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Garbiñe Muguruza y otros deportistas que no pudieron (o no quisieron) dar más

Repasamos los casos de algunos atletas cuyas carreras no alcanzaron el potencial que prometían

Garbiñe Muguruza y otros deportistas que no pudieron (o no quisieron) dar más

De izquierda a derecha, Neymar Jr., Dominic Thiem, Garbiñe Muguruza, Stéfanos Tsitsipas, Eden Hazard y Ronaldinho Gáucho. | Ilustración: Alejandra Svriz

La ya exjugadora hispanovelezolana Garbiñe Muguruza anunció el pasado sábado su retirada del tenis con tan sólo 30 años de edad. Puso así el cierre a una más que notable carrera que la llevó a lo más alto del ranking WTA, a ganar dos Grand Slam (Roland Garros en 2016 y Wimbledon en 2017) y a convertirse en la maestra del circuito femenino en 2021.

Y, con todo, son muchos los que piensan que Muguruza podría haber traído muchas más alegrías al tenis español. Por talento, por físico y por juego. Si bien estuvo cerca de doblar su palmarés de grandes torneos —perdió las finales de Wimbledon en 2015 y del Abierto de Australia en 2020—, Garbiñe parecía llamada a suceder a las hermanas Williams, a las que venció en la hierba de Londres y la tierra de París, como gran dominadora del circuito. A fin de cuentas, el segundo de sus Grand Slam, que a la postre resultó ser el último, lo ganó la hispanovenezolana con sólo 23 años. Sin embargo, después de aquello, su trayectoria estuvo marcada por la irregularidad, las dudas y una aparente incapacidad de centrarse en el tenis con la constancia que sólo las grandes campeonas poseen.

Sin ánimo de equiparar cada situación concreta con la de Muguruza, a continuación repasamos otros ejemplos de deportistas que en su día aspiraron a heredar la corona de sus respectivas disciplinas —o al menos a carreras mucho más exitosas— pero que después no alcanzaron todo el potencial esperado.

La next gen en el tenis masculino

Todavía sin cambiar de deporte, encontramos un buen ejemplo en el circuito masculino, concretamente en la generación situada entre el Big Three (Federer, Nadal y Djokovic) y la remesa de jugadores más jóvenes que lideran Carlos Alcaraz y Jannick Sinner. Hablamos, por tanto, de los Daniil Medvedev, Dominic Thiem, Stéfanos Tsitsipas, Alexander Zverev y compañía. Cuando la edad dictaba que este grupo de jugadores debía empezar a disputarle las grandes victorias a los tres grandes dominadores del tenis mundial, lo cierto es que apenas ha conseguido arañar un par de grandes al trío helvético-hispano-serbio.

En efecto, sólo Thiem y Medvedev han conseguido levantar un Grand Slam cada uno, el Abierto de Estados Unidos de 2020 y el de 2021, respectivamente. Además, cada uno ha perdido tres finales de majors. El austriaco ha tenido mala suerte con las lesiones, lo que ha lastrado su carrera. Por su parte, el ruso sí es uno de los más destacados jugadores del circuito. Peor suerte todavía han experimentado Tsitsipas y Zverev. Aunque ambos han llegado a finales, ninguno ha conseguido levantar uno de los grandes campeonatos.

Un solo dato resume bien ejemplifica el escaso éxito de estos jugadores: con sólo 20 años, Alcaraz ya tiene el mismo número de Grand Slam que todos ellos juntos.

Si bien el exiguo palmarés en grandes citas de esta nómina de jugadores puede achacarse en gran parte a las extraordinarias y longevas carreras de Federer, Nadal y Djokovic, muchas voces autorizadas —como la de Toni Nadal— apuntan a su menor fortaleza mental en comparación con el Big Three.

Futbolistas

El fútbol es otro deporte que ha dejado un buen número de ejemplos de jugadores cuyas carreras podrían haber ido mucho más allá. Un caso paradigmático es el de Jorge Alberto González Barillas, más conocido como Mágico González. El delantero salvadoreño estaba dotado de un talento sin igual —el propio Diego Armando Maradona no se veía a su altura—, pero le perdieron, según sus palabras, unas ganas de juerga que no le quitaba «ni su madre». Sus años en España, distribuidos entre el Real Valladolid y sobre todo el Cádiz, se saldaron con 80 goles en nueve temporadas, una cifra que se quedó muy lejos de hacer justicia a su genio.

Un caso similar es sin duda el de Ronaldinho Gaúcho. El brasileño ganó con la selección un Mundial (2002), una Copa América (2005) y un bronce olímpico en Pekín 2008; en sus años en el FC Barcelona, una Champions, dos ligas y dos Supercopas, entre las temporadas 2004-2005 y 2005-2006; y en Italia, una Serie A con el Milan en la 2010-2011. Además, fue galardonado con el Balón de Oro en 2005. Este palmarés —al que se suma la Copa Libertadores con el Clube Atlético Mineiro—  sería apabullante sin ningún paliativo si hablásemos de cualquier otro futbolista. Pero tratándose del talento del brasileño, puede decirse la manida pero cierta frase de que Ronaldinho llegó al trono del fútbol mundial, pero abdicó su corona demasiado pronto. Igual que con Mágico González, la vida nocturna tuvo mucho que ver en ello.

La historia de Ronaldinho tiene ecos en Neymar Jr. También este otro brasileño alcanzó la gloria con su selección —oro olímpico en Río 2016— y con el Barça: dos ligas, tres Copas del Rey y dos Supercopas, además de la Champions de 2015, una Supercopa de Europa y un Mundial de clubes. Sin embargo, su fichaje por el Paris Saint Germain frustró para muchos el desarrollo de una carrera que apuntaba a mucho más. A pesar de su éxito en un fútbol de menor categoría (cuatro ligas francesas, entre otros títulos), Neymar no consiguió coronar el sueño catarí de volver a levantar la orejona. Tras varios años en los que no han faltado lesiones y escándalos, el brasileño abandonó definitivamente el primer nivel fichando por el Al-Hilal saudí el pasado verano.

Cuando Eden Hazard firmó por el Real Madrid en verano de 2019, convirtiéndose entonces en el fichaje más caro de la historia del club, era sin duda uno de los mejores jugadores del mundo. Pues bien, aunque sus cuatro temporadas en el club blanco fueron de gran éxito en términos de palmarés (dos ligas y una Champions incluidas), poco tuvo que ver el belga en esos triunfos. En 76 partidos con el Madrid, Hazard marcó siete goles y dio 12 asistencias, una incomparecencia que no es fácil explicar y que terminó con su marcha del conjunto de Chamberí el pasado verano.

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