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¿Y si el teletrabajo nos ayudase a sobrellevar la inflación?

Con el aumento de los precios y del coste de vida, muchos empleados se plantean esta alternativa como la mejor

¿Y si el teletrabajo nos ayudase a sobrellevar la inflación?

Teletrabajo desde casa. | Alterfines

La pandemia propició en 2020 la utilización obligatoria y masiva del teletrabajo. La voluntad de teletrabajar se vio incentivada por la posibilidad de gestionar mejor las esferas laboral y personal, además de animar a la igualdad en las tareas del hogar. Hoy por hoy el teletrabajo tiene carácter voluntario.

La ausencia de determinados gastos, como los de transporte, a causa del teletrabajo ayuda al equilibrio en el presupuesto del hogar. Sin embargo, el trabajo desde casa genera otros gastos por el mayor uso de dispositivos electrónicos o sustituye unos por otros, como el incremento del gasto alimenticio en el propio hogar. En España, la ley 10/21 anticipa la dotación económica a recibir por parte del teletrabajador.

En un entorno de subida de precios como el actual, los trabajadores asisten a una disminución de sus ingresos reales y las empresas ven peligrar su competitividad. Ante la arremetida de la inflación, gran protagonista del primer trimestre de 2022, el teletrabajo puede servir de aliado para aliviar el aumento del coste de la vida.

El teletrabajo y la crisis del petróleo

El teletrabajo retornaría así a las raíces y los motivos de su origen, como consecuencia de la crisis del petróleo de 1973. Jack Nilles reflexionó sobre la manera de utilizar de manera más eficiente los recursos no renovables.

La disminución en el uso diario del vehículo privado permitiría ahorrar energía y contribuiría a reducir la contaminación. Dicha época dejaba asomar un contexto social protagonizado por la expansión urbana, la separación de las áreas comerciales y residenciales, y la ausencia de un transporte masivo eficaz o generalizado.

De entonces a hoy, tanto las estructurales sociales y de convivencia como los sistemas de movilidad en las grandes urbes han sufrido grandes transformaciones. 50 años después, dos factores económicos que se retroalimentan sobresaltan a Europa: la subida generalizada en los precios y la dudas sobre el suministro energético a causa de de la guerra de Putin contra Ucrania.

Europa toma medidas

Por eso los gobiernos de los países de la UE han empezado a tomar medidas. El Ejecutivo irlandés se plantea ajustes en la fiscalidad; Francia anuncia para el próximo mes de abril una reducción en los impuestos que soportan los combustibles; Polonia rebaja el IVA y ayuda a hacer frente al incremento en el precio de la electricidad. También el Gobierno español ha anunciado una batería de medidas con las que busca ayudar a los hogares y a las empresas a paliar los efectos negativos de la subida en los precios.

Si España finalizaba 2021 con una inflación del 6,55% interanual, a finales de marzo de 2022 alcanzó el 9,8 %. En lo que va de siglo XXI, el comportamiento de los precios no había superado el 4 % anual nada más que en dos ejercicios: 2002 y 2007.

Frugalidad y precios

Desde febrero de 2021 el recorrido al alza de los precios promedios mensuales de la electricidad en el mercado mayorista de España no admite comparación. El precio más caro se alcanzó en marzo de 2022 con 283,30 euros.

Con respecto al combustible, en marzo de 2022 la gasolina rozaba los dos euros por litro en varias provincias españolas.

Los niveles de precios de 2022 se explican por la incertidumbre, y consecuente volatilidad en el precio del petróleo, provocada por la invasión rusa a Ucrania. El aumento del precio en los productos de alimentación, la energía y los combustibles son comunes a toda la Unión Europea.

El encarecimiento del coste de la vida, inédito para las nuevas generaciones europeas, ha generado, por un lado, preocupación y, por otro, casi la imperiosa necesidad de cambiar ciertos hábitos.

Puede ser el momento de incentivar nuevas costumbres que propicien cambios de comportamiento a futuro y que no supongan prohibición alguna. El teletrabajo puede provocar un mayor ahorro de costes energéticos. El tiempo no invertido en desplazamientos se puede utilizar en otros usos como realizar ejercicio físico, aprender idiomas o, simplemente, disfrutar. En todos los casos, redundaría en una vida más sostenible, menos agitada, con más satisfacciones y, en último extremo, con mayor bienestar.

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