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«La gran incógnita de la Medicina es cómo hemos logrado ir a Marte y no hacer sangre»

José Zamorano, el gran sabio del corazón, explica en THE OBJECTIVE por qué la enfermedad cardiovascular debería ser una prioridad política y económica

«La gran incógnita de la Medicina es cómo hemos logrado ir a Marte y no hacer sangre»

El cardiólogo José Luis Zamorano, en su despacho del Hospital Ramón y Cajal de Madrid. | Lidia Ramírez

José Luis Zamorano (Madrid, 1963) es uno de los grandes sabios del corazón de España. Catedrático de Medicina, Jefe de Cardiología del Hospital Ramón y Cajal y Vicepresidente de la Sociedad Europea de Cardiología es un referente mundial en salud cardiovascular y diagnóstico cardiológico no invasivo. Además, es uno de los profesionales más conocidos y citados en su especialidad. Medio millar de publicaciones científicas indexadas lo avalan.

Que sea uno de los más prestigiosos cardiólogos de nuestro país no es fruto de la casualidad, sino resultado de haber conjugado el verbo trabajar a la perfección. Su día comienza a las 07.15 de la mañana. Desayuna medio vaso de leche, sin azúcar, por supuesto, y unas galletas. A las 21.00, después de más de 12 horas de trabajo maratonianas, llega a casa y realiza su única comida del día. José Luis Zamorano, Pepe para los amigos, defiende que hay que comer menos de lo que comemos para cuidar el corazón. Y él lo lleva a rajatabla. Se pesa todos los lunes para mantener los 74 kilos, ni un gramo más ni un gramo menos, que la báscula le marca desde hace años.

Sin más hobby que su profesión, le gusta el golf, aunque dice no haber salido nunca al campo, y también, en alguna ocasión, acompaña a su mujer, madridista de corazón, al Estadio Santiago Bernabéu, siendo él del Atlético del Madrid. Una camiseta firmada por los jugadores del club a los pies de la mesa de su consulta lo delata.

Nos recibe a las 11.00 en punto en su cuartel general. Un amplio y luminoso despacho en la segunda planta del Hospital Ramón y Cajal. En el centro, una mesa redonda presidida por la maqueta de un corazón, en las paredes decenas de diplomas y títulos. También varias imágenes con los Reyes de España y una con el Papa Francisco. El Dr. Zamorano responde con claridad a cada pregunta durante una hora de entrevista e intenta explicar por qué la enfermedad cardiovascular debería ser una prioridad política, social y económica.

PREGUNTA.- Le han hecho decenas de entrevistas, es uno de los cardiólogos más reconocidos y prestigiosos de España. ¿Qué tiene que decir José Zamorano que nunca le hayan preguntado nunca?

RESPUESTA. La verdad es que nunca me han preguntado qué es lo que hace que un médico tenga una dedicación casi absoluta de su vida a la medicina. Me han preguntado muchas veces por qué estudié medicina o cuál ha sido mi mayor éxito, pero la clave de esta decisión no.

P.- ¿Y cuál es la clave?

R.- Yo creo que la respuesta es común en todos los médicos, y es el privilegio de poder ayudar. Los médicos tienen todos dos nóminas, la nómina real y la psicológica, que es enorme. Y ese sentimiento de poder ayudar es muy bueno y hace que uno se mueva hacia adelante. Y ese sentimiento, cuando yo doy la última clase de sexto a los chicos de Medicina, es el que les digo que siempre tienen que tener, porque es el que va a hacer que un médico fracase como médico o no o desarrolle el síndrome de burnout o trabajador quemado.

P.- Dos de cada cinco profesionales sanitarios sufren síntomas del síndrome burnout, ¿qué funciona mal cuando se supone que tenemos la mejor Sanidad Pública del mundo?

R.- Quienes dicen que tenemos la mejor sanidad del mundo es porque han viajado poco, porque es irreal. En España tenemos algo muy bueno y es que todo el mundo tiene derecho a ser tratado, eso en EEUU, por ejemplo, no pasa. Pero en España, como en cualquier país, hay médicos y hospitales muy buenos, regulares y peores.

