Este es el motivo por el que las personas se muerden las uñas y sus consecuencias
La Asociación Americana de Psiquiatría incluye la onicofagia en el listado de trastornos obsesivos compulsivos consecuencia de la ansiedad
El hábito de comerse las uñas tiene un nombre técnico que es la onicofagia. Este gesto que se desarrolla en la niñez o en la adolescencia es el efecto de un trastorno psicológico: la ansiedad. La Asociación Americana de Psiquiatría la incluye en el listado de trastornos obsesivos compulsivos consecuencia de un nerviosismo que no se sabe controlar. De hecho, muchas personas que lo hacen aseguran que no pueden gestionarlo ni evitarlo.
A veces esta «manía» se desarrolla por imitación: a una edad temprana imitamos a alguien de nuestro entorno que también lo hace. Cuando esta desaparece suele ser porque se encuentra otra forma de calmarse ya sea fumar, morder un lápiz o boli, tocarse inconscientemente el pelo o utilizar alguna pelota antiestrés, etcétera.
«Se observó que la onicofagia aumenta durante el periodo de dentición mixta entre los 6 y 11 años, y que luego decrece. La prevalencia aumenta de un 14.2% hasta un 43.9% a los 11 años», explica un estudio que investiga la relación entre la onicofagia y los trastornos en pequeños de entre 5 y 11 años.
Como mencionábamos antes, el comerse las uñas nace de intentar relajarse y calmar el nerviosismo por lo que se suele dar ya sea en momentos puntuales como cuando se acerca un examen, una entrevista de trabajo u otra fecha señalada por la que esa persona sufra presión. También se da durante procesos más largos como un duelo, la pérdida de una persona, un divorcio o el trastorno de depresión.
Tiende a desarrollarse en personas que buscan la perfección, en personas tímidas, que retienen rabia o que suelen preocuparse en exceso. «Los niños en particular practican estos hábitos anómalos como una forma de atraer la atención debido a que se encuentran expuestos a un entorno familiar violento, a la falta de atención de los padres, a la falta de madurez emocional, a los cambios constantes en el ambiente familiar, o bien, a modo de imitación», cuenta el estudio.
Consecuencias de morderse las uñas
Las consecuencias de morderse las uñas se dividen en tren:
Nivel físico.
Heridas, infecciones de estas, descolocación de los dientes, deformación de la cutícula, formación de verrugas, afectación por hongos o bacterias… En el documento se puede leer que «todos los hábitos bucales parafuncionales modifican la posición de los dientes y la relación que guardan éstos entre sí, ya que interfieren con el crecimiento normal y en la función de la musculatura orofacial».
Y añaden: «Los malos hábitos de posición o funcionamiento de dichos órganos rompen el equilibrio y conducen a disfunciones. Asimismo, se postula que la onicofagia a largo plazo provocaría una disminución del espacio articular, y por ende, desencadenaría una compresión discal».
Nivel emocional.
El no poder controlarlo, la frustración de no poder dejarlo y, obviamente, su origen en la ansiedad hace que las consecuencias emocionales sean las difíciles de llevar.
Nivel social.
Las consecuencias físicas de verse las uñas y los dedos mal suelen desembocar en una baja autoestima de la persona ante los grupos sociales. Muchas optan, sobre todos los niños, en esconderlas.
El estudio consultado hace especial hincapié en la prevención y concluye que «se necesita tener más profesionales capacitados para tratar estas alteraciones, o en el último de los casos, que sean capaces de detectarlos tempranamente y derivar a tiempo en vez de perpetuarlos con los mismos tratamientos odontológicos». Otra de las claves es la educación: «Para lograr generar un impacto a nivel poblacional, es necesario educar y crear consciencia a nivel social sobre la importancia de la salud oral y la gran relevancia de la prevención».