THE OBJECTIVE
EL BLOG DE LUCÍA ETXEBARRIA

Soy una heroína, deme usted las gracias

«Deberían ustedes considerarme a mí una heroína, y también a mi abogada. Porque hemos sentado un precedente»

Soy una heroína, deme usted las gracias

Ilustración de Alejandra Svriz.

El Juzgado de Primera Instancia Número 6 de Las Palmas de Gran Canaria ha desestimado la demanda de un activista LGTB, antiguo secretario provincial del PSOE, contra mí, por llamarle «hombre». En la sentencia, el juez considera que mis manifestaciones cumplían con «la necesaria constatación de una base fáctica suficiente sobre la que expresar la opinión pública», al gozar el demandante de estética y genitales masculinos. Y, muy importante, impone al demandante las costas. 

Desde aquí me gustaría darles las gracias a todas las personas que me enviaron ayer la enhorabuena. No puedo responderles una por una, porque eran muchos mensajes y también porque ayer noche estaba indispuesta. (Los que me leen ya saben que llevo tiempo enferma, que uno de los síntomas son náuseas y vómitos, y que los episodios de vómitos se pueden extender durante unos dos horas, y normalmente me dejan agotada). 

Quiero agradecer muchísimo las muestras de apoyo, pero quiero dejar claro, sobre todo, una cosa: esta sentencia es particularmente importante porque crea un precedente. Y lo creo porque si yo no hubiera ganado, ley en mano, una sentencia distinta se hubiera podido utilizar para imponer criterios ideológicos y para llevar a cabo vendettas personales, al menos esta es mi opinión personal.

Voy a poner un ejemplo. Ya saben ustedes que me gusta explicar las cosas mediante ejemplos.

La transexual tránsfoba 

Hace apenas un mes, en febrero de 2024, salió a la luz la noticia de que «una simpatizante de Vox había sido condenada por transfobia». La condenada no era simpatizante de Vox, pero a los diarios de la pedrosfera no les suele gustar que la realidad les estropee una buena noticia. Se trataba de una mujer transexual y no era simpatizante de Vox. 

Y ahora entremos en los hechos reales. Dos mujeres trans se pelean. Una está operada, la otra no. Una se ha construido una vagina artificial y la otra conserva su pene. La sinpene le llama a la conpene «maricón con tetas» y la otra le responde «trans de Vox». La convagina escribe irónicamente «ya, ya, aquí una trans de Vox». Ni se le pasa por la cabeza que le vayan a llevar a juicio, ni mucho menos que la prensa vaya a decir que se trata de «una tránsfoba simpatizante de Vox». 

Estamos hablando de una mujer transexual que lleva años viviendo como transexual, y que está completamente reasignada. Que ha pasado por el calvario que significa una vaginoplastia.

Pues bien, a la mujer transexual le condenaron a pagar 720 euros y a pasar por un » curso de reeducación»- así en plan estalinista o maoista- para «curarse su transfobia». Y a seis meses de cárcel. (Que no cumplirá porque aceptó el curso de reeducación). Los jueces le atribuyen un delito de odio (artículo 510) en concurso con un delito contra la integridad moral del artículo 173 del Código Penal. 

Atención, que en esta sociedad se considera que llamarte «maricón» es altamente ofensivo pero si te llamas «zorra» eres muy empoderada. Capten ustedes ese dato. 

¿Por qué le condenaron? Porque se trata de una mujer pobre y no tiene un buen abogado, porque la justicia también tiene clases. Estoy absolutamente segura de que con otro abogado abogada no le hubieran condenado.


Yo tampoco, ni en mis momentos de ida de olla más delirantes, me hubiera podido imaginar que me iban a llevar a juicio por poner la foto de un hombre y decir que mis ojos veían en aquella foto a un hombre. Gracias a Dios, el juez me ha dado la razón.

La libertad de expresión 

Ahora que se ha sentado un precedente va a ser más difícil que un colectivo ideológico elija a cualquiera y escoja cualquier publicación al azar qué haya colgado esa persona en sus redes sociales para llevarle a juicio. 

