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Opinión

Cuando Alessandro Lecquio presumía de ir «tirando bofetones» a las mujeres

«Que no haya sentencia no significa que no sea culpable en un plano moral, ya que él mismo reconoció los hechos»

Cuando Alessandro Lecquio presumía de ir «tirando bofetones» a las mujeres

Ilustración de Alejandra Svriz.

Es curioso el contorsionismo ético que han practicado algunos personajes para adaptarse a los nuevos tiempos, blanqueando su pasado para que no se les relacione con actos que podrían haber acabado con sus carreras pero han quedado sepultados por un conveniente olvido. Supervivientes de sus errores, han transformado su imagen pública de impresentables vividores a rancios moralistas que sientan cátedra en televisión, como si su infame trayectoria personal no fuera suficiente carga para desacreditar su desfachatez. Cuanto más turbios son sus secretos, más exigentes se han vuelto con la decencia de los demás. No es una paradoja, es una proyección de sus complejos y culpa. Desenmascararlos debería tener recompensa, salvo quien lo haga sea uno o una de sus iguales, en una maniobra que podría tacharse de cortina de humo para tapar sus propias vergüenzas, como hizo Bárbara Rey con el conde Lecquio cuando acudió a Telecinco.

Es lo que tiene encender el ventilador cuando tienes mierda como para regalar a diestro y siniestro tras 30 años atesorando grabaciones y fotos de secretos de alcoba y Estado. Acusada de verdugo, en su papel de chantajista real, y a la vez reconocida como víctima de su propio hijo, a la sazón cómplice de todo un entramado de espionaje casero que le procuró a la vedette una millonaria compensación, Bárbara decidió que lo mejor era soltar en directo una bomba de racimo que esparciera mierda a lo grande, todo un festival escatológico que reabrió una herida por la que supura el honor del aristócrata y contertulio de higadillos y corazoneo.

Enzarzados en una acalorada discusión, Lecquio preguntó a Bárbara si consideraba el chantaje un comportamiento legítimo, a lo que ella respondió que le parecían peor los malos tratos. El conde, que se agarró a ello para indagar si se refería a los que sufrió a manos de su marido, se la sirvió en bandeja a la entrevistada, que se despachó a gusto: «Malos tratos que han sufrido muchas mujeres. Por ejemplo, ahora que todos tenemos Google, se pueden meter y buscar las cartas de la vergüenza de Alessandro Lecquio. Tú mismo has reconocido que has pegado a mujeres. Tú lo reconocías y están los vídeos. Y aquí hago un llamamiento para que los vea todo el mundo».

Y sí, hay pruebas. En concreto, una participación en Tómbola en la que el figura confesaba con una sonrisa la verdad sobre el trato a sus parejas: «Yo he tirado bofetones a las mujeres. Sí, me ha pasado, pero era un bofetón light. No encuentro que haya nada de malo». Tras la acusación en directo, Lecquio no negó la violencia ejercida, sino que se aferró a una triquiñuela judicial para evitar el golpe: «Nunca he sido denunciado, ni juzgado, ni condenado por ningún delito». Que no haya sentencia no significa que no sea culpable, al menos en un plano moral, ya que él mismo reconoció los hechos.

En cuanto a esas cartas citadas, se refieren a los mensajes que el sujeto envió a su pareja, Antonia Dell’Atte: «Antonia, quisiera que no hubiera ocurrido nunca más, que nuestra relación fuera virgen y no plagada de bofetadas y amenazas. Sin embargo, ha vuelto a suceder, en mi cabeza vuelven a mi memoria todas las promesas, juramentos pactados entre nosotros. Es todo válido, nada ha cambiado si no es el hecho de que te he vuelto a pegar». O sea, además de violento, reincidente: «Soy nervioso y algunas veces reacciono del peor modo posible». Ay, el pobre, que le dan prontos.

¿Se arrepiente Lecquio de aquellos bofetones? No lo parece, vistos sus comentarios sobre Rocío Carrasco cuando ésta destapó en su documental la violencia doméstica ejercida supuestamente por Antonio David Flores: «Rocío es una mujer que no ha sabido sobreponerse a los golpes del destino. No puede ser que en esta historia todos sean malos menos Fidel. Su historia es la del fracaso de la maternidad». La hija de ‘la más grande’ hizo en televisión lo que Antonia Dell’Atte pidió a otras víctimas: «Yo he vivido tres años y medio casada con él (Alessandro), de malos tratos físicos y psíquicos. Y me siento en el deber de hacer esta llamada a todas las mujeres que han sufrido malos tratos, que los denuncien». La italiana ya demostró en los juzgados que no mentía e hizo una grave acusación: «Toda Mediaset protege a un verdadero maltratador».

¿Por qué Antonio David Flores cayó en desgracia y Alessandro Lecquio sigue siendo el favorito de Ana Rosa Quintana, como asegura Alba Carrillo? Bueno, AR es la madrina de la hija del colaborador estrella de la productora. ¿A qué se debe la doble vara de medir para castigar a uno y premiar a otro por el mismo pecado? Veremos si se aclara el enigma. ¿Servirá el debate generado por la acusación-recordatorio de Bárbara Rey para cuestionar la presencia de quien presume de «tirar bofetones a las mujeres» en una televisión que se define como «blanca y familiar»? No lo parece. Ya saben, perro no come perro. Y parece que estamos ante una jauría.

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