La renacida CNE busca jefa: lady halcón o, mejor, una paloma mensajera
Teresa Ribera quiere una candidata que sirva de enlace en sus aspiraciones como futura comisaria europea de la energía
Las empresas eléctricas, con Iberdrola bien pertrechada en el mascarón de proa, se han lanzado al abordaje de la Comisión Nacional de los Mercados y Competencia (CNMC) aprovechando la posición más dúctil que muestra ahora su presidenta, Cani Fernández, una vez metabolizada la reencarnación de la antigua Comisión Nacional de la Energía (CNE). Teresa Ribera se ha sumergido en el túnel del tiempo como si el Supervisor mayor del Reino que promovió el Gobierno de Mariano Rajoy en 2013 no hubiera existido nunca y ha presentado un anteproyecto de ley plagado de anacronismos y algún que otro gazapo normativo que tendrán que ser corregidos a lo largo del trámite parlamentario. Las grandes compañías están frotándose las manos convencidas de volver por sus fueros y recuperar su histórico ascendente sobre el futuro organismo encargado de regular el mercado energético en España.
El pulso que mantienen los reyes del kilovatio en su afán por restaurar su capacidad de lobby industrial tiene ahora su piedra de toque en la próxima circular que la CNMC está elaborando para fijar la retribución de las redes de distribución durante periodo quinquenal que va desde 2026 a 2031. Las empresas se las han tenido tiesas estos años atrás con los vigilantes de la playa energética, cuya desafección con el sector ha dado lugar a un recorte superior al 4% en la tasa de rentabilidad del negocio regulado. Los comisionados han adoptado además una posición claramente a la defensiva contra las empresas, aplicando el martillo pilón en materia de inspecciones con un incremento de las infracciones por irregularidades en el servicio a los usuarios, lo que ha dañado la reputación social corporativa de grandes entidades cotizadas en bolsa.
En las últimas semanas Cani Fernández ha intensificado sus contactos con los responsables del sector representados por la abogada Marina Serrano, titular de la patronal Aelec y consejera que fue de la antigua CNE donde también sirvió previamente en calidad de secretaria del consejo. La máxima autoridad del organismo supervisor ha mostrado su amable indulgencia para que los directivos de las empresas aprovechen el actual periodo de consulta sobre la normativa en ciernes en el bien entendido de que sus reclamaciones no deberían caer esta vez en saco roto. La presidenta de la CNMC se muestra lista y dispuesta para encender la pipa de la paz antes de ceder definitivamente los trastos de la regulación energética, evitando así nuevos conflictos que ya ni le van ni le vienen y dejando un buen recuerdo a los poderosos gerifaltes del oligopolio eléctrico.
La claudicación de Ribera para hacer méritos en Bruselas
Las grandes compañías saben que lo mejor está por venir porque la vicepresidenta Ribera tampoco puede pasar a la ofensiva después de que la Unión Europea haya dado al traste con su beligerante proyecto de reforma del mercado eléctrico. El Gobierno se aupó sobre el acuerdo adoptado a finales del pasado año como si se tratase de un éxito incontestable de su ministra, cuando realmente la mayor parte de las iniciativas propuestas por España fueron desmanteladas en Bruselas. La planificación centralizada y la desaparición del mercado spot como señal de precio quedaron eliminadas a la primera, al igual que la aplicación de precios administrativos a la generación, que no era sino la vuelta al marco legal estable de hace cuarenta años. Tampoco prosperó la idea de mantener los mecanismos de minoración impuestos a las empresas como un parche para frenar los efectos del shock energético y que el Ministerio de Transición Ecológica pretendía consolidar como medida estructural de fuerza.
«María Jesús Martín es la favorita de Mariano Bacigalupo, el marido de Teresa Ribera que suena como ‘ministrable’ si su mujer da el salto a Bruselas»
Teresa Ribera se quedó por lo demás con las ganas de suprimir los PPA o contratos bilaterales de energía procedente de fuentes renovables y que se han convertido en un elemento recurrente en las relaciones comerciales de las empresas productoras con sus principales clientes corporativos. En última instancia las autoridades comunitarias pusieron pies en pared ante el planteamiento oficial del Gobierno español orientado a la adopción de medidas discrecionales por parte de cada Estado miembro en casos de crisis. Ribera tuvo que enterrar contra su voluntad la célebre excepción ibérica que ha estado vigente hasta finales del pasado año destinada a limitar los precios del gas utilizado para producir electricidad. Una medida que Pedro Sánchez ensalzó como solución para contener el recibo de la luz pero que, a la postre, los contribuyentes españoles han tenido que sufragar en mucha mayor proporción que los portugueses y de la que se han beneficiado «por la patilla» nuestros vecinos franceses.
Buena parte de las iniciativas que la vicepresidenta in translation pretendía impulsar ante la Comisión Europea estaban inspiradas en el ideario doctrinal de Natalia Fabra, hija del que fuera presidente de Red Eléctrica, Jorge Fabra, y asesora de cabecera de Pablo Iglesias cuando el ahora tabernero de Lavapiés daba sus más fuertes coletazos como coéquipier en el Gobierno de Pedro Sánchez. La economista podemita fue correa de transmisión de Teresa Ribera en su lucha de poder con Nadia Calviño por controlar el área energética de la CNMC. Natalia Fabra disponía de un pase permanente como corresponsal del Ministerio de Transición Ecológica en el organismo regulador y dirigió los grupos de trabajo conjuntos que, bajo su omnímoda influencia, pergeñaron el dossier con que la Presidencia española de la Unión Europea intentó vanamente eliminar el mercado marginalista de la electricidad en el Viejo Continente.
Mariano Bacigalupo en la lista de ministrables
La arrogante propuesta adobada por Natalia Fabra representa el tiro por la culata con que Teresa Ribera fue despachada en Bruselas. Por mucho que la propaganda oficial haya revestido con su habitual y cínica complacencia el evidente desaire sufrido por la ministra, lo cierto es que ésta ha tomado nota y trata ahora de marcar distancias con la catedrática de la Universidad Carlos III. Los observadores más recelosos consideran que la desconfianza de Ribera se ha visto agravada tras la dimisión de Jorge Fabra, hermano de Natalia, como responsable de la gestión de los fondos europeos que tantos quebraderos de cabeza está provocando a la colega de Hacienda, María Jesús Montero. Otros, no menos perspicaces, inciden en que la vicepresidenta no quiere jugarse el tipo político en un momento decisivo de su plan de carrera para sustituir a José Borrell como representante de nuestro país en el colegio de comisarios que surja tras las elecciones europeas de junio.
Teresa Ribera es la mejor colocada para saltar a Bruselas y eso sitúa también a su marido, Mariano Bacigalupo, en la pole position de «ministrables» para tomar su testigo energético en España. La enésima reestructuración del Gobierno marcará la pauta en la designación de la cabeza visible que ha de dirigir el renacido organismo estatal de regulación sectorial. La candidatura de Natalia Fabra, la genuina «lady halcón» de la fallida reforma energética, se ha apagado en beneficio de las aspiraciones de María Jesús Martín, actual consejera de la CNMC donde tomó el relevo de Bacigalupo después de estar a las órdenes de Teresa Ribera como directora general de Política Energética y Minas. La comisionada Martín es, sin duda, la gran favorita para hacerse con el trono de la futura CNE. Por algo y para algo ha sido y es la paloma mensajera del matrimonio que ha manejado y maneja el sector eléctrico desde que Sánchez llegó al poder.