España se quema y sale barato
Aunque lo parezca por el título, este artículo no va de política. Va de esos incendios que dejan nuestros paisajes como pieles tatuadas con cicatrices negras
Aunque lo parezca por el título, este artículo no va de política. O solo de política. Va de esos incendios que dejan nuestros paisajes como pieles tatuadas con cicatrices negras en los que tardará en volver la vida.
Siempre que arde un bosque, no sólo se queman árboles y vegetación. Se queman muchas cosas. Se quema vida animal que es sorprendida por las llamas y a la que a veces no le da tiempo suficiente para huir. Animales que tendrán que buscar nuevos ecosistemas ya que no pueden volver a esos terrenos. Se quema la vida económica de la zona porque el erial en que terminan las superficies arrasadas por el fuego no es fácil de recuperar y se tardan lustros en hacerlo. A veces cultivos, pastos, incluso viviendas son devoradas por las llamas. Se quema la vida emocional de los habitantes de la zona que han crecido, vivido y soñado en esos paisajes llenos de recuerdos y sentimientos que quedan carbonizados. Son sombras negras que durante mucho tiempo pintarán la destrucción. De lo que fue y ya no es.
Y nada es comparable en la tragedia cuando hay perdidas de vida humana en esos incendios. La mayoría de las veces son personal que estaba trabajando en las tareas de extinción. Nadie olvida la tragedia del incendio de Riba de Saelices, Guadalajara, de 2005 en el que murieron once bomberos forestales. Un incendio cuyo origen fue según varios testigos, una barbacoa de unos excursionistas. Miles de hectáreas, centenares de desalojados.
Y once fallecidos. Once. El dolor y la rabia fue inmenso. Las críticas por cómo se había gestionado el incendio desde el gobierno de Castilla-La Mancha fueron innumerables. Hubo juicio. Tras ocho años de sentencias y recursos, de los 29 imputados, entre ellos varios excursionistas, técnicos y cargos políticos, solo uno de los excursionistas fue condenado por imprudencia grave y condenado a dos años de prisión, una multa de 3.650 euros y una indemnización de más de diez millones de euros a la Junta castellano-manchega. Ni fue a prisión, ni lógicamente nunca pudo pagar la indemnización. Todos los técnicos y políticos fueron exculpados. Y esta es la tónica en la mayoría de los juicios de incendios que se celebran en España.
La tragedia de Guadalajara fue tan impactante que dejó en evidencia la insuficiencia de las comunidades autónomas para poder hace frente sola a incendios graves. Desde entonces la solidaridad entre las comunidades funciona mejor, pero a raíz de aquel incendio, el gobierno de Zapatero decidió crear la UME. Una unidad militar permanente desarrollada para la ayuda ante todo tipo de emergencias y catástrofes.
Nació ante el escepticismo de muchos, pero pocas veces una organización nueva ha conseguido el prestigio y reconocimiento de todos los españoles por su labor abnegada y siempre de ayuda al mando local o autonómico, pero que garantiza una experiencia y unos medios que hoy son envidiados por muchos países. Hoy cuando en alguna zona de España se está luchando contra el fuego, el escuchar que «llega la UME» supone la mayor esperanza que puedan tener. Se hizo bien la UME, y cada año funciona mejor, como han demostrado de sobra durante la pandemia de la covid o con la erupción del volcán de la isla de La Palma.
«Es incomprensible que no se mejoren las condiciones en las que están nuestros bosques y parques. Se trabaja poco o nada en su limpieza durante los meses previos»
No podemos olvidar el trabajo de tantos profesionales de comunidades y ayuntamientos que lo dan todo en cada incendio. Y que luego muchos ven como fuera de los meses de verano son despedidos hasta el año siguiente. No son aprovechados en el resto del año para limpiar esos bosques. Parece que muchos cargos públicos prefieren ahorrarse esos meses de sueldos a pesar del contexto que vivimos de cambio climático donde nuestros bosques son trampas explosivas esperando cualquier imprudencia humana o a veces cualquier rayo imposible de prever y de evitar.
Es incomprensible que no se mejoren las condiciones en las que están nuestros bosques y parques. Se trabaja poco o nada en su limpieza durante los meses previos. Y por eso, cuando llega el verano y el calor, cualquier imprevisto hace que arda como la pólvora. Pero nadie asume ninguna responsabilidad. Eso por no hablar de la levedad con que se castiga realmente a esos pirómanos mentales o económicos que provocan los incendios. Mucho endurecimiento de las leyes pero en la realidad es tan difícil probar muchos hechos que muchos asesinos ecológicos salen de rositas.
Porque, queramos o no, además, media España está vacía o vaciada. Ese vaciamiento de vecinos de las zonas rurales ha provocado menor cuidado o vigilancia. Incluso ha desaparecido la rentabilidad y por ende el cuidado de las zonas comunales. Al final siempre lloramos sobre las cenizas. Y detrás el mismo soniquete de los políticos de turno anunciando en bucle lo que nunca hacen.
Así es la vida. Y a veces el incendio ocurre en un Parque Nacional, en una Reserva de la Biosfera, en un patrimonio no ya de nosotros, sino de la Humanidad. Cuando eso ocurre, hay que exigir responsabilidades. Responsabilidades ejemplares. Los incendios accidentales y provocados siempre han existido, las temperaturas altas en verano también, los vientos traicioneros siempre aparecen, por eso nuestros bosques tienen que estar limpios, cuidados, con cortafuegos en buen estado.
No se queman solo los bosques, se quema nuestra herencia a nuestros nietos. Ya les dejamos un cambio climático que está destruyendo el planeta más rápido de lo previsto. No lo agravemos quemando nuestros pulmones. El cuidar bosques y campos genera trabajo, genera economía y eso es vida.