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Opinión

Javier Milei o cuando un presidente se convierte en ‘vedette’

El argentino ha dado una inédita vuelta de tuerca y ha protagonizado uno de los momentazos más bizarros de la historia

Javier Milei o cuando un presidente se convierte en ‘vedette’

Ilustración de Alejandra Svriz.

El viaje del show business al poder político está trufado de ejemplos recientes, no hay más que citar a Donald Trump, empresario metido a actor (ayudaba a Macaulay Culkin a encontrar el ascensor de su hotel en Solo en casa 2) y presentador del talent El aprendiz, quien llegó a la presidencia de los Estados Unidos y ahí lo tienen ahora en plena campaña por revalidar el título, o a Volodímir Zelenski, estrella del cine ucraniano que encarnó en las pantallas al presidente de su país antes de serlo en carne y hueso (Servidor del pueblo) y protagonizar una guerra que sacude Europa convirtiendo su realidad en algo mucho más increíble que la ficción.

En esta política del espectáculo encaja la figura de Javier Milei, un economista mediático convertido en ‘panelista’ (lo que aquí conocemos como contertulio) que pronto destacó por su carácter polémico y faltón. Lo del pelo llegaría con los años, a medida que fue perfilando el personaje hasta convertirlo en la versión histriónica que conocemos hoy, que crece exponencialmente desde que llegó a la Casa Rosada.

Pero el argentino ha dado una inédita vuelta de tuerca y ha protagonizado uno de los momentazos más bizarros de la historia de la política argentina. Para presentar su último libro, Capitalismo, socialismo y la trampa neoclásica, el «león libertario» anunció un show en Luna Park, la catedral del espectáculo bonaerense, con capacidad para casi más de 11.000 espectadores. Milei se dio un baño de multitudes y se portó no como un presidente en funciones sino como una estrella del rock, cantando acompañado del grupo La Banda Liberal dos temas de La Renga. «Un show musical inédito», ya lo anunció el portavoz del Gobierno. Y se quedó corto.

«Hola a todos, yo soy ‘El León’. Rugió la bestia en medio de la avenida. Todos corrieron sin entender. Panic show a la luz del día», empezaba el que fuera su himno de campaña, que interpretó desgañitándose. «Por favor, no huyan de mí. Yo soy el rey del mundo perdido. Soy el rey, te destrozaré», pero cambió la frase final, «Todos los cómplices son de mi apetito», por «Toda la casta es de mi apetito». Sin afinar, acaso importa, pero con el público enfervorecido.

Javier Milei se hizo popular gracias a la televisión con sus gritos e insultos, pero ha querido dar un triple salto mortal con pirueta musical cuando ya ostenta el cargo político más importante de la Argentina porque él aspira a más: «Soy el segundo líder mundial», se presentó en una entrevista realizada a su regreso de su periplo madrileño, mostrando su hambre de popularidad. ¿No querían espectáculo? Ahí van dos tazas. Y esto solo es el principio. Ahora bien, para imaginar el final conviene recordar cómo empezó todo…

«La vida que tiene es realmente muy compleja: un padre que lo golpea físicamente y lo humilla psicológicamente durante años, una madre cómplice de la violencia, el bullying que le hacían en el colegio. Es una falta de amor que yo la grafico en que su primer amigo llega a los 35 años, su primera pareja llega a los 47 y desde que adopta a su perro Conan en 2004 hasta que muere en 2017, pasa 13 Navidades y 13 Fin de Año brindando solo con el animal, los dos encerrados en su departamento, una copa de champán para el perro y otra para él», así presenta al mandatario el periodista Juan Luis González, que firma la biografía no autorizada El loco, la vida desconocida de Javier Milei. El retrato es demoledor, pero conviene recordar que él mismo relató en televisión la paliza que recibió por quejarse de la guerra de las Malvinas a su padre, tan brutal que dejó a su hermana en estado de shock tras presenciarla y tuvo que ser ingresada.

Ha disfrutado de su soltería, al menos ha presumido de ello en los debates sobre sexo en los que ha participado como colaborador: «Tengo una edad y, sí, tengo una historia, he participado en tríos. Te diría que en un 90% de las veces fue de dos mujeres conmigo», reconoció en el programa Podemos hablar en el que habló como coach de sexo tántrico: «Lo practico, fui profesor». Y lo hace porque, como le confesó a Moria Casan en Incorrectas, el sexo tradicional le parece «espantoso». En la misma entrevista relató cómo perdió la virginidad con una prostituta: «Mi debut no fue malo. Fue con una chica profesional a los 13 años. Andaba con ganas. Me fui a una sauna solo».

Esa misma soledad le llevó a entregar su corazón a su perro, Conan, que falleció dejándole profundamente herido. Tanto, que decidió clonarlo: Milei tiene cuatro perros clonados, pero él sigue contando cinco porque Conan se le aparece para darle consejos. Al parecer, los canes tienen poderes porque al menos uno de ellos es la reencarnación del original. Ojo, que esto no es un chiste, sino algo muy serio. Milei decidió contactar con un brujo anarcocapitalista para que le ayudara a manejar la situación, pero quien tuvo la clave de todo fue una veterinaria médium capaz de comunicarse con el perro muerto desde el más allá. No solo eso, también ayudó a Karina Milei, hermana del presidente, a entender las claves metafísicas para hablar con los animales. Cuando se saca el tema de las mascotas, el portavoz del Gobierno rechaza hacer comentarios porque es «meterse con su familia» (sic).

Cuatro meses después de llegar al poder rompió con su pareja, la actriz Fátima Flórez, muy popular en el país porque trabajó en televisión como imitadora de, entre otras, Cristina Fernández de Kirchner, expresidenta de la República Argentina y peronista redomada. Así, aunque resulte freudiano, Javier Milei estuvo saliendo dos años con la mujer que encarnaba la parodia de su archienemiga política. No sabemos si en la intimidad se disfrazaba para contentarle o provocarle.

El 27 de octubre del año pasado protagonizó uno de los momentos más virales de su carrera cuando, en pleno directo, se quejó de escuchar unas voces que le desconcentraban: «¿Podemos pedir que termine el murmullo detrás de la cámara? Porque es difícil hablar con tanta gente hablando». Al tiempo se filtraron unas imágenes del programa A24 en las que no se apreciaba a nadie en el plató, solo la cara de sorpresa del presentador, Esteban Trebucq, que intentaba tranquilizarle.

Y ahora, si quieren, ya pueden hablar de política.

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