 Realmente quienes me acusaron esperaban que yo perdiera el juicio, como lo perdió esa pobre chica transexual a la que han condenado a «reeducarse su transfobia». Pensaban que no iba a poder pagarlo, creo, y es una opinión personal. No contaban con que yo podría montar un crowdfunding. No contaban con ustedes, que me ayudarían. Y no contaban con que yo contrataría a la que ahora creo que es la mejor abogada de España, Lupe Sánchez. 

Por eso deberían ustedes considerarme a mí una heroína, y también a mi abogada. Porque hemos sentado un precedente. Y por eso a partir de ahora será mucho más difícil amenazar con cárcel, multa y cursito de reeducación a cualquiera que diga la verdad. 

Pero hay un transfondo importante en estas dos historias, la de la mujer transexual condenada y la mía. Este tipo de leyes ideológicas se promulgar por dos razones fundamentales. Una, destruir las creencias centrales de la población para poder someter las más fácilmente. Y dos, la luz de gas.

La destrucción de las creencias centrales

La importancia de un sistema de valores y moral con el que podamos conectarnos, creer y comprender el mundo es algo que no se discute a menudo. Claro, todos somos conscientes de que existe la religión y, a menudo, hasta ahí llegamos en nuestros pensamientos cuando se trata de los conceptos de fe y creencia. 

Pero hay muchos sistemas de creencias o sistemas de significado, diferentes a la religión, que los seres humanos utilizan para darle sentido al mundo. Todos nacemos con una necesidad instintiva de un sentido porque somos indefensos y frágiles. Necesitamos establecer conexiones sólidas con las personas que nos rodean y con el mundo en que vivimos. Ergo, se podría decir que nuestro sistema de creencias, por rudimentario que sea durante ese tiempo, implica que se puede confiar en las personas y que se ayudan entre sí.

Más adelante en la vida podemos creer en un sistema religioso, podemos seguir ideologías políticas, tal vez nos volvemos humanistas, puede que nos gusten ciertas ideas filosóficas. Seguimos explicaciones científicas y psicológicas de cómo funcionan el mundo y las interacciones humanas. De una forma u otra, sin darnos cuenta o no, todos utilizamos un sistema de creencias y ciertos valores fundamentales para darle sentido al mundo.

Necesitamos esas creencias centrales para dar sentido a las cosas, para darle un propósito a nuestras vidas. Y también para poder funcionar y vivir en este mundo, sin demasiado miedo ni confusión. Pero, ¿qué sucede si sus valores fundamentales y su sistema de creencias se destruyen? ¿Qué pasa si pasas por un trauma tan severo y prolongado que todo tu sistema se desmorona y ya no tiene sentido? 

Hay una diferencia cuando se trata de un trauma complejo prolongado. La dimensión de destrucción del sistema de significado de la víctima es grave. A las personas que han sido abusadas sexualmente o maltratadas o torturadas se les condiciona, se les lava el cerebro o se les asusta de una manera tan terrible que pierden toda fe, creencia y fundamento en el mundo.

El término «síndrome de tortura» se ha utilizado para describir el conjunto de síntomas que se derivan de tal destrucción de significado. El síndrome de tortura describe la pérdida de identidad que experimenta una víctima de tortura (en guerra, encarcelamiento o incluso sectas), y con dicha pérdida de identidad síntomas como depresión, desesperanza, falta de confianza en sí mismo y desconfianza en el mundo y en los demás.

Y luego también hay síntomas que son comunes con otras víctimas de trauma o víctimas de abuso y maltrato. Como pesadillas, flashbacks, ataques de pánico, depresión y dolor crónico. 

Ebert y Dyck sostienen que las personas que han experimentado eventos aversivos múltiples, severos, prolongados e ineludibles mientras estaban bajo el control totalitario de uno o más victimarios desarrollan más síntomas que las personas expuestas a otros eventos traumáticos. (1) 

Cuando una persona se le niega su creencia central se le induce una especie de síndrome de tortura y es mucho más fácil manipularla.

