THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ETXEBARRIA

Por qué nos vamos a pegar un batacazo épico en Eurovisión... y por qué lo vas a pagar tú

«Y lo de Nebulossa me ha parecido un chiste de muy mal gusto. […] No es una propuesta eurovisiva»

Por qué nos vamos a pegar un batacazo épico en Eurovisión… y por qué lo vas a pagar tú

Nebulossa durante una actuación de 'Zorra' | Ángel Díaz Briñas (Europa Press)

Hace muchos años en una galaxia muy, muy lejana…

Eurovisión era un concurso familiar y era una de las emisiones televisivas más vistas en el planeta España. El festival de Eurovisión congregaba a un público familiar en una escena que yo recuerdo muy bien: mis padres y yo nos sentábamos a ver el concurso y para mí era algo maravilloso, un sueño, una cita ineludible cada año.

En aquel momento un artista que ganara Eurovisión tenía una larga carrera garantizada casi siempre. Nombres como France Gall, Massiel, Julio Iglesias, Lulú, Celine Dion… cantantes con extensas carreras jalonadas de muchísimos éxitos empezaron en Eurovisión. Y por supuesto, ABBA; el grupo con más hits de la historia también comenzó en Eurovisión.

Pero con el tiempo llegó la televisión por cable y había muchísima más oferta de entretenimiento, de forma que los europeos no dependían tanto de su televisión nacional, y esto provocó una caída en las audiencias eurovisivas. En 1996 el representante de Islandia, que creo recordar que se llamaba Paul Oscar, se declaró abiertamente gay. En 1997 una cantante trans israelí ganó el concurso con una abrumadora calificación de 172 puntos. Ella era Dana Internacional y la canción se llamaba Diva. 

El triunfo de Dana supuso el pistoletazo de salida para que Eurovisión dejara de ser una cita familiar y pasara a ser una cita de nicho enfocándose sobre todo a un público gay. Aunque lo cierto es que yo ya recuerdo que en los años 80, en bares gays de España se hacían fiestas de Eurovisión, tal y como ocurría en toda Europa. Pero eran fiestas pequeñitas. 

Hoy, sin embargo, en Madrid, en Barcelona, en Londres o en Berlin, si quieres ir a una Fiesta de Eurovisión en un bar, más vale que te presentes muy pronto o que reserves con antelación porque estará petada hasta el techo. En fin, que actualmente el que gana Eurovisión no se garantiza una larga carrera pero sí un one hit wonder que resonará en las discotecas gays de toda Europa. Eurovisión es un concurso destinado a una audiencia gay joven y profundamente politizada.

En España, por ejemplo, el año pasado, la final de Eurovisión tuvo cuatro millones de espectadores mientras que los programas más vistos de El Hormiguero tenían cinco millones. En 2023, el programa más visto fue una final de fútbol que alcanzó el récord de siete millones de espectadores y el segundo más visto, seis millones de espectadores (la copa de la UEFA y su prórroga, respectivamente). La final de Eurovisión, repito, sólo obtuvo cuatro. El eurovoto español, por lo tanto, es un voto muy joven y muy politizado. Y no representa al ciudadano medio español, sino a un segmento.

En España, un 92% de los españoles no ha ido nunca a un concierto de música clásica. Si bien es cierto que los fans de la clásica en España escuchan más música clásica en Spotify que el resto de los europeos (entre otras cosas porque no la escuchan en un escenario). Pero nos cuenta Statista que los asistentes a conciertos de música clásica en España son sobre todo personas mayores, mientras que en la franja de los 15 a los 24 años solo un 3% escucha música clásica y un 92% escucha otros estilos.

Radio 3 y Radio Clásica, dos emisoras dedicadas a la música clásica y alternativa, tienen un rating muy bajo: en el Estudio General de Medios Radio 3 solo registró un 2,9% de cuota de mercado y Radio Clásica registró apenas un 1% de la audiencia. En España no se estudia música en los colegios. Mi hija toca en dos grupos diferentes, dos, y sin embargo no sabe leer un pentagrama, ni sabe lo que es la clave de sol o la clave de fa, ni mucho menos sabe diferenciar entre un fusa y una semifusa. Toca de oído. Como ella, la mayoría de los jóvenes españoles no han estudiado música en el colegio y no sabrían leer una partitura.

Esto es importante tenerlo en cuenta porque el oído musical se educa. Una persona que no reconoce a Liszt, a Vivaldi, a Mozart, a Tchaikovsky, a Bach, a Chopin en una primera escucha no podrá darse cuenta de si una cantante desafina. Por eso el eurofandom español, compuesto sobre todo por gente muy joven, no se daba cuenta de que Rigoberta Bandini desafinaba. Y si se daba cuenta le daba igual. Y lo mismo pasaba con Nebulossa, porque no tienen el oído educado.

