Flick, Simeone y Ancelotti, cuestión de agallas
«Ancelotti necesita acoplar una constelación para salir airoso de un reto mayúsculo: repetir los éxitos de la última temporada»
Como lo de «su sanchidad» y sus apóstoles no tiene remedio, en esta ocasión vamos a hablar solo de fútbol, pese a las similitudes y a que termino de teclear antes de que el Barcelona reciba al Valladolid, el Atleti visite San Mamés y hoy el Madrid intente luchar contra sus fantasmas en el Bernabéu contra el Betis. Como en ambos apartados la veteranía no es un grado, excepción hecha de los pelotazos de Ketty Garat, hay que hacer encaje de bolillos tanto para mantenerse en el púlpito monclovita como para conseguir la alineación más equilibrada, fiable y competitiva. Así que, por partes: la Champions. Lo mejor del novedoso sorteo llega cuando se acaba, que es cuando te enteras de quiénes integran cada grupo y los rivales de los equipos que te interesan. Buffon y Cristiano sacaban bolitas (el primero) y apretaban el botón (el segundo) para que un algoritmo determinara los cruces. Se enfrentarán a contrincantes comunes, no serán dos partidos contra un mismo adversario y al cabo de ocho encuentros, cuatro en casa y otros tantos fuera, comprobarán cuál es su alcance en la competición. Nueve equipos por cada uno de los cuatro grupos; los dos primeros pasan a octavos; los que se clasifiquen entre el puesto 9 y el 24 irán a dieciseisavos para jugar un «playoff» de ida vuelta, el resto morirá en la orilla. La fiesta empieza el 17 de septiembre y termina el 31 de mayo en Múnich. Madrid, Barça, Girona y Atlético ya saben a lo que se enfrentan y sus responsables, a lo que se exponen. En este capítulo, para el debutante Míchel la experiencia, sea cual fuere el resultado final, es un sueño. Para Ancelotti, Flick y Simeone, un reto que al mínimo traspié se convertirá en pesadilla.
El Cholo, pese a la renovación de la plantilla (185 millones de inversión), siembra más dudas que sus colegas. En 2011 rescató al Atlético de la ignominia, de la ruina económica, del ostracismo y del «pupismo». Con él llegaron los títulos (7 en 13 años) y, año tras año, la clasificación para la Liga de Campeones, escarapela a la que se acogen sus acérrimos defensores para defenderlo de los sucesivos batacazos en las tres últimas temporadas. Como el curso 24-25 está en los albores, concederle un voto de confianza es lo suyo, aunque el empate en casa con el Espanyol, tras una serie de cambios disparatados, le «retratan». Julián Álvarez, «el fichaje», una inversión de 75 millones de euros, sustituido en el intermedio. Lo más inaudito, meter a un defensa (Reinildo) y quitar a un delantero (Sorloth) con empate a cero frente a un equipo que, hasta el Metropolitano, no había sumado un punto. «Cholismo» en estado puro, ataque de entrenador cuyas consecuencias mitigó el 1-1 del Madrid en Las Palmas sólo 24 horas después. No ganar la Liga al Madrid o al Barça no es un baldón, perderla en noviembre debería ser causa de despido.
Ancelotti y Flick hacen malabarismos con lo que tienen; a Simeone se le caen las bolas. El italiano necesita acoplar una constelación para salir airoso de un reto mayúsculo: repetir los éxitos de la última temporada. Empezó bien al ganar la Supercopa, incluso marcó un gol Mbappé; pero la Liga le está mortificando: una victoria y dos empates, como el Atleti. Ha asumido que le falta equilibrio en el centro del campo y ha denunciado la falta de compromiso de sus jugadores. Ha metido a Mbappé con calzador en el centro de la delantera y, por ahora, es un fracaso porque la tendencia natural del francés es irse a la banda izquierda, ocupada por Vinicius. Parece mentira, dos estrellas que chocan, que se estorban. Lo que habla bien de Ancelotti, insistir con ambos jugadores y sólo retirarlos cuando los ve con la lengua fuera, es lo que condena a Simeone, cobarde por no mantener en la alineación a Julián Álvarez, Sorloth y Griezmann cuando lo que el equipo necesita es la victoria. Estos tres jugadores son compatibles. Hay maneras de empatar, y las del Cholo son las peores.
Y así llegamos a Flick. Que el Barcelona lo rescatara del paro no le convierte en un parias. Como seleccionador de Alemania ganó el Mundial de Brasil (2014). Con el Bayern conquistó la Bundesliga, la Copa, la Supercopa alemana, la Champions, la Supercopa de Europa y el Mundial de clubes, «sextete» en 2020. Suma tres de tres en la Liga, ha recuperado a Raphinha y con Dani Olmo, la única promesa cumplida por la directiva (hasta el 1 de enero, que tendría que devolver la ficha a Christensen), y la cantera es líder. La fatalidad, la grave lesión en el tercer partido del joven Marc Bernal, lo más parecido a Busquets.
Tres entrenadores, tres destinos, enfrentados entre sí, con lo cual sigue siendo imposible la cuadratura del círculo: uno gana, dos pierden; salvo que se repartan los títulos de campanillas: Champions, Liga y Copa. Trofeos hay para todos y el fútbol pone a cada uno en su sitio. Por ahora, Flick lleva ventaja; Ancelotti ya ha ganado un título y aunque parecía que iba a conquistarlos todos sin bajarse del autobús, la realidad es tozuda. En cuanto a Simeone, o espabila o antes de Navidades le negarán el turrón. La ambición de sus años mozos choca con la cicatería de su madurez. Y tiene espejos donde mirarse. Cuánto le gustaría al aficionado rojiblanco, en general, disfrutar del inconformismo de Teresa Perales, dispuesta en los Juegos Paralímpicos de París a alcanzar las 28 medallas de Phelps: ¡con un brazo! Y con una edad. Cuestión de agallas… Y de mentalidad.