¿Dejó de ser una cosa de fachas hablar de ETA y Bildu?
«Ahora el Gobierno, sostenido en Moncloa gracias a los de Ontxandiano, o sea, a los de Otegi, se muestra compungido»
Ella recuerda que a José Ignacio Iruretagoyena, joven concejal del PP, lo asesinaron en Zarautz mediante la cobarde técnica de la bomba en el coche. Fue una mañana del 9 de enero de 1998. Tomás Caballero, portavoz de Unión del Pueblo Navarro en el Ayuntamiento de Pamplona, se dirigió en un pleno de principios de aquel año a los de Herri Batasuna, los tenía enfrente:
«Piden una solución democrática, lo único que les digo es si esa solución pasa porque la muerte es un medio político para conseguir sus objetivos. No les pedimos que lo condenen, únicamente les pedimos que pidan que no maten, y ni eso hacen». A Tomás Caballero, los infames de HB, le pusieron una querella por calumnias e injurias, acabó saliendo absuelto.
Ella rememora que lo marcaron, lo señalaron y que todo aquello sirvió para que otros lo mataran en mayo de 1998. Ella es su hija, María Caballero, en el documental Relatos de Plomo, que se muestra como un croquis de lágrimas y ausencias con las que ETA fue regando Navarra. Allí, en un territorio sagrado para todo aquel aspirante a hacer realidad el sueño húmedo de Sabino Arana, ETA ha perpetrado 400 atentados, ha asesinado a 42 personas, herido a centenares. Los etarras amenazaron y extorsionaron a más de 2.000 empresarios. Aquello del impuesto revolucionario, décadas de horror y miedo.
El actual concejal de Urbanismo de Pamplona, por obra y gracia de los socialistas, Joxe Abaurrea, era uno de aquellos a los que Caballero se dirigió para pedirles que les exigieran a los etarras que dejaran de matar. Al asesinato de Caballero le siguió una enorme repulsa de gran parte del pueblo navarro, entre los que nunca se ha encontrado Abaurrea. No lo hizo en 1998 ni lo ha hecho hasta el momento. 26 años de nula condena por lo que ETA, el comando Ekaitza, le hizo a aquel concejal navarro.
Hay quienes arguyen, infantes de la opinología nacional, que aquellos que recordamos estos casos somos revanchistas, no queremos la reconciliación, abominamos de la paz. La paz debe ser que nos callemos la puta boca. Nos señalan, ignorantes en su supina estupidez, «pero si ETA ya no existe, chaval». Como si recordar a Tomás Caballero, a Ernest Lluch o Iruretagoyena, fuera un ejercicio de politiqueo con el que introducir a ETA en el debate político.
Aquella mañana del 28 de diciembre pasado, en la moción en Pamplona, el día de los santos inocentes, lo aberrante de la vuelta al cargo público de Abaurrea no llegó a noticia mientras que la anécdota, el «prefiero fregar escaleras antes que apoyar a Bildu» de Ibarrola se elevó al estatus de drama nacional. Para que los hijos de limpiadoras lucieran su cabreo. He aquí uno de esos hijos de madre que ha fregado escaleras, y entendió a la perfección que hay más dignidad en la fregona del rellano que en ir con este Bildu de la mano.
En estos días de campaña vasca volvió ETA a la conversación pública, porque Aimar Bretos en la SER entrevistó a Pello Otxandiano, el elegido a dedo por Otegi para encabezar la formación. Una cuestión simple, «¿ETA fue un grupo terrorista?», bastó para que el imberbe Otxandiano, al que dada su popularidad no deben conocer ni en la herriko taberna, empezara a balbucear para dar lo que de toda la vida de Dios se ha llamado una respuesta de mierda. Nauseabunda forma de mostrarse tal y cómo eres, de mostrar lo que pensabas, piensas y pensarás sobre ETA.
La ristra de coletillas que repite todo aquel que nunca condena el terrorismo etarra: «Estamos en otro ciclo político, los GAL, las consideraciones pueden ser diversas, esa no es la cuestión, debemos construir el futuro, todas las víctimas…» Es la miserable forma de hacer comparecer en pie de igualdad lo que supuso ETA, décadas de terror y muerte, con lo que hicieron los GAL. Cuánto de síntoma hay en que Otxandiano, quien a las claras no es capaz de calificar a ETA como lo que fue, será más que posiblemente el candidato más votado este domingo en el País Vasco.
Ahora el Gobierno, sostenido en Moncloa gracias a los de Ontxandiano, o sea, a los de Otegi, se muestra compungido. El mismo «negacionismo incompatible con la historia de nuestro país y de la democracia» que les hace rechazar a Bildu en el País Vasco fue el idéntico «negacionismo» —un saludo a Joxe Abaurrea—que les hizo apoyar a Bildu en Pamplona. Los que criticaron la moción de la capital navarra tenían ese tufillo fascistoide, revanchista, conservador de entender la política. En Euskadi, lo contrario. Mientras se aclaran les dejo que tengo que limpiar el cuarto de baño.