Xabi Alonso, ministro de Sanidad
«Lo que sucede en el fútbol tiene tal trascendencia que cuando escampa en Cibeles diluvia en Canaletas»
Aunque la generalización suele acarrear injusticia, los políticos, así, al peso y una vez rebozados en harina Torquemada, acusan, insultan y mienten sin pruebas ni rigor, sean rencorosos o simples vasallos de colmillo retorcido. No se detienen en el «modo de empleo» ni en los efectos secundarios; actúan como si acabaran de salir de la clase de Goebbels. Largan por esa boquita todo lo que se les pasa por la mollera y todo lo que el taller de las desfachateces cuelga cada mañana en el chat del grupo. «Eh, señor Feijóo, a ver qué pasa con la empresa de su mujer, que trincó de la Xunta». Tralarí, tralará. Y no pasa nada porque lo mendaz es norma. Sin embargo, se le ocurre a Germán Burgos, «Mono» para amigos y desafectos, comentar en modo chiste que Lamine Yamal podría ganarse la vida en un semáforo si se le acabara el fútbol, tras admirar sus malabares en el calentamiento, y le demonizan. ¡Vade retro! La empresa televisiva, víctima de lo políticamente incorrecto, del furor de las redes y del «silenzio stampa» de Barça y PSG, le despide. Pidió perdón el «Mono», explicó que no había maldad en su comentario, que no es xenófobo… De nada sirvió, a la calle. Como estudio de mercado, baste el fútbol para comprobar que la política a su vera es un jardín de infancia, un hemiciclo sin consecuencias civiles ni penales. Narraba Juan Carlos Rivero, reputado y veterano comentarista de TVE, el partido entre España y Marruecos del Mundial de Qatar; en un lance del encuentro dijo: «Los marroquíes roban y salen rápido». Es una expresión coloquial, muy del fútbol, «robar (la pelota) y salir corriendo». Ardió la mojigata Troya, Pablo Iglesias «Garibaldi» echó más leña a la pira y pidió su cabeza, él, que hubiese azotado a Mariló Montero hasta hacerla sangrar. Repugnante.
Lo que sucede en el fútbol tiene tal trascendencia que cuando escampa en Cibeles diluvia en Canaletas. La crisis reputacional de la Federación Española remueve los cimientos hasta tal profundidad que el Gobierno interviene antes de que se acabe el mundo. Esto sólo pasa en España, que mira para otro lado mientras vacían la caja. La España cañí, tan laxa en menesteres trascendentales como el de la sanidad pública según en qué comunidades. Ejemplo asturiano para desgracia de Don Pelayo: una paciente de 50 años que apenas puede caminar acude en marzo de 2023 a la médica de familia. Los dolores en la espalda son insoportables. Tras varias visitas a urgencias hospitalarias, prevalece el diagnóstico de la doctora de atención primaria: «Una contractura que se quita de un día para otro». En julio se pide una resonancia. En agosto ya no puede levantar los brazos y el problema de la espalda afecta a las piernas. No sube escaleras. El mal estado de la paciente y la pasividad de la SS recomiendan una consulta privada. «Sufre estenosis de canal» que precisa una medicación tan fuerte que la doctora de cabecera es reticente a administrarla de forma continuada. Todavía no hay fecha para la resonancia. Ni valoración oficial. De nuevo visita a la sanidad privada, que detecta problemas que necesitan de otras resonancias en diferentes tramos de la columna. Nueve meses después del inicio del calvario, hacen las resonancias (dos) en la SS. ¡Aleluya! ¡Qué alivio! Reumatología diagnostica la «estenosis de canal», varios problemas más y deriva a Traumatología que, aunque la enferma apenas puede moverse, ¡la cita para el 6 de mayo de 2025! Para entonces, si no hay aplazamientos, cumplirá algo más de dos años sin tratamiento. En Asturias te puedes pasar un par de temporadas en el infierno, como el Atleti, antes de que te atienda el especialista, mientras la vida en un hospital se detiene para escuchar al presidente. ¡Ay!, si la veteranía fuera un grado y la Sanidad un derecho fundamental.
Sí, España es el país de los contrastes, no sólo porque corres el riesgo de cascar en la sala de espera del ambulatorio mientras rezas para que te vea un médico. Contrastes… Xabi Alonso gana la Bundesliga con el Bayer Leverkussen y en el BayArena suenan a toda pastilla y coreadas por miles de gargantas alemanas «Que viva España» y «La Macarena». A este lado de los Pirineos, esa manifestación de júbilo por un éxito tan clamoroso de un entrenador español sería inconcebible en regiones como el País Vasco, más de aurresku, gabarra y traineras, o Cataluña, de «castellers», sardanas y «correfocs». ¡Contrastes! Xabi Alonso, primero en la lista de sucesión de Carlo Ancelotti en uno o dos años, ha ganado todo, incluso un pulso a Hacienda, como Andrés Iniesta; también fue campeón de Europa con el Liverpool y con el Madrid y en sus 114 internacionalidades con la Selección sumó dos Eurocopas y un Mundial. Un hito. Al lado de Iniesta, Xavi y Busquets formó el mejor centro del campo de la historia del fútbol español. Y no debió resultarle fácil; en más de un partido, en Sudáfrica, por ejemplo, el seleccionador respiraba si le pasaban el balón. Xabi es un tipo culto, políglota, cosmopolita, preparado, de fuertes convicciones y mucha personalidad. Es un triunfador. Con todo lo que ha ganado en el fútbol y después de doblar el brazo a la Hacienda tralarí, tralará, podría ser un magnífico consejero de Sanidad en Asturias, o ministro. En un año ha doblegado al todopoderoso Bayern y convertido al Bayer de la aspirina en campeón. Si alivia los dolores de cabeza, ¡qué no hará al frente de un ministerio!