido. Es una motivación que tiene que ver con lealtades tribales y no con ningún tipo de conjunto coherente de principios. Se caracteriza sobre todo por una lealtad extrema y una falta de voluntad para escudriñar o criticar al propio bando.
Pero este clima de partisanismo acaba por crear un ambiente de desafección hacia el propio sistema político. Un sistema que se acaba viendo como ese escenario en el que todo el mundo está corrupto y todo el mundo viene a sangrarnos.
La desafección política al final va en contra de los dos grandes partidos que la están promoviendo. ¿Por qué ha ido surgiendo tanto la izquierda brilli brilli y populista como la derecha radical populista en toda Europa? Pues porque el ascenso de los populismos ha ido acompañado del declive electoral de los principales partidos en toda Europa occidental, sean partidos conservadores o socialdemócratas. El hartazgo de las peleas entre grandes partidos nos llevó en su momento al ascenso de la izquierda populista y es el que nos va a llevar en breve al ascenso de la derecha populista. Y en sus estrategias cortoplacistas de acoso y derribo los dos grandes partidos no se dan cuenta de que no están destruyendo al otro partido, sino que están destruyendo todo un sistema.
El efecto boomerang
El llamado ‘efecto boomerang’ de la publicidad política negativa es un efecto no deseado de una declaración negativa sobre el oponente que refleja más desfavorablemente al patrocinador que al objetivo previsto de dicha publicidad negativa. Traducido a un lenguaje coloquial: que Juanito debe tener mucho cuidado con lo que dice de Pepito, porque lo que ha dicho de Pepito se puede volver contra Juanito.
La sociedad funciona gracias a una serie de persuasiones exitosas: la Tierra es redonda, no plana. Verde significa seguir, rojo significa detenerse. Los hombres votan… y las mujeres también. Todas estas son realidades aceptadas hoy en día, gracias a un argumento persuasivo inicial que desató un movimiento social. Gracias a que un grupo de personas supieron persuadir a otras personas para que cambiaran una idea: el rey gobierna sobre sus ciudadanos que no tienen derecho a voto,las mujeres no deben, tierra es plana. ‘El efecto boomerang’ es un término que puede usarse para describir un intento de persuasión. que acaba funcionando mal y golpeando a quien lanzó el boomerang.
En psicología social es ampliamente reconocido el hecho de que, si estás tratando de cambiar la actitud de alguien y esta persona se siente manipulada responderá exactamente al contrario de lo que tú estabas buscando. Cuando las personas se sienten manipuladas, quieren recuperar el control. Por eso se le llama a veces al efecto boomerang ‘efecto Romeo y Julieta’. Cuando a Romeo y Julieta les dicen que no pueden estar juntos, su amor se intensifica.
Otro ejemplo es el reciclaje. La politóloga Ángela Bell explica el efecto boomerang a partir de lo que sucedió en Oklahoma capital cuando se intentó implantar el reciclaje. Oklahoma City intentó en principio implantar medidas de reciclaje mediante propuestas coercitivas, como regulaciones desde el Ayuntamiento y multas. Cuando la gente se sintió obligada a hacerlo, se opuso, alegando que sus impuestos aumentarían o que era demasiado esfuerzo. Pero cuando sencillamente se instalaron contenedores azules y verdes en la ciudad, sin presionar a nadie a usarlos, los ciudadanos empezaron a usarlos de motu, y se apoyó el reciclaje a un nivel más amplio.
Teóricamente, la psicología política sugiere que la exposición a actitudes contrarias debería generar un efecto boomerang, fortaleciendo las opiniones políticas existentes de las personas (polarización de actitudes) y generando sentimientos negativos hacia grupos políticos externos (polarización afectiva) (Taber et al., 2001; Taber & Lodge, 2006). Traducido de nuevo a un lenguaje más llano: que es muy probable que este varapalo del PSOE hacia Ayuso acabe siendo ventajoso para Ayuso.
Porque para la persona común y corriente que no ha podido ver la denuncia que le han interpuesto a su pareja, y que incluso si pudiera acceder a ella probablemente no tendría ni tiempo para leerla ni conocimientos para entenderla, lo que verdaderamente importa es el sustrato emocional, lo que hayas sentido al ver a la Presidenta en una rueda de prensa. Y la presidenta es una mujer guapa y joven (eso siempre ayuda, no nos engañemos y no seamos ingenuos) que en principio daba la impresión de creer en lo que estaba diciendo. Y al final el trabajador común, ese que no podría tener acceso a los requisitoria de Hacienda ni tampoco podría entenderla si se la proporcionaran, lo que ve es a una mujer joven y acorralada que se defiende como gato panza arriba de los zarpazos de los leones. Y en mi opinión esto va a beneficiar a Ayuso y a cimentar su posición entre sus votantes partisanistas. Incluso si condenaran a su pareja creo que sus partisanos seguirían defendiendola a muerte.
Pero mi suposición se verá confirmada -o no- en junio en las elecciones europeas. Si como se prevé, el Partido Socialista se pega un batacazo morrocotudo, entonces quizás sea el momento en el que se arrepientan de haber recurrido al ataque partisano. Yo ahora solo puedo decir que es mejor no lanzar boomerangs si no se ha estado entrenando mucho antes de lanzarlos. Ya dijo no sé qué filósofo griego que la prudencia debe ser el ingrediente necesario en todas las demás virtudes, porque si no acaban degenerando hacia el exceso y hacia la temeridad.