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Opinión

Plata o huelga, el fútbol en la encrucijada

FIFA y UEFA, con su afán recaudatorio, se encuentran en la encrucijada. La pelota está en el tejado de los futbolistas

Plata o huelga, el fútbol en la encrucijada

Rodri Hernández tras su lesión. | Agencias

Como si alguien le hubiera echado mal de ojo, Rodrigo (Hernández) advirtió del riesgo de lesiones por lo recargado del calendario, sugirió que una huelga de futbolistas era lo oportuno para frenar la voracidad de los dueños del cotarro y apenas unos días después se rompió el ligamento cruzado. Adiós a la temporada. Apoyado en unas muletas, podría ser el adalid de quienes luchan por su salud. A la vez, Ter Stegen sufrió otro percance gravísimo: sintió un dolor intenso en la rodilla de sus desvelos, supo que se había roto, pero no que el afectado era el tendón rotuliano. En torno a los ocho meses alejado de la competición. Como Rodrigo. Un partido después, Mbappé pidió el cambio a Carlo Ancelotti, antes de que el Alavés se subiera a las barbas del Madrid y rondara el empate tras un 3-0 con efecto adormidera (para el Real). El problema lo tiene en el bíceps femoral: alrededor de tres semanas en el dique seco. Los percances de estas tres figuras mundiales son un aviso a navegantes; nadie está salvo de romperse en el próximo encuentro, y es más probable que salgan en camilla las estrellas porque son quienes más encuentros acumulan: club, selección… Pretemporadas cogidas con hilos, descabelladas, donde lo que prima es el dinero por encima de la razonable preparación; pero hay que hacer frente al pago de plantillas más amplias, lo que requieren estos campeonatos agotadores. También por esta causa y la necesidad de los clubes de incrementar ingresos, los esfuerzos se pagan, no sólo por la avaricia de FIFA y UEFA y el pulso que mantienen ambas entidades por ver quién mea más largo, cuando la salud del futbolista no es lo esencial sino lo secundario.

Los jugadores top, aquellos enrolados en equipos que ambicionan todos los títulos y son internacionales indiscutibles con sus respectivas selecciones, los auténticos protagonistas del espectáculo, calculan que al cabo de la temporada 24-25 podrían disputar entre 70 y 80 encuentros. Una barbaridad. Una invitación a la masacre. Rodrigo dio la voz de alarma y sugirió la necesidad de una huelga sin que Guardiola, su entrenador, le contradijera. Ancelotti reclamó atención máxima sobre el problema: «Los jugadores se lesionan porque juegan demasiado. El mundo del fútbol tiene que hacer una reflexión». Plata o huelga, esa es la cuestión que en el origen de la expresión los malhechores de Narcos sentenciaron como «plata o plomo». Curioso parangón, propio también de AMLO (Andrés Manuel López Obrador) y su pupila, la ignara Claudia Sheinbaum.

Javier Tebas, presidente de esa Liga que cada año aporta 50 millones al deporte español –los otros 60 los pone el CSD– no es partidario de los parones, pero entiende a los futbolistas y localiza el origen del mal: la nueva Champions (más partidos) y el Mundial de Clubes (muchos más partidos), enemigos ambos de los torneos domésticos. Ahora bien, en caso de huelga, ¿cuándo habría que convocarla y a qué competiciones afectaría? El eslabón más débil son los campeonatos locales, donde supuestamente se produciría el paréntesis, si bien lo suyo sería amenazar a los amos de los derechos internacionales, o sea a la UEFA y a la FIFA, madre y padre de los corderos. Es probable que los sindicatos de futbolistas, la AFE, por ejemplo, no hayan dado el primer paso para no perjudicar a las ligas o porque les faltan redaños para enfrentarse a los que cortan el bacalao. O, sencillamente, porque los tiros no van por ahí. La sobrecarga de partidos a quienes más afecta es a los futbolistas que juegan en Europa. De ahí que la AFE cargue las tintas sobre Ceferin, que al inventar la nueva Liga de Campeones ha añadido partidos a la competición, y porque, además, el Mundial de Clubes es cada cuatro años y en FIFPRO (Sindicato Internacional de Futbolistas Profesionales) creen que a quienes juegan en América, África o Asia les seduce el parto cuatrienal de Infantino.

Según Javier Lozano, presidente de la Liga Nacional de Fútbol Sala que como seleccionador español consiguió dos títulos mundiales y tres europeos, el quid de la cuestión radica en la combinación de «negocio-salud; cantidad-calidad; trabajo-descanso, algunas de las dicotomías que necesitamos para equilibrar la esencia del juego. La goma se debe estirar hasta su punto de resistencia. A partir de ahí se rompe». Pues se está rompiendo. Cierto que en un partido de fútbol topamos con esa detestable simulación de faltas que Marlene Dietrich desterraría: «Nunca me desmayo porque nunca estoy segura de caer con elegancia» (Testigo de cargo). Tan cierto como que en las últimas semanas estamos saliendo casi a lesión grave por jornada. No hay respiro; el descanso es una utopía; el Atlético jugó el jueves y vuelve a hacerlo el domingo. En esta ocasión el Madrid, que recibió el martes al Alavés, es el beneficiado por llegar con menos fatiga.  

Los futbolistas no son máquinas, sólo son atletas. No hay ingenio que los remplace, aunque lo dijera Isaac Asimov resucitado y volviera a filmarlo Alex Proyas. Le pregunta el detective Spooner (Will Smith) a Sony, el robot: «¿Puede un robot escribir una sinfonía? ¿Acaso puede un robot convertir un lienzo en una obra de arte?». Respuesta del androide: «¿Podría usted?». No hay un autómata que regatee como Vinícius, el próximo Balón de Oro según todos los indicios, si bien imitarle en las expresiones resultaría más sencillo: bastaría con programarlo para protestar… Tampoco se lesionaría. FIFA y UEFA, con su afán recaudatorio, se encuentran en la encrucijada: ¿plata o huelga? La pelota está en el tejado de los futbolistas.  

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