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Opinión

Los cien años de soledad del 'Cholo'

«Es un tostonazo y una matraca, el trajín del Madrid y el Barça por victimizarse cuando a uno u otro se les pincha el balón»

Los cien años de soledad del ‘Cholo’

El jugador del Atlético de Madrid, Antoine Griezmann. | Europa Press

Casi dos semanas después de las fiestas navideñas y tras estrenar el jersey de cuello Perkins, obsequio de los Reyes Magos, el resumen de la quincena es positivo y los buenos deseos prevalecen entre raptos de realidad que el fútbol y la política imponen. Apenas un kilo de más en la báscula y recuerdos entrañables, en general. La naturalidad civilizadamente censurada se impuso a la teoría de Ebenezer Scrooge, quien antes de convertirse a la felicidad recomendaba: «A todos esos idiotas que van por ahí con el ‘felices Navidades’ en la boca habría que cocerlos en su propio pudding y enterrarlos con una estaca de acebo clavada en el corazón». Cuando Dickens creó al personaje, ácido hasta la conversión, pudo imaginarlo en la cena de Nochebuena enfrascado en discusiones elevadas de tono con los demás comensales, amigos de conveniencia, cuñados y familiares. En muchas mesas se decretó una amnistía previa sin necesidad de que la exigieran Puigdemont y Junqueras ni que el Gobierno en pleno saliera en tromba a justificarla. «Tengamos la fiesta en paz, en la mesa hoy no se habla ni de fútbol ni de política». 

Lo cierto es que, en España, al contrario que en Gran Bretaña, el deporte rey durmió entre paréntesis desde el 22 de diciembre hasta el 10 de enero, haciendo dos escalas: la primera, en el chafarrinón del Barça que el CSD se aprestó a rociar de quitamanchas, y la segunda en la Supercopa de España y Arabia. De vuelta a la naturalidad, chocamos de bruces con esa coña filipina del cincuenta aniversario de la muerte de Franco, fallecido a los 82 años, en la cama enfermo y aquejado de tromboflebitis. Pues resulta que al Barça le ha vuelto a salvar el «régimen». En los años cincuenta y sesenta, el dictador le rescató de la bancarrota y por ello recibió dos insignias de oro del club. Ahora el Consejo ha intervenido para coserle un roto de más de cien millones. Por eso y por muchas cosas más, Simeone no se sorprende de que los árbitros ayuden al Madrid ni de que el reglamento de competición de los azulgrana sea tan particular como su patio… de Monipodio. 

Es una pesadilla y una pesadez, un tostonazo y una matraca, el trajín del Madrid y el Barça por victimizarse cuando a uno u otro se les pincha el balón, al fin y al cabo, el secreto de sus alegrías y desvelos. No exageró el Cholo cuando, utilizando toda la mala leche a su alcance edulcorada con una cucharadita de ironía, hizo esta afirmación sobre determinadas decisiones arbitrales en el partido copero que jugó el Celta en el Bernabéu: «Estos episodios los hay desde hace cien años, no sé de qué se sorprenden». Resultó que, colocado el arbitraje en una balanza, el equipo visitante jugó casi todo el partido cuesta arriba: encajó un golazo de Mbappé segundos después de que Munuera Montero y Hernández Hernández (VAR) ni siquiera consideraran que la acción de Lunin pudo ser penalti (y tarjeta amarilla); algunos fueras de juego requerían un acto de fe para digerirlos, como el que supuestamente precedió a la mano de Rüdiger dentro del área o al 2-0 de Vinícius, más una peligrosa entrada por detrás de Endrick al tendón de Aquiles de Starfelt o la agresión de Valverde a Moriba tras un forcejeo. Pudieron ser sendas expulsiones de dos jugadores que, en la prórroga, probablemente, cambiaron el signo de la eliminatoria. Todo ello sirvió de munición a los barcelonistas, quienes, en la línea Simeone, cargaron las escopetas con cada una de esas acciones, más incluso que los resignados celtiñas, y pasaron de puntillas con lo que les llegaba desde la otra acera por el «y tú más»: los 17 años de servicios de Negreira, por 8.400.000 euros, o que el CSD les pusiera el campo cuesta abajo con las inscripciones de Olmo y Víctor fuera de plazo.

«Los episodios» seculares que con esa retranca tan suya rescata el entrenador del Atlético, sin señalar específicamente al Madrid o al Barcelona, podrían inscribirse en un nuevo género, la idiosincrasia común, como en Cien años de soledad: «La única diferencia actual entre liberales y conservadores, es que los liberales van a misa de cinco y los conservadores a misa de ocho». Y así en política como en el fútbol. Los políticos, a izquierda y derecha, básicamente defienden el molde de su anatomía por encima de todas las cosas, una vez instalados en el poder, causa de sus contradicciones. Las complicaciones de los árbitros se reducen a los daños que infligen a los más débiles cuando se enfrentan a los «grandes». El ejemplo del Celta es una muestra que en el terreno blaugrana también abunda. O misa de cinco o misa de ocho.

P. D.: Quince victorias consecutivas del Atlético de Simeone, líder, tres balones a los palos del héroe Dimitrovic, porterazo del Leganés; penalti a favor con 1-0, minuto 90 y Griezmann lo lanza fuera. Fin de la racha y probable caída al segundo puesto si el Madrid gana a Las Palmas. Cholo, las palabras las carga el diablo desde hace más de cien años.

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