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Opinión

David Broncano no es El Gran Wyoming

«Es evidente que Moncloa ha errado en sus pretensiones si quiere hacer caer a Motos»

David Broncano no es El Gran Wyoming

David Broncano en el plató de La Resistencia

RTVE está incandescente por el calor de la batalla. Batalla interna que, como casi todo lo que ocurre de puertas adentro, hace más daño que las cuchilladas a plena luz del día. Lo obsceno de lo que se cuece en la corporación, antes ente, es el teatro de variedades que están protagonizando nombres que suben y bajan de la pasarela.

Un proyecto ahora descabezado cuando RTVE, los datos están ahí, había mejorado ostensiblemente su audiencia, parecía estar encontrando un filón tras el yermo share de los años pasados. Mérito ese triunfo, más que posiblemente, por el talento de José Pablo López, director de contenidos que fue fulminado en la última contienda de «la de todos».

Desde que el tiempo es tiempo, o sea desde que Jordi Hurtado está entre nosotros, cuando han gobernado unos, los otros se han quejado de la manipulación constante de esos unos cuando mandaban en la Moncloa y por extensión en Prado del Rey, y viceversa. Los servicios informativos de la pública, los contratos, las caras visibles, siempre entre dicho.

Los directivos del gigante mediático que paga usted, caballero o usted, señora, también han ido mutando. Tuvimos a Fernando López-Amor, diputado popular que con Aznar pasó a director de RTVE, pura meritocracia, la conocida Pilar Miró o José María Calviño, el padre de nuestra tecnócrata europea…

Y ahora tenemos a Concepción Cascajosa, cuyos conocimientos sobre el medio nadie discute. Aunque dudoso sería si, teniendo esos idénticos doctos saberes en lugar de reconocer ser militante del PSOE, lo hubiera sido de Vox. Quizá entonces los conocimientos hubieran importado tan poco que hoy sería otra persona la que liderara, provisionalmente, el pifostio público.

Toda esta guerrilla con un olor penetrante a presiones políticas ha estallado por Broncano. No se hizo una gran purga por intentar retener a Carlos Franganillo, excelente periodista, cuando éste anunció su marcha a Mediaset. No, todo es por Broncano, o al menos, todo lo cruento de esta escaramuza es por el cómico jienense.

Nadie le quita méritos a David Broncano, al que profeso una estima que desde estas líneas ya es pública. Broncano gusta, Broncano hace gracia—vale, a ti no porque eres muy especial, venga a dormir—, Broncano ha creado su estilo, la marca que le diferencia de todos, es bueno en lo suyo. Y si servidor que escribe esto estuviera en su papel aceptaría gustosamente llevarme la pasta que se le ofrece en la tele pública.

Con eso, y a la espera de que el consejo vote durante este miércoles sobre el posible desembarco de La Resistencia de Broncano en TVE, es evidente que Moncloa ha errado en sus pretensiones si quiere hacer caer a Motos con el humor que consumen los jóvenes que hace tiempo dejaron de ver la televisión. Jóvenes cuyos padres se ponen El Hormiguero cada noche.

Es inédita y ciertamente pesada la insistencia, las presiones monclovitas sobre la idoneidad de David Broncano para ser el hombre que acabe con cualquier disidencia mediática que se le escape de su control al gobierno. Parece dar a entender el ejecutivo, en su resistencia para con Broncano, que dan más miedo Trancas y Barrancas que Santiago Abascal. Que antes que presupuestos, en lo que está Sánchez es en quitarle audiencia a Pablo Motos, a sabiendas que lo que diga Tamara Falcó le hace más daño que una simple columna.

Broncano, pese a la pasta, debería ver que hay fichajes envenenados. Amores comprados con mucho dinero que pueden hacer daño a una carrera meteórica en el show business. Si estas son las bienvenidas, David, no quiero imaginar el suplicio de un programa que se metiera el guarrazo en prime time y tuviera que seguir emitiéndose por contrato.

Aunque, lo raro, raro, que diría ‘Papuchi’, es esa obstinación en traerse a Broncano a la televisión en abierto con las ganas de fulminar a Motos, cuando él nunca ha hecho un humor político. Entendiendo ese activismo en pro del partido del Gobierno al que los «humoristas» llaman humor político. Sagaces en la risotada contra los fachas, incapaces del chiste que ofenda al poderoso que legisla el BOE.

David Broncano no es El Gran Wyoming, y no es una obviedad escribirlo si hay alguien que ha pensado en combatir la tertulia de El Hormiguero con él. No da la turra con el asunto político, aunque Broncano haya mostrado su progresismo, y sea más del chiste con Abascal que con Yolanda Díaz. Pero no es el paladín del Gobierno, no le dirá lo icónico que es a Sánchez si ficha por TVE. Es más inteligente que los que hace tiempo han arrastrado su gracia para evitar el cabreo de cierta clase política. Irreverentes sin más límites en la comedia que lo que irrite en La Moncloa. Cómicos de partido.

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