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Opinión

Un Xavi con piel de Bambi

«La paz en el deporte rey depende de si el balón entra o no… y del imprescindible ojo de halcón»

Un Xavi con piel de Bambi

Xavi Hernández. | Archivo

Tres meses han bastado a Xavi Hernández para desdecirse y cambiar de opinión. Sigue la moda. Un trimestre entre me voy y me quedo, entre un hola y un adiós. Es probable que, como Séneca, haya pesado las opiniones en lugar de contarlas; por encima de todas, la de Joan Laporta, que ha inclinado la balanza sobre quienes sugerían a la leyenda «cierra después de salir». A Xavi le resultaba tedioso que después de cada victoria los periodistas le preguntaran por su futuro. No estaban convencidos de que no cumpliría el año que le restaba de contrato, hasta 2025. Por cierto, dijo que se iría sin cobrarlo y respiraron todos los directivos. No está el Barça para dispendios ni para contratar entrenadores que no garantizan títulos. Ninguno puede, nadie puede. Xavi, en cambio, ganó una Liga y una Supercopa. Con estos avales y la dimensión, sin segundas intenciones, que confiere el cargo al presidente, además del buen ojo para rescatar canteranos, ha convertido el agua en cava sin detenerse en Canaán.

El Barça ya no es un infierno ni su banquillo una silla eléctrica, el «entorno» ya no recuerda a Guardiola con cada traspié (?) y, salvo que el Girona se le suba a las barbas y le baje a la tercera plaza, disfrutará de esta balsa de aceite hasta nuevo aviso. En fútbol son innecesarias las previsiones de la AEMET para pasar en horas 24 del trópico al ártico y viceversa. La paz en el deporte rey depende de si el balón entra o no… y del imprescindible ojo de halcón. Xavi se ha hecho fuerte en el banquillo sin Supercopa ni Copa ni Champions ni Liga. Ser un futbolista legendario con el socorro de una cantera en horas altas han postergado la agonía del «nini», le han resucitado. A la vista de este patio de monipodio, falta aclarar en el vecino corral de la política la gran incógnita que Pedro Sánchez ha dejado caer sobre las carpetovetónicas espaldas españolas. Después de cinco años, decidió alejarse cinco días del mundanal ruido para reflexionar sobre su situación personal, familiar, presente y futura. El silencio de la meditación presidencial es ensordecedor. Una pléyade de periodistas ha firmado un manifiesto de apoyo al gurú de la izquierda y da por sentado que lo publicado por otros periodistas sobre el líder y su señora es filfa. Curioso. 

«Nos conviene que haya tensión», le dijo «Bambi» Zapatero a Iñaki Gabilondo en 2008; en 2022, Sánchez fue todavía más explícito: «Nos conviene que haya tensión, crispación. Está todo tan revuelto que hiede incluso estando de baja por estrés. Lo de Xavi, sin embargo, no es una estrategia, como aquella del Barça con Negreira; la protesta, la queja y el berrinche conforman su epidermis, no necesita la piel de cordero, o de bambi, como esos otros, para ocultar al lobo que lleva dentro. En 1990, a punto de comenzar el Mundial de Italia, se generó una ola de solidaridad periodística para evitar que José María García entrara en la cárcel. Muchos compañeros firmaron por su libertad, pero hubo uno que, cuando le pasaron el escrito, manifestó: «Yo mismo firmaría la sentencia». García no se enfadó: «Es el único que ha dicho lo que piensa». Como Antonio Machado: «Después de la verdad nada hay tan bello como la ficción». Aunque muchas veces se confunde.

Hoy lo que se percibe es la verdad interesada, la lealtad de bufanda, o del «estómago agradecido», que diría García. El guerracivilismo impera desde el instante en que al rival se le considera enemigo y hay que enterrarlo con sus ideas. Políticos contra políticos, periodistas contra periodistas y la mayoría silenciosa a punto de levantarse en armas, que dan ganas. ¿Será certeza o fantasía que el lunes dimite Pedro Sánchez? No consta que Nerón mostrara arrepentimiento por tocar la lira mientras asistía al incendio de Roma desde la colina Palatina. Hoy por hoy, la imagen en el espejo. Hay mentiras que precisan de más de un estómago para digerirlas, para no vomitar en pleno telediario. ¡Quia!, «no va a dimitir», «es una pose», «una cortina de humo», «se hace el interesante». Cinco días de puente, la casa sin barrer y el teléfono de su ilustrísima como arma arrojadiza en la batalla del chantaje. Estamos rodeados y no es momento de sumirse en la meditación, de afinar la lira o de tocar la flauta. Tampoco se resuelven los problemas propiciando bandos o creando una comisión, que es lo que, mira tú por donde, ha planteado el CSD para rescatar a la Federación Española de Fútbol de la ignominia. Porque una comisión, según nos dejó escrito el inolvidable Alfonso Azuara, es «un grupo de incompetentes nombrado por perezosos para hacer lo innecesario». ¡Ay, la Federación! A Villar lo metieron en la cárcel; a Rubiales le empujan hacia los barrotes. Ambos, abogados. Pedro Rocha apenas tiene estudios, es más de gramática parda, ¿será también un lobo con piel de bambi? Quizá sólo sea un buen hombre que al tocar pelo ha aullado, ignorante de que se sienta sobre una bomba de relojería activada por manos negras, que esconden espurios intereses, y cercadas por un Pegasus de Tercera División. Espía que algo queda. 

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