Pero respondiendo a su pregunta, no falla una sola cosa, algo hacemos mal todos: médicos, alumnos, universidades, sociedad, gobierno y hospitales. Quienes estudian Medicina hoy son chicos que han sacado nueve y diez en todas las asignaturas. Son brillantes. Lo que tenemos son auténticos Messi, pero en 15 ó 20 años, el 40% de ellos no querrán seguir trabajando porque estará quemados y considerarán que tienen unas condiciones malas de trabajo, y no harán, por tanto, su trabajo de forma excepcional. Es una pena, porque no nos podemos permitir que unas personas que sienten el privilegio de poder ayudar a otras pierdan este sentimiento.

P.- ¿Se puede ser un médico brillante sin sacrificar su vida personal y familiar?

R.- Yo no tengo la sensación de haber sacrificado nada. El sábado fue la boda de mi hija y durante la boda tuve que atender a dos pacientes por teléfono e ingresarlos. ¿Sacrifiqué algo de la boda? La respuesta es que no. Me lo pasé como nunca, mi hija tuvo una boda preciosa. Que gran parte de mi vida ha sido y es la Medicina, sí, todos los veranos de mi vida y todos los fines de semana. ¿Eso quiere decir que no he tenido una vida plena? No, tengo unos hijos excepcionales y una mujer que es una fuera de serie. Obviamente he tenido que sacrificar muchas cosas. No tengo un hobby fuera de la medicina. Pero la he sacrificado por ayudar a los demás, y para mí es un privilegio.

«No hay nada tan consustancial a la vida como la muerte. Todo el mundo tenemos un enfermo dentro»

P.- Cada cuatro minutos fallece una persona en España por enfermedad cardiovascular. ¿La mejora de la salud cardiovascular debería ser una prioridad política, social y económica en un país de creciente envejecimiento como España?

R.- Sin ninguna duda. Es una lacra. Y algo tenemos que hacer médicos, sociedad y gobiernos para que esto no ocurra. Tenemos mucho que hacer aquí. Pero la verdad es que la investigación y el desarrollo en cardiología es tremendamente caro. Recientemente tuve acceso a unos documentos de unos nuevos fármacos que se están desarrollando y se estima que el coste del desarrollo de una molécula es de unos cinco mil millones de euros. Y, obviamente, hay que racionalizar el gasto para tener una sanidad sostenible. Pero tenemos que decidir si queremos ser un país innovador y puntero en cardiología o queremos ser un país de marca blanca porque no podemos hacer otra cosa. Pero yo creo que la asistencia tiene que ir de la mano de la investigación y la docencia, igual que una buena investigación clínica no se va a hacer nunca sin una buena asistencia.

El cardiólogo José Luis Zamorano, en su despacho del Hospital Ramón y Cajal de Madrid.

P.- Todo el mundo sabe que fumar es malo, que beber es malo, que la obesidad es un factor de riesgo para desarrollar enfermedades cardiovasculares, pero la gente sigue fumando, bebiendo, el sobrepeso está disparado y las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte. ¿Qué está pasando?

R.- En primer lugar, el ser humano siempre piensa que el enfermo va a ser el de al lado, y nada más lejos de la realidad, no hay nada tan consustancial a la vida como la muerte. Todo el mundo tenemos un enfermo dentro. Todo el mundo es un enfermo potencial. Y esto es un tema de conciencia y educación.

Y, en segundo lugar, la sociedad occidental no tiene los factores de riesgo controlados. Es decir, hay cada vez más sobrepeso, no comemos bien, no se hace el ejercicio suficiente, la hipertensión también es un problema, la mala alimentación nos lleva a aumentar los niveles del colesterol malo, que es el LDL. Tenemos que hacer claramente campañas para entender que la obesidad es muy importante como factor de riesgo y, sobre todo, entender que no se puede llegar a mayor con sobrepeso. El sobrepeso es un enemigo de la salud y de la vida plena. Y del tabaco mejor ni hablar, debería estar prohibido.

P.- ¿Y el alcohol? Los científicos llevan décadas debatiendo sobre los supuestos beneficios para la salud de una copa diaria de vino. ¿En qué quedamos: es buena o es mala para la salud?

R.- Yo creo que hay que diferenciar entre el alcohol de alta graduación y una copa de vino. Yo no desaconsejo una copa de vino si el enfermo es normal, en el sentido de que veo que no tiene adicciones, porque el problema es dónde está el límite de alguien que puede tomar una copa de vino tinto al día, a alguien que pasa a tomar tres botellas de vino al día. Yo a una persona que se toma una copa de vino tinto al día no se la quito, no me parece que haya que quitar una copa de vino al día.

