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Opinión

El turismo, objeto de populismo

«Solo hay un responsable de la situación del turismo y la vivienda: la administración»

El turismo, objeto de populismo

Turistas en la playa de Barcelona. | Agencias

Están siendo unos días algo convulsos para el turismo consecuencia del debate social en relación a la falta de vivienda y a la asociación, creada intencionadamente por algunos, entre turismo y precariedad de la vivienda y overtourism. En definitiva el discurso es el siguiente: no hay vivienda o la que hay es muy cara debido a la proliferación de viviendas turísticas. 

El debate, que se produjo hace unas semanas en Canarias y algunas localidades de Cataluña, como Gerona, lleva años instalado en Barcelona y ello, pese a haber quedado acreditado que en esta ciudad el número de viviendas turísticas representa únicamente el 0,77% del parque total de vivienda y en Cataluña el 2,7%. Es cierto que Barcelona, como la mayoría de ciudades de España, ha visto incrementado año tras año el precio de la vivienda, pero no será por la apertura de viviendas turísticas, las cuales están prohibidas desde el año 2014.

Este discurso intencionado, que están haciendo suyo muchas administraciones, es sumamente peligroso e irresponsable por parte de algunos, que se acogen al mismo para justificar reiterados incumplimientos en las políticas de vivienda, contribuyendo con sus afirmaciones a posicionamientos contrarios al turismo. Sin duda, es mucho más cómodo culpar al sector privado que asumir las consecuencias de la absoluta ineficacia de las escasísimas medidas adoptadas. Si me permiten, solo hay un responsable de esta situación: la administración. Los diferentes gobiernos estatales, autonómicos y locales que han tenido la potestad de planificar y generar vivienda pública y no lo han hecho. Unos datos acreditativos: del parque total de viviendas en la UE, Países Bajos tiene un 30% de vivienda pública; Austria, un 24%; Reino Unido, un 17,6%; Francia, un 16,8%; y España, un  2,5%.

Lo cierto, como ya avanzó en su análisis la Comisión Nacional de Mercados y Competencia, es que «actualmente, no existen evidencias concluyentes del impacto de las viviendas turísticas en el precio de la vivienda. El aumento generalizado de los precios de la vivienda en España en los últimos años se debe a una confluencia de factores económicos, entre los que cabría incluir el uso turístico, pero es difícil discernir en qué medida han contribuido cada uno de esos factores. Así, no existe evidencia de una relación directa y exclusiva entre la oferta de viviendas turísticas y el precio de las viviendas. Esta crítica debe ponerse en relación con la principal alternativa a las viviendas turísticas. Si no hubiera crecido la oferta de viviendas turísticas, se habría producido un mayor crecimiento de la construcción de hoteles y edificios de apartamentos turísticos para atender a la demanda de alojamiento de turistas, lo cual supondría detraer viviendas de residentes para dedicarlas íntegramente al turismo».

El tema de la vivienda es un tema complejo que lamentablemente no se está abordando de forma eficiente. Pongamos el ejemplo de Barcelona. Una ciudad de éxito, que atrae eventos y los mejores congresos del mundo, grandes acontecimientos deportivos, con una extraordinaria sanidad, ciudad elegida para vivir por miles de extranjeros por su gran calidad de vida. Con una oferta cultural magnífica y una gastronomía de primer nivel. Una ciudad que atrae turismo, pero también inversiones, talento, nuevas infraestructuras y ecosistemas tecnológicos. Toda esta amalgama de personas; residentes, extranjeros, estudiantes, artistas, científicos, profesionales varios, residen de forma permanente o temporal en la ciudad, la cual ve crecer la demanda de vivienda sin que nueva oferta cubra las expectativas y por tanto el precio  asciende considerablemente. Cualquier ciudad en el mundo con estos atributos se encuentra en una situación similar, con la diferencia de que muchas han sabido planificar y gestionar la construcción de vivienda.

El turismo en Barcelona representa el 12% del PIB. No estamos ante un escenario de monocultivo, sino ante una economía diversificada. Una ciudad que ha avanzado y progresado y quiere tener un lugar en el mapa internacional. Si Barcelona no ambicionase ser el hub tecnológico por excelencia del sur de Europa, menos profesionales y empresas extranjeras se instalarían aquí dispuestas a pagar los elevados precios de las viviendas. Si no tuviéramos una sanidad excelente, posiblemente no vendrían personas de todo el mundo a tratarse ni vendrían estudiantes e investigadores si Barcelona no tuviera magníficas universidades y escuelas de negocios. Por consiguiente, no podemos afirmar que el turismo expulse a los residentes sino un conjunto de muchos factores que concurren en la ciudad hacen de Barcelona una ciudad de éxito y una de las mejores ciudades del mundo para vivir. Por tanto, limitar el tránsito turístico repercutiría negativamente en el espíritu y estrategia de internacionalización de la ciudad pues afectaría a las infraestructuras, comunicaciones, transporte, etc.

 Es cierto que el turismo, el desarrollo y el progreso, producen externalidades que deben preverse y gestionarse para minimizar sus efectos. Muchos de ustedes conocerán el proyecto de las famosas «supermanzanas» de Barcelona. Una transformación del espacio público en favor del peatón. Pues bien, dicha intervención ha dejado la calle Consejo de Ciento como un oasis en medio del desierto. Sin coches, espacios verdes, lugares para descansar, etc. Pero también ha dado lugar a externalidades negativas; las calles adyacentes están a tope de tráfico -el que tenían y el que absorben de la calle Consejo de Ciento- y los precios de las viviendas y locales tanto de compra como de alquiler se han incrementado más de lo habitual. Los propietarios de inmuebles obtienen una mayor rentabilidad a la vez que personas que vivían en la zona se ven «expulsadas» ante la incapacidad de asumir los incrementos de precios. ¿Debemos por ello dejar de hacer supermanzanas?, entiendo que no. Que se debería poder mejorar el espacio público del máximo número de calles de la ciudad, pero siempre y cuando se tengan en cuenta las consecuencias y se planifique estableciendo medidas que reduzcan los impactos. 

Lo que no es posible ni aceptable es que aquellos que ahora culpan a los pisos turísticos y al turismo, defiendan y mantengan la norma que obliga a los promotores a hacer un 30% de vivienda pública con un resultado de ocho pisos sociales en cinco años. No es de recibo que se respalden medidas de limitación de la renta en contratos de arrendamientos de vivienda habiendo constatado la fuga de miles de viviendas a la modalidad de contratos temporales no sujetos a dicha limitación. No es aceptable que se continúe sin un plan ágil y eficiente de transformación de locales en vivienda dado el excedente existente de los primeros, así como se continúe con un sistema de transporte caótico como es Rodalies de Cataluña que impide que miles de personas puedan vivir en localidades cercanas a la ciudad con viviendas más económicas, como ocurre en París o Londres, al no disponer de un sistema de transporte eficaz, etc. 

No quiero ni pretendo ser la gran defensora de las viviendas turísticas. Si soy una defensora del turismo, del rigor y del conocimiento y creo que se está utilizando esta modalidad de alojamiento con fines populistas que acabarán arrastrando a todo el sector. Creo que las viviendas turísticas deben existir, suman al destino, a su diversidad y generan riqueza directa e indirectamente a todo el comercio local. Pero también creo que deben estar reguladas, que se debe combatir y erradicar la oferta ilegal y posiblemente limitar su número en algunos municipios en base a criterios proporcionales evitando estigmatizaciones. 

No creo que el turismo sea el causante de todos los males. El turismo aporta riqueza, empleos cada vez más cualificados, incide directamente en muchos otros sectores económicos, ayuda a la conservación del patrimonio, a disponer de mejores infraestructuras. España tiene una gran fuente de riqueza y prosperidad con el turismo y me cuesta entender cómo se está fomentando cierto descrédito del sector. ¿Se imaginan ustedes a los alemanes criticando su industria que es su mayor fuente de riqueza? Debemos ponernos a trabajar, a planificar y gestionar con una visión a medio y largo plazo, huyendo de polémicas populistas y apostando por un debate constructivo entre el sector privado y público. Críticas constructivas y no destructivas que nos permitan reconducir el debate. No hay una sola fórmula. Cada destino, ciudad, población tiene sus particularidades, sus problemáticas y deben tratarse de forma específica. En el caso de  Barcelona la extrema concentración de la actividad turística en pocos barrios crea una fuerte presión causando molestias. Deberemos en este caso fomentar la descentralización, mejorar las comunicaciones para que la ciudad sea punto de partida de nuevos itinerarios en la región que ayuden a la dispersión del visitante. Tendremos que reducir el tráfico, potenciando el transporte público y habilitando parkings en los accesos de la ciudad para todos aquellos que se desplazan diariamente a la ciudad, arreglar de una vez por todas el problema de Rodalies, etc. En definitiva, hay que coger el bisturí y con profesionalidad y destreza ir solucionando los problemas para garantizar una convivencia pacífica entre los visitantes y los residentes, consiguiendo que unos y otros disfruten de la riqueza  de nuestro país.

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