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Opinión

Page, el más sanchista de todos

«Usa palabras grandilocuentes, pone cara seria, mirada agresiva… pero todo es parte del papel que ha aceptado tomar»

Page, el más sanchista de todos

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page.

Un servidor no sabe si Emiliano García-Page sufre o disfruta del síndrome del impostor, si lo siente en sus propias carnes o si cree que somos el resto los que pensamos que no es tal y como se nos muestra. Esto último es lo que denominaríamos un síndrome del impostor externo. Si nos vamos a la psicología, lo define como un conjunto de sentimientos de culpa por el éxito y la incapacidad de interiorizarlos y aceptarlos, además de un sentimiento intenso de falsedad. Creer que no mereces los logros personales, pero mantenerlo en secreto. 

Si nos vamos a los hechos, Page es un hombre de éxito en la política. Lleva diez años como presidente de Castilla-La Mancha. En 2015 quedó segundo en las elecciones, pero gracias al pacto con Podemos logró hacerse con la presidencia. En 2019 y en 2023 ganó las elecciones con mayoría absoluta. Es un hombre ampliamente respaldado por los ciudadanos de esa región, pero eso no hace que los claroscuros no se pinten sobre su figura, como si hubiera sido dibujado por el Greco, que pasó parte de su vida y murió en el Toledo natal del presidente castellano-manchego. Una oscuridad poco iluminadora, y que nada tiene que ver con la que trae la luz de la mañana tras una noche que parecía no tener fin.

Page quiere presentarse en el socialismo español como el reverso luminoso de Pedro Sánchez. En teoría lo tendría fácil. El Darth Vader de la Moncloa tiene la fuerza, pero desconoce la bondad. La verdad tampoco le interesa, pero aquí su condición de especie única se evaporaría entre las de otros de su gremio. La única diferencia es que antes la política iba de mentir sin que te pillaran, y ahora da igual si lo hacen. 

Page quiere hacernos creer que es la única voz discordante al «amado líder». Un partido, el socialista, donde todos asienten cuando habla Pedro Sánchez. Y lo hacen de una manera tan ostentosa que dejan sus cuellos a merced de las muchas collejas que se merecen por su falta de dignidad y de iniciativa propia. Aunque hay que decir en honor a la verdad, que una cosa buena sí que tienen, y es que no muerden la mano que les da de comer. Y es que sí no fuera por Sánchez, la inanición habría llegado a sus vidas hace tiempo. Y aquí aparece nuestro protagonista. El que se atreve a tener opiniones contrarias y a mostrarlas de manera vehemente. El verso suelto. El espíritu libre. 

Page dice defender una nación de ciudadanos libres e iguales donde no haya privilegios por parte de unas regiones sobre el resto. Se mostró en contra de la amnistía a Puigdemont y al resto de políticos del procés, aunque cada vez lo hace con una boca más pequeña que parece que lo justifica. Luego vio justa la quita de la deuda tras la extorsión de Junts al Gobierno español, a Cataluña, argumentando que se hacía para todas las comunidades autónomas.

Y es que tanto a uno como a otro les viene bien dar esa imagen. Pedro Sánchez queda como un líder menos despótico al aceptar dentro del partido opiniones distintas a la suya. Que existe la democracia interna, aunque todos sepamos que las palabras se las lleva el viento. Y Page aparece como el militante socialista que no le tiene miedo al líder y ejerce de manera valiente su derecho a decir lo que piensa, aunque no coincida con la del aparato. Ambos ganan, pero pierde la verdad. Intentan manipularnos de una manera tan torticera que no se dan cuenta de que ya sabíamos que los impostores eran ellos. Sobre todo Page, pues de Darth Vader no esperamos nada bueno.

Page interpreta a un señor que no está de acuerdo con el jefe de su organización. Utiliza palabras grandilocuentes, pone cara seria, mirada agresiva, actitud inquisidora. Pero todo es parte del papel que ha aceptado tomar. Y es que al final es uno más que acaba agachando la cabeza. Si estuviera tan alejado de las posturas «sanchistas» y fuera ese líder político que parece que quiere ser, o abandonaría la política activa para enfrentarse a él o a quien fuera en un futuro cercano en unas primarias por la secretaría general del partido, o si no debería hacer como el resto de sus compañeros y callarse para siempre. 

La última muestra se dio la semana pasada, cuando se produjo la última claudicación ante el separatismo catalán al cederles las competencias de inmigración. El «actor» Page aprovechó para llevar su sobreactuación a niveles donde la cuarta pared no es que se rompiera, es que se le caía encima. Frases textuales que dijo son las siguientes: «No se puede pactar lo que se está pactando sin vender tus valores». O esta otra: «Que no me vengan con cuentos chinos sobre muros contra el trumpismo y la extrema derecha cuando se está pactando con la peor». Pero adivinen, queridos lectores, quién continúa en una organización donde ocurren esas cosas tan horribles que él dice. Y es que ser tan poco consecuente es lo que le convierte en el más «sanchista» de todos.    

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