Porque el oído se educa, igual que educamos el ojo, el paladar o el gusto literario. Nadie que no haya leído mucho puede apreciar una buena novela, nadie que no haya visto mucho arte va a entender las obras del Guggenheim, nadie que no haya estudiado música puede apreciar si una cantante desafina o no, nadie que no haya bebido mucho y buen vino diferencia entre un Don Simon y un Protos y nadie que no haya entrenado mucho va a poder correr una maratón. En todos los aspectos de la vida, el entrenamiento importa.

Hay que recordar que el año en el que enviamos a Chanel, que era con mucho la mejor propuesta de esa edición, el eurofandom se revolvió como un solo hombre. La palabra ‘tongo’ se repitió hasta la saciedad. Yo perdí a dos mil seguidores en un día. Me llegaron a amenazar por defender a Chanel. Chanel se tuvo que retirar de las redes y recibió un acoso salvaje. El eurofandom español estaba con Rigoberta Bandini, que desafinaba, o con las Tanxugueiras, que no desafinaban, pero que no tenían ni de lejos la calidad de Chanel.

Y ¿por qué? ¿Por qué despreciaban a Chanel y apoyaban las otras dos opciones? Pues porque el eurofan español no vota a la calidad de las canciones sino que vota a lo que significan. Y como el eurofandom español está tan politizado, lo que quiere es votar himnos que ellos puedan cantar fácilmente, canciones pegadizas con letras muy fáciles de recordar y muy significativas. Pero ésos no son temas que funcionen en un festival de Eurovisión.

Vamos a ZorraLa cantante no canta nada. De hecho en la versión para Eurovisión han tenido que añadir unos coros enlatados que están a medio camino entre Alvin y las ardillas y un toad de Super Mario . La cantante tampoco baila y se pasea por el escenario mientras susurra su canción. Los bailarines enseñan generosamente su anatomía, pero ese intento descarado de ganarse al público gay poco podrá hacer contra los bailarines de Olly Alexander, el representante británico, que directamente simulan practicar sexo en el escenario y que, sinceramente tienen mucha mejor calidad técnica en su ejecución que los bailarines de Nebulossa. Y llevamos una escenografía muy llamativa pero también la llevan Bambie Thug y Megara (por cierto, dos propuestas con escenógrafos españoles: Sergio Jaén y Javier Pageo).

Nos vamos a pegar una bofetada épica. Y a mí eso me daría completamente igual si la broma la pagara el eurofandom español. Pero el eurofandom español es jovencísimo y casi con seguridad no paga impuestos, así que la broma la vamos a acabar pagando usted y yo, que sí que los pagamos. Y a mí lo de que con mis impuestos se pague hacer el ridículo en Europa no me hace ninguna gracia.

El festival de Eurovisión se ha politizado en todo el mundo pero muy especialmente en España. En España, el Festival de Eurovisión se ha convertido en una enseña para partidos políticos. Pedro Sánchez defendía a Zorra como «una propuesta de feminismo divertido» (¿desde cuándo el feminismo tiene que ser divertido y desde cuándo la objetivación del cuerpo es feminista?). Irene Montero defendió apasionadamente a Rigoberta Bandini; Tanxugueiras se convirtieron en la opción del independentismo gallego y ellas llegaron incluso a ondear una bandera independentista en público. Parecía que la calidad de las canciones importaba poco.

Lo importante era tener a los votantes contentos. Y si a los votantes de un partido les gusta una canción determinada, pues la enviamos a Eurovisión aunque la cantante desafine y no sepa bailar, faltaba más. El resultado de esta desastrosa política es que este año enviamos a Eurovisión una propuesta que está incluso por debajo del Chikilikuatre pero que, al contrario que Rodolfo, no tiene una intención irónica. Con todos mis respetos, el Chikilicuatre cantaba mejor, llevaba mejores bailarinas y la canción era más divertida y más pegadiza (y eso que Zorra es pegadiza) .

Ahora llevamos una canción muy pegadiza, pero no más pegadiza que las de Croacia o Países Bajos, que se te quedan en la cabeza al segundo. Una escenografía llamativa, pero no más llamativa que la de Irlanda o San Marino, que también están diseñadas por escenógrafos españoles. Una señora que no sabe ni cantar ni bailar y que se limita a susurrar en el escenario mientras se pasea por él como quien se va de compras. Unos tipos con corset y tacones que no bailan particularmente bien y que enseñan sus glúteos tonificados. Y un estribillo que repite una palabra que es insultante para las mujeres, un estribillo que a gran parte de las mujeres españolas no les gusta ni mucho menos la representa (vale que la canción igual quería decir otra cosa, pero al final el oyente entiende lo que entiende, y el hecho de que lleves a bailarines semidesnudos en la performance no ayuda a entender la canción como himno de empoderamiento femenino, precisamente).

Un desastre. Un desastre camp kitsch, pero un desastre.

Nebulossa ya ha dejado claro que les importa un comino ganar y que con todo lo que han conseguido ya creen que han ganado mucho. Y claro que lo han ganado, se han abierto a un público latino y ahora mismo son una de las opciones más escuchadas en Spotify en español. Pero a mí sí que me importa ganar Eurovisión porque me gusta el concurso y porque por algo soy una de las personas que lo pagan. Y lo de Nebulossa me ha parecido un chiste de muy mal gusto. Y eso que es un grupo que no me parece mal, que me encantaría ver en un festival indie. Pero no es una propuesta eurovisiva.

«Eurovisión es política», «siempre ganan los mismos», «los nórdicos siempre entre los cinco primeros», «votan entre vecinos», nos dirán cuando nos demos la hostia mayúscula. Entonces, ¿cómo se explica que Alemania, que estuvo entre los últimos tres años consecutivos, de repente quedara cuarta? ¿Y qué tipo de vecinos aseguraron que Salvador Sobral ganara Eurovisión?

Entre 1973 y 2021, España nunca llegó, ni una sola vez, a los 120 puntos. Desde 1995 hasta 2021 estuvo fuera del top 3, y los últimos años ha acabado en las últimas posiciones más de 10 veces. Chanel cambió eso porque el jurado se enfrentó valientemente al eurofandom español, pero con Zorra hemos vuelto a lo mismo, a un jurado que prioriza los intereses políticos por encima de la calidad musical. Y esas barbaridades las pagamos nosotros con nuestros impuestos, en una república bananera en la que los ciudadanos se tienen que bajar de un tren e ir andando a la estación porque el tren no funciona, como no funcionan cada día tantos trenes de cercanías en Madrid.

Sinceramente, como usuaria del tren de cercanías, si esto va a ser Eurovisión prefiero que se gasten el dinero en arreglar la red de mi provincia. Y que el eurofandom se haga un crowdfunding y se paguen ellos a sus artistas

Adenda: mis favoritos

Es decir, las canciones que más me gustan, y no quién creo que vaya a ganar.

Irlanda

La canción me gusta desde el primer día, incluso si sabía que era una canción muy difícil. Pero ella (¿elle?) es una (¿une?) cantante espectacular y el tema es un heredero directo de las vanguardias de principios del siglo XX. Ahora que Sergio Jaén, un chico de 22 años y español, le ha aportado la mejor escenografía posible creo que Irlanda tiene muchas posibilidades de llegar a la final, y me alegro. Que la cantante parezca desequilibrada, que sus declaraciones sean todas un cuadro, y que yo personalmente no me atrevería a hacer un hechizo en directo como ella lo hace (porque performa un hechizo, to hex her ex, sé lo suficiente de brujería celta como para haberme dado cuenta)… bueno, esa es otra historia. 

Ucrania

El hecho de que por un lado tengas a la irlandesa haciendo un hechizo de brujería en directo y por el otro a dos ucranianas cantando una canción dedicada a la Madre Teresa y a la Virgen Maria me parece un delirio maravilloso que solo puede ocurrir en Eurovisión.

San Marino

Megara se presentaron en el Benidorm Fest el año en que ganó Blanca Paloma y yo ya entonces les consideraba mis favoritos. Este año les rechazaron en festival español y se presentaron en Una voce per San Marino. Y lo ganaron. Estos vallecanos van a representar a San Marino, una pequeña nación de 30 mil habitantes. Su escenografía también la hace un español y es espectacular. Y ojalá lleguen a la final.

Italia

Me gusta solo por la gracia de ver a una chica italiana cantando con tanto desparpajo una cumbia.

Países Bajos

Porque la canción es muy pegadiza y porque la historia me hizo llorar. El cantante se la dedica a su padre, con el que solía ver Eurovisión de pequeño y que falleció hace años.

Croacia

Mi favorita absoluta desde que la vi, porque no me pude reír más y porque me encanta que el tema de la migración se trate con tanta ironía. Espero que gane.

PD. Hago costar claramente que no me pronuncio sobre el tema de la participación de Israel en Eurovisión ya que, como bien saben mis lectores, padezco una enfermedad autoinmune y el médico me ha recomendado que evite el estrés. Por eso tampoco he ahondado en la implicaciones de un estribillo que considera que llamar zorra a una mujer no es un insulto. 

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