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Opinión

Kroos, Laporta y los 'güevos' de Trillo

Entrevistas, las justas; comparecencias en actos diversos, contadas. Interacciones entre «likes», a tutiplén

Kroos, Laporta y los ‘güevos’ de Trillo

Xavi Hernández del FC Barcelona durante el partido deportivo de la Liga EA entre el FC Barcelona y el Rayo Vallecano en el Estadi Olimpic Lluis Companys. | David Ramirez, Europa Press

Los aíslan y dejan a merced de las redes sociales –en ocasiones, fecales–, donde el deportista encuentra su desahogo. Es la herramienta que utilizó Kroos para despedirse, donde Xavi dejó su epístola a los culés. Entrevistas, las justas; comparecencias en actos diversos, contadas. Interacciones entre «likes» y ocurrencias propias, a tutiplén. Tantas que cuesta creer que determinados textos procedan del ingenio y la perspicacia de quien ha hecho del deporte una profesión, o un empleo de supervivencia, como demasiados políticos, que se meten en harina para comerse un colín. Así, a medida que crecen la fama y el ego, encoge la burbuja en que se confinan, secuestrados y comprimidos por el partido o por el representante. Los astros (deportivos) reducen sus apariciones a la mínima expresión, en cambio Óscar Puente sube el precio del pan mientras trasciende su verborrea hasta el Río de la Plata donde encuentra un competidor que insulta al alza. En el caso del ministro se trata de nuestro representante, émulo masculino de Yolanda Díaz, quien, cuando se siente estupenda, recurre a la poesía terrorífica, «del río hasta el mar». 

Representantes del pueblo que les da de comer y al que ignoran, los políticos; luego están los otros, los deportivos, que pueden ser intermediarios con rango de sanguijuelas o jefes de prensa, según. Ahora, imaginemos a más de una treintena de periodistas en una jornada normal de entrenamiento del Real Madrid, con las persianas de los ventanales que dan al campo bajadas, que no entra un rayo de luz. Si hay partido inmediato, conferencia de Prensa del entrenador y de un jugador. El día del encuentro, fugaz aparición en la banda o en la zona mixta. Punto final. Cuarenta años atrás, en la antigua Ciudad Deportiva, los futbolistas hacían cola para que los entrevistara uno de los tres o cuatro periodistas que acudían regularmente a los ensayos. Exigían su cuota mediática. No había altavoces sociales. Hoy esa porción cada vez más escuálida la administran ellos y sus agentes. Donde mejor se explican los futbolistas es en el terreno de juego; a los periodistas se enfrentan de cuando en cuando, una vez al mes como mucho. Sólo los entrenadores ocupan habitualmente el «sillón del dentista», que en la cosa política es el martirio reservado al pueblo. En ese espacio Xavi empezó a perder el oremus. Tampoco entendían en el club su victimismo. En el ámbito de la exposición social prospera el deportista e interviene el «representante», contratado para que le sirva de filtro, le ordene la agenda y, finalmente, aislarlo para comodidad de ambos. Mancilla su imagen. Consecuencia, el «repre» gana y el deportista pierde. Naturalmente, hay excepciones, también en política, el sector donde aplicar esta máxima de Groucho Marx: «Nunca olvido una cara, pero con la suya haré una excepción».

«Cine, cine, cine, más cine por favor…» Preguntan a Ricardo Darín, protagonista masculino en «El secreto de sus ojos», si es feliz: «Cansado de ser feliz», responde; «¿contento? Como un perro con dos colas». En contra de lo que cantaba Aute, no todo en la vida es cine. El viernes 24 hizo un mes desde que a Xavi le convenció Laporta para que agotara el año de contrato hasta 2025, después de anunciar en enero que se bajaba del autobús en marcha, y que se iría sin cobrar el finiquito, en torno a los 18 millones. Era su decisión. Rectificó porque creyó que una cena con sushi en el ático presidencial como muestra de confianza y su necesidad de ser tan feliz como un perro con dos rabos eran impulsos suficientes para continuar. No imaginaba que el 24 de mayo, a 48 horas de jugar el último partido de Liga en el Sánchez Pizjuán, «Jan» le iba a castrar los dos apéndices.

En esa magnífica película de Juan José Campanella se notaba que a Darín le faltaba convicción al hablar de sus sentimientos. Bebía los vientos por Soledad Villamil, con una verruga al lado derecho de la nariz, imperfección que, sin embargo, contribuye a la perfección del luminoso, bello y expresivo rostro de la actriz. Empero, la historia acabó tan bien como mal presagiaba la de Laporta y su empleado temporal. Ya no se trata de la devolución del rosario de la madre, sino de algo más material e inequívoco: el presidente destituye al entrenador en medio de un vodevil, que ni el desarrollo ni el nudo ni el desenlace apuntaban a drama, y el técnico, herido, responde que «OK», pero que tiene que cobrar el finiquito al que renunció cuando dijo que se daba el piro. Demasiadas historias de amor acaban mal en el Barça.

El folletín auguraba un final abrupto según avanzaba. La víctima aún no era cadáver y el sucesor, Hansi Flick, se paseaba por las portadas. Ahora intervendrán los abogados y el representante, que intentará encontrar la mejor defensa para que su cliente cobre hasta el último maravedí. No es la despedida que se merece un símbolo azulgrana, jugador sublime, adiestrador en fase de maceración. Qué diferente del adiós de Tony Kroos del Madrid, y qué distinta la aplicación de los atributos masculinos para reflejar una realidad. Ancelotti: «La decisión de Kroos es la de un hombre con huevos». Los de Laporta sugieren otro matiz: despide a Xavi después de hacerle rectificar por un plato de sushi. Entre tanto, el día que Tony comunicó que dejaría de jugar tras la Eurocopa, el madridismo recogió la noticia como si fuera un óbito. Una vez recuperado del «shock», comprobó que sigue vivo y que merece un homenaje, no un funeral. A Xavi le recordarán unos pocos, los que protestarán contra Laporta. «¡Manda ‘güevos’!», sentenció Trillo. Y «¡viva Honduras!», aunque sea El Salvador. Cuestión de huevos.

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