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Opinión

La plaga de los famosos que se juntan para engendrar nuevos famosos

Acostumbrados a moverse en círculos privados y exclusivos, están condenados a una endogamia que multiplica su poder

La plaga de los famosos que se juntan para engendrar nuevos famosos

Alejandra Rubio. | Europa Press Reportajes (ContactoPhoto)

Hay famosos que, como las cucarachas, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Eso sí, todo ello sin perder su status de famoso, que a veces más que una etiqueta es un sambenito. Durante mucho tiempo, alcanzar la fama exigía superar un duro y largo proceso en el que coincidían diversos parámetros: talento, suerte, carisma… Ahora, con el fenómeno de las redes sociales, se puede alcanzar la popularidad de una manera tan meteórica como arbitraria, pues el éxito de muchos influencers resulta en muchas ocasiones inexplicable: los contenidos más absurdos pueden llevar a una multiplicación de seguidores merced un algoritmo que parece programado por una IA con voluntad de acabar con la humanidad.

Una vez logrado el objetivo, queda lo realmente complicado: mantenerse en el proceloso mundo de los reportajes, entrevistas y exclusivas generando tramas, noticias y polémicas; lo que viene a llamarse salseo. El trabajo de algunos famosos es básicamente inventarse mil trucos para seguir siendo famoso. Hay estrellas como Ana Obregón, que a lo largo de su vida ha sabido construirse una carrera profesional en paralelo a todo un catálogo de portadas sobre sus novios, su hijo y ahora, su nieta.

Anita ha sido una insuperable fábrica de titulares. También hemos visto otro tipo de profesionales, como aquella mítica ‘pandilla basura’ que nos dieron noches de gloria en los 90, formada por Tamara, Leonardo Dantés, Tony Genil, Paco Porras y Loli Álvarez. Cada uno de ellos era por sí solo un cuadro, pero la suma de todos daba contenido inverosímil de primera para Crónicas marcianas. Sus escándalos eran la comidilla del momento y su acierto fue aquella suma de talentos que les convertía en un toda una muestra de darwinismo social.

El descubrimiento resultante se ha aplicado con éxito en muchas parejas de famosos, unidos por el amor y, en ocasiones, también por el negocio, relanzando sus carreras y creando una nueva entidad con más valor en el mercado. Así nos encontramos con una segunda generación que llega con el pan de la fama debajo del brazo y tiene asegurado su porvenir en el olimpo del corazoneo. El fenómeno está alcanzando tales cotas que ya existe un nombre para ellos, los nepobabies, hijos de famosos que consiguen entrar sin esfuerzo alguno en el mundo del cine, la música o el diseño. Acostumbrados a moverse en círculos privados y exclusivos, están condenados a una endogamia que multiplica el efecto de su poder a la hora de venderse y colocarse.

La fórmula famoso busca famosa para tener famosillos es infalible, no hay más que ver la revolución que ha supuesto el anuncio —previo pago— del embarazo de Alejandra Rubio a resultas de su noviazgo relámpago con Carlo Costanzia. La nieta de María Teresa Campos, hija de Terelu y sobrina de Carmen Potota Borrego había ejercido hasta ahora como colaboradora en distintos programas de televisión, cultivando su papel de portavoz familiar en distintos conflictos, apuntando maneras en un mundillo del que renegaba por razones éticas.

Pues sí, ahí donde la ven, Alejandra presumía de no vender su intimidad y juraba que no lo haría jamás. Por su parte, el hijo de Mar Flores bastante tiene con su pulsera telemática con la que sigue cumpliendo condena por estafa y con las graves acusaciones de homicidio que pesan sobre sus hermanos, Pietro y Rocco. Ya se ha beneficiado de un cheque por contar su paso por la cárcel y sus adicciones en ¡De viernes! Uno y otro, por separado, funcionaban a medio gas. Unidos son un huracán.

Así que tenemos a la tercera generación de una dinastía de comunicadoras y al heredero rebelde de la mujer que desató un escándalo nacional al engañar al que fuera su pareja, Fernando Fernández-Tapias, con el conde Lequio. La fusión entre las Campos y los Flores ha empezado fuerte: se estima en unos 85.000 euros el valor de la noticia del embarazo. La parejita se ha ido en catamarán a Ibiza para celebrarlo por todo lo alto.

La maquinaria se ha puesto en marcha. Las reacciones de las famosas madres (al padre de Alejandra, conociéndole, no le habrá hecho ninguna gracia ni el noviazgo, ni el embarazo, ni la apuesta de su hija por convertirse en carne de prensa del corazón) ocupan los digitales, los planes de boda se le escapan a la tía Carmen, que ya tiene tema para apuntarse dejando a su hijo a un lado, y se abre todo un mundo de posibilidades para facturar: que si la primera ecografía, que si la fiesta del descubrimiento de género, que si el piso que van a compartir como novios… El negocio acaba de comenzar.

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