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Opinión

El referéndum de Hansi Flick

«En esta semana el Barcelona ha anunciado el fichaje de Hansi Flick como relevo del pobre Xavi»

El referéndum de Hansi Flick

Hansi Flick. | Europa Press

Dos horas y media después de la entrada de este artículo en THE OBJECTIVE, el Real Madrid, que no es de perder finales –su máxima es que estos partidos se juegan y se ganan– porque es miembro numerario de la corte de los milagros, se enfrenta en Wembley al Borussia Dortmund. En la balanza, 80/20 a favor del equipo español. Pero cuidado, que los alemanes no son unos membrillos y estarán arropados en Londres por 402.000 aficionados. Sí, tantísimos y muchos más creen en la victoria.

Días antes del probable viaje de la «decimoquinta» hacia la Sala de Trofeos del Bernabéu, Rafael Nadal perdió en Roland Garros con Alexander Zverev. Curiosa coincidencia: un español y un alemán, ¡vade retro! En el primer set Rafa apenas opuso resistencia; el segundo lo pudo ganar, pero cayó en el tie break, y en el tercero y definitivo aguantó los raquetazos de Shasha y, aplaudido a rabiar, se despidió de la tierra francesa hasta los JJOO. Esa es la idea. Nadal es único, pura pasión. Lo que para Tony Kroos su deporte es un oficio, el medio para ganarse divinamente la vida, para Rafa es la chispa de la vida, el estímulo diario que le despierta cada mañana y le ayuda a caminar, aunque sea con muletas y los brazos en cabestrillo, después de tantas y tan diversas lesiones. Cumplirá 38 años este lunes, 3 de junio. A Sinner y a Carlitos, que quiere jugar el doble olímpico con él, a Rune y a Félix Auger-Aliassime, los jóvenes llamados a suceder al Big Three, casi les dobla la edad. El recuerdo de la primera de sus victorias en la tierra francesa (2005) parece de otro siglo. Era el comienzo de la dictadura del tripartito, cuando Federer, Djokovic y él apenas dejaban respirar a Murray, Del Potro, Nalbandián, Hewitt, Roddick o Wawrinka.

Durante 20 años, Rafa mezcló triunfos en todas las superficies con un sinfín de fracturas, fisuras, el mal de Müller-Weiss, tendinitis, molestias, dolores crónicos y perpetuos, rotura de tendones, desinserciones de vainas en ambas muñecas, problemas en las rodillas, en el psoas, desgarros en el abdomen… ¡Qué cruz! Hay soldados que después de cada batalla regresan a casa en mejor estado. Cuando el 5 de junio de 2022 avasalló a Casper Ruud en la final de Roland Garros (6-3, 6-3 y 6-0) pensamos que era eterno, un superhombre inquebrantable que resurgía con más fuerza después de cada contratiempo. De ahí la admiración que le profesan y el respeto que aún le tienen los rivales, aunque sea el 275 de la ATP. Porque no se deja vencer, como le ha sucedido a Garbiñe Muguruza, derrotada por el tenis, que dejó de apasionarla, que no entiende la tozudez de Rafa, probablemente porque no alcanza a comprender que un oficio sin pasión es un lunes en la oficina, la rutina insoportable.

También en esta semana el Barcelona ha anunciado el fichaje de Hansi Flick como relevo del pobre Xavi. Pretende Joan Laporta que Flick sea la criptonita del Madrid, que el entrenador alemán sea un calco del Mourinho que contrató Florentino para contrarrestar el efecto Guardiola, que el nuevo Barça sea un obstáculo para el todopoderoso y rutilante Madrid de Carlo Ancelotti. A Hansi le habrán contado que en una región embrujada por los referéndums tendrá que afrontar el suyo desde el principio, que los entrenadores no son beneficiarios de amnistías, como determinados delincuentes, y que marcarán su camino los resultados deportivos. Lo sabe. También Ancelotti, consciente de que sus éxitos no le liberarán de la lapidación al menor traspié. Los errores dibujan las trayectorias de los técnicos. En fútbol, el yerro se paga; difícil de corregir en unas ocasiones e imposible de perdonar en otras. Ejemplo dispar: el ejército israelí ha confundido dos veces, por lo menos, un campo de pobres refugiados con un nido de Hamas, munición que acerca a los antisemitas a su realidad. Obvian el 7-O y después de estas carnicerías hacen como que nunca ha existido.

Ahora que estamos locos, de atar en millones de casos; ahora que puede presidir Estados Unidos un condenado como Trump, que tiene más peligro que una caja de bombas y casi más que Putin; ahora que atacar a la Policía, destrozar el mobiliario urbano, incendiar contenedores, colapsar aeropuertos, estaciones ferroviarias y una gran ciudad, ahora que todo eso es factible y los malhechores no sólo doblan el brazo al Estado sino que además asoman en los telediarios como héroes mientras amenazan a quienes intentaron meterlos en cintura, ahora que dan ganas de no pagar ni una miserable multa de aparcamiento en nombre de la amnistía, ahora es el momento de pararse a pensar y centrarse en lo gratificante: deporte y deportistas. Es tiempo de reflexionar, de descubrir qué mosca habrá picado a las monjas de Belorado, al Papa para hablar de mariconeo en los seminarios, a Patxi López para nombrar a Begoña Gómez presidenta de España, a Bolaños para desafiar a jueces, fiscales y a ese sector de la opinión pública que no admite pulpo como animal de compañía y cree que echarse la siesta con una familia de escorpiones entraña riesgo mortal. Hay quien no ha leído un libro en su vida, y menos uno de Ciencias Naturales, y está convencido de que esos artrópodos son inofensivos. Ignoran su naturaleza. Desprecian los peligros, embaucados por un poder que ellos prestan. Viven en otro mundo, tan alejado del universo de Nadal, de Ancelotti, de Kroos y de Flick que no piensan que quien la hace la paga. Qué van a saber, entonces, de esta cita de Richelieu: «Dadme dos líneas escritas de puño y letra del hombre más honrado y encontraré en ellas motivo para encarcelarlo». Aviso a navegantes.

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