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Tu cabeza te dice que no has cerrado la puerta con llave: ¿tienes TOC?

«No es necesario buscar ayuda profesional, si simplemente quieres colocar los lápices de una manera concreta»

Tu cabeza te dice que no has cerrado la puerta con llave: ¿tienes TOC?

Cerebro. | Pexels

La palabra TOC (siglas de ‘Trastorno Obsesivo Compulsivo’) está de moda. Frecuentemente, se relaciona con una situación que genera estrés o incomodidad. Se utiliza con bastante facilidad, sin pensar en lo que puede haber detrás de una persona que realmente padece una grave obsesión compulsiva. Sucede exactamente lo mismo con otros términos como «depresión», «alcoholismo» o «ansiedad». Tiene sentido. Resultaría muy complicado intentar que toda una población hablara constantemente con propiedad técnica. No cabe duda de que sería una labor extremadamente difícil. Tanto como tener que convivir con un trastorno mental

Evidentemente, cualquiera puede tener intrusiones, manías o pensamientos que desearía que no estuvieran en su cabeza. «En algunos trabajos que hemos realizado se observa que más de un 90% de las personas alguna vez han tenido un pensamiento intruso similar en contenido a las obsesiones», asegura Gemma García, doctora en psicología y profesora titular de la Universitat de València. 

Sin embargo, para la experta la generalización del TOC puede llevar a quien lo padece a ocultarlo, a pensar que se pasará solo o no pedir ayuda. Por este motivo, frases como «todos tenemos un TOC» o «todos somos un poco obsesivos» son erróneas y, además, «hacen daño a aquellos que sufren por tener sintomatología obsesivo-compulsiva», aclara García. 

¿He cerrado la puerta de casa?

Es lógico que, por ejemplo, a todos nos incomode esa inseguridad por no saber si la puerta de casa está cerrada correctamente. Odiamos tener que dar media vuelta para comprobarlo. La diferencia se encuentra en que la persona que realmente tiene un trastorno obsesivo-compulsivo probablemente no vaya una vez, lo hará muchas más, tantas que, quizás, acabe llegando tarde al trabajo diariamente. «Puede que sienta gran malestar, sensación de culpa por realizar esas comprobaciones, pero piense que si no lo hace será responsable de otro posible mal mayor», indica la psicóloga.

Miquel Ángel Fullana, psicólogo clínico en el servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona, trata constantemente a pacientes diagnosticados con TOC. «Hay personas que tienen determinados tipos de pensamientos muy desagradables, por ejemplo, pensar que van a violar o atacar físicamente a otra cuando no quieren«, explica. 

Fullana, también investigador de Imagen de los trastornos relacionados con el estado de ánimo y la ansiedad (IMARD), trató recientemente a una persona que cuando salía del trabajo siempre tenía la sensación de no haber apagado los ordenadores. Debía revisar todos los de una planta para quedarse tranquilo. Se veía obligado a hacer fotos, y así convencerse. El psicólogo afirma que para diagnosticar un trastorno mental deben existir unos indicios, pero, además, estos deben causar un malestar, una interferencia, o dificultades importantes. «No se diagnostica porque tengas simplemente un síntoma, cuando tienes un trastorno obsesivo-compulsivo tú no puedes hacer las cosas que realmente quieres hacer». El TOC interfiere gravemente con la vida diaria de quien lo padece. 

Edades y características típicas del TOC

Es un trastorno que está bien estudiado, y se sabe que hay dos edades en las que aparece típicamente. «Son cerca de los diez años y de los veinte», relata Fullana. Casi todas las alteraciones mentales suelen empezar en épocas determinadas. La esquizofrenia, por ejemplo, alrededor de los 18. «Es muy difícil que la esquizofrenia empiece en un niño de diez años, esto no pasa», aclara. Todo ello nos indica que hay algunos momentos vitales que son más sensibles para que aparezcan estas enfermedades. «En el caso del TOC, casi la mitad de las personas que lo tienen lo empiezan en edad infantil», asegura el investigador. 

En este punto muchos se estarán preguntando si la aparición del TOC es más probable en personas que cuentan con unas características o vivencias determinadas. Respecto a los factores de riesgo que tiene asociados, según un estudio recogido de la Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, las experiencias traumáticas tempranas merecen una mención especial. «Estas parecen afectar muy negativamente a la morfología y función del cerebro, pudiendo ser considerada la forma más dañina de  estrés psicosocial, razón por la cual este factor posiblemente esté en el origen de una gran mayoría de trastornos mentales», indica uno de los autores.

Sensaciones dramáticas

Aquí resulta preciso matizar lo que se comprende por experiencia traumática. «Normalmente nos referimos a algo que amenaza la vida de la persona», asegura Fullana. El profesional habla de aquellas situaciones en las que uno puede llegar a pensar que está a punto de morir. Por ejemplo, un terremoto, un abuso sexual o un grave accidente de tráfico. No obstante, no todos los seres humanos que viven un momento traumático padecerán un trastorno mental, ni siempre los que sufren una alteración han pasado por una circunstancia traumática. Por tanto, que un hombre o una mujer haya sentido alguna vez que su vida ha estado en juego es una variable destacable que puede llegar a aumentar el riesgo de que aparezca el TOC, pero no una causa directa. 