«No desaconsejo una copa de vino si es un enfermo normal, sin adicciones»

P.-No obstante, cada vez aguantamos más, vivimos mas y morimos más tarde. Pero, ¿dónde está límite? ¿Existe realmente una barrera biológica de edad que no podemos sobrepasar?

R.- Creo que sí. Lo que pasa es que esa barrera biológica, como bien dices, se va moviendo hacia arriba según nos cuidemos más, según tengamos mejores herramientas diagnósticas y mejores herramientas terapéuticas. Entonces, claro, como sociedad tenemos que plantearnos una serie de cuestiones de una profundidad moral y ética importante para saber qué es lo que hay que hacer y qué es lo que es futil. Hay que tener muy bien las ideas y que no sean decisiones unipersonales. Un médico no tiene que ser el decisor único de la vida o la muerte. No es un poder divino que tiene el médico. Hace muchos años un enfermo me dijo: «Por favor, doctor, no haga nada en mí sin mí». Son de las frases que a uno le cambian la vida, y cuánta razón tiene. Entre lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer hay que saber más para saber lo que no hay que hacer que para saber lo que hay que hacer.

P.- Han habido notables avances a nivel tecnológico. Pero, ¿cómo ayuda la revolución tecnología que está teniendo lugar ahora?

R.- Ayuda muchísimo. Hemos pasado del campo de las válvulas o del campo de la cirugía a otras técnicas más modernas, como es el implante de las válvulas por vía percutánea, sin parar el corazón y el pecho. Pero también hemos pasado a la ayuda de los propios ordenadores. Hay diferentes programas que te ayudan a decidir qué es lo mejor para el enfermo. Y eso es formidable. Yo he hecho aquí en Madrid un ecocardiograma y el enfermo no estaba conmigo y yo lo estaba haciendo. Se puede hacer cirugía robótica…

Pero no podemos olvidar que cuando uno va al médico quiere un médico que le atienda, que le diagnostique bien y que le trate bien. Entonces, la tecnología nos va a ayudar a hacer medicina, pero creo que también es muy importante eso de coger de la mano. Es decir, decirle al paciente, tienes este problema, has sufrido un infarto, has perdido mucho, pero no te preocupes porque vamos a hacer esto, esto y esto y lo vamos a lograr. La parte humana en medicina es muy muy importante y no puede desaparecer nunca. Y lo mejor, claramente, es combinar las dos cosas.

«Un médico no tiene que ser el decisor único de la vida o la muerte»

P.- ¿Cómo cuida usted su corazón?

R.- Yo soy un gran paseador, ese paseo al atardecer es muy bueno, y me peso todos los lunes. Desde hace muchos años peso 74 kilos y siempre intento mantenerme en ese peso. No como en exceso, desayuno medio vaso de leche con unas galletas y suelo comer solo una vez al día, que suele ser por la noche y siempre en casa. Y duermo fenomenal. Ocho horas del tirón.

P.- En una entrevista dijo que hacer ejercicio físico intenso de domingo es peligrosísimo. Este domingo es la maratón de Madrid, ¿qué aconsejaría a los corredores?

R.- Si no están preparados para correr la maratón que no la hagan porque se pueden lamentar. Yo creo que el deporte intenso de domingo es muy peligroso porque, primero, no suele ser un domingo de diluvio sino un domingo de calor de muerte. Entonces, la hemodinámica del cuerpo humano del corazón no es la misma. Y, segundo, el hacer una maratón es un esfuerzo físico intenso, hay que estar preparado y realizarse un reconocimiento médico.

«No se puede llegar a mayor con sobrepeso. El sobrepeso es un enemigo de la salud y de la vida plena»

P.- El año pasado, se transplantó con éxito por primera vez un corazón de cerdo a un hombre que sobrevivió varios días. ¿Se podrá llegar algún día a trasplantar órganos de origen animal y salvar vidas humanas?

R.- Probablemente, sí. Pero no creo que las investigaciones vayan por ahí, porque antes vamos a saber desarrollar tejidos, como ya se ha hecho con la piel. De transplante cardíaco ya hay alternativas, por ejemplo, se puede poner al paciente un corazón artificial que va a batería, es decir, tiene como una bomba que se le coloca como si fuera