Por ejemplo, imaginemos a un marido maltratador que se casa con una mujer que profesa una creencia religiosa. La que sea, católica musulmana o judía, me da igual. Él no es religioso, pero le promete a su esposa que respetará su fe y que educará a los hijos que tengan en dicha fe. Una vez se casan, él rompe su promesa y cada día se ríe de la fe de ella y la ridiculiza. El propósito es que ella dude de todo lo que cree, y que de esa manera este más sometida a él.

Por eso las leyes ideológicas destruyen creencias centrales de la ciudadanía. El propósito es que la ciudadanía dude de lo que cree y de lo que piensa, y así se convierta en una ciudadanía mucho más fácilmente manipulable. 

La luz de gas

Generalmente se piensa en el gaslighting (luz de gas) a nivel personal, donde una persona obliga a otra a cuestionar su realidad. Es una técnica eficaz para colocar al agresor psicologico en una posición de poder. 

Si dejas de creer en algo tan obvio como lo que ven tus ojos y empiezas a aceptar verdades muy cuestionables como que una persona es mujer solo si decide afirmar que lo es, entonces es muy fácil manipularte. Si no confías en tu propio criterio empezarás a confiar en el de otro. 

Exactamente lo mismo ocurre a nivel cultural. La mayor parte de lo que escuchamos y leemos sobre el gaslighting se refiere a cómo una persona «ilumina» a otra mediante el uso de técnicas de manipulación y acoso emocional. 

Hay muchas maneras de abordar el gaslighting (incluidas mentir, reinterpretar el pasado y ridiculizar la opinión de otra persona), pero el objetivo final es siempre el mismo: es obligar a la persona que queda cegada por la luz de las a cuestionar su propia versión de la realidad. Es silenciar de manera efectiva sus dudas. Es forzarle a aceptar (o al menos a no poder estar en desacuerdo abiertamente con) la versión de la realidad del agresor. 

Más allá de las relaciones personales y los lugares de trabajo, el gaslighting también puede contemplarse a una escala social más amplia. En una era de sobrecarga de información y polarización, la desinformación y la manipulación son herramientas comunes de persuasión. Los individuos y los grupos pueden utilizar técnicas de luz de gas para manipular la opinión pública, sembrar dudas sobre los hallazgos científicos o distorsionar la verdad. Para obtener beneficios personales o políticos. Esto puede tener consecuencias de gran alcance para la sociedad, erosionando la confianza en las instituciones y socavando los procesos democráticos.

Por eso les voy a pedir un favor

Esta noticia apenas ha corrido por redes. Es obvio que no aparecerá en medios de la pedrosfera. Eso sí, cuando se me denunció, se anunció la noticia en un programa de televisión. Daniela Requena, secretaria de diversidad del PSOE, me llamó tránsfoba frente a medio millón de personas.

Me gustaría que lo rectificaran

Así que le pido que haga correr la noticia, y que no lo haga por mí. Que lo haga por usted y por otras personas. Para que sepan que ya no tienen que tener miedo. Que la justicia afirma que la libertad de expresión está por encima de las imposiciones ideológicas. Que tiene usted derecho a decir lo que ve con sus propios ojos. Que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Que la verdad no desaparece solo porque se empeñen en cubrirla de fango o en ignorarla. Que ya vivimos una dictadura durante cuarenta años y no queremos vivir otra. 

Que son los mismos perros con diferentes collares. Los totalitarios, los dictatoriales los autocráticos los fascistas. Que, sea fascismo de izquierda o de derecha, el fascismo siempre es fascismo.

Y que, se disfrace de lo que se disfrace, cualquier sistema político que niega la verdad y que obliga a sus ciudadanos a negarla a su vez, mediante amenazas de multa, cárcel o cursitos de reeducación, es simple y llanamente eso: una dictadura. 

Por favor, mueva usted este artículo en sus redes sociales.

Y MUCHAS GRACIAS a todas las personas que me ayudaron en el crowdfunding. Y sé que Dios, el todo cósmico, el universo, o lo que sea lo que usted crea se lo pagará. OS LLEVO EN EL CORAZÓN. 

(1) Ebert A, Dyck MJ. The experience of mental death: the core feature of complex posttraumatic stress disorder. Clin Psychol Rev. 2004 Oct;24(6):617-35. doi: 10.1016/j.cpr.2004.06.002. PMID: 15385091.

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