Por su parte, Carles Soriano, psicólogo de la Universidad de Barcelona, menciona la relación entre el trastorno obsesivo-compulsivo y los tipos de personalidad. A veces, los pacientes cuentan con unas cualidades que pueden llegar a explicar la aparición del TOC. La persona que es muy rumiante, le da muchas vueltas a las cosas, aquella que tiene miedo de tomar una decisión porque necesita siempre más información antes de hacerlo. «Este perfil de personalidad se asocia lógicamente con mayor incidencia de TOC», asegura el profesor. «Sin duda, tendrán más probabilidades de acabar realizando rituales de comprobación explícitos como serían los más típicos, por ejemplo, verificar constantemente si las luces de casa están apagadas», añade. En muchas ocasiones, estos comportamientos son externos y, por tanto, observables, pero también los seres humanos más dubitativos pueden vivir la desesperación internamente. Reflexionan una y otra vez sobre si su elección o iniciativa ha sido la correcta de ‘manera silenciosa’. 

Acciones automáticas

Entonces, se podría decir que el trastorno obsesivo-compulsivo es la exacerbación de un tipo de conductas con las que los humanos contamos. Todas las personas, sin que sea patológico, tenemos unos hábitos de comprobación. Simplemente, para asegurarnos de que las cosas se han hecho bien. Ocurre exactamente lo mismo con otros animales. Esto forma parte de nuestra manera de funcionar. 

Además, cuando una persona ha realizado muchas veces una acción es lógico que desaparezca la necesidad de pensar en cómo hacerla. Cuando terminamos de planchar apagamos el aparato usado de forma automática. «Permite que lo hagamos mucho más rápido y liberamos espacio de nuestro cerebro para ocuparnos de otras cosas, igual que cuando cocinamos o conducimos», explica Soriano. Por ello, tiene sentido dudar en ocasiones sobre esas acciones, precisamente por el hecho de que las hemos llevado a cabo inconscientemente. Con ello buscamos evitar las posibles consecuencias negativas de estos automatismos. 

A veces, ir a comprobar lo que hemos hecho también se desarrolla como un tipo de conducta. De manera automática nos aseguramos de que lo que acabamos de realizar está bien para evitar un mal mayor. Quizás porque tenemos el recuerdo de que alguna vez algo negativo ocurrió. El problema surge en el momento en el que esa duda nos incapacita para vivir otras cosas que sí querríamos hacer. «Cuando esa actitud de comprobación se magnifica (no basta con una vez, sino que empieza a repetirse muchas) es cuando podemos decir que una conducta que sería adaptativa y normal pasa a ser no adaptativa y perjudicial para el desarrollo conductual de la persona», cuenta el académico. 

La banalización del TOC

Soriano, que forma parte del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL), tampoco duda en mostrar su disconformidad sobre la generalización existente de este trastorno mental. «Es preocupante la banalización que se ha hecho del TOC, sobre todo a través de algunas películas y de algunas obras de teatro, donde lo han planteado como una locura que tiene una parte estrambótica y divertida». 

Esta enfermedad genera mucho sufrimiento, tanto en las personas que la padecen, como en la gente de su alrededor y, curiosamente, eso no aparece en las pantallas de cine o en los escenarios. Tratar el TOC como un asunto exagerado o humorístico puede llegar a provocar que un miembro del público o un espectador que consume esa producción audiovisual se burle de una persona que comparte cierto comportamiento con alguno de los personajes. También que alguien dude sobre si su incomodidad frente a una determinada situación es o no alarmante. «No es necesario buscar ayuda profesional, si simplemente lo que te pasa es que quieres colocar los lápices de una manera concreta», comparte el psicólogo. «Con esta frivolización se confunde un poco lo que realmente es una enfermedad y un sufrimiento, con un síntoma que puede ser más o menos divertido», aclara Soriano.

Una enfermedad

El TOC no se suele asociar a una enfermedad mortal. Además, por suerte, cuenta con tratamientos efectivos como la terapia psicológica con exposición y prevención de respuesta. Quizás, por ello, nos sentimos tan cómodos al trivializarlo. No es común escuchar que un ser humano pueda llegar a perder su vida por un trastorno obsesivo-compulsivo. Sin embargo, ahora, con la información que se recoge en este texto, deberíamos reflexionar. Existen pacientes diagnosticados con esta alteración mental que sufren diariamente. Algunos incluso tienen conductas en contra de su voluntad realmente peligrosas. Esos comportamientos pueden convertirse en graves consecuencias. En finales muy duros. Te invito a ti, lector, a que nos planteemos el fin de esta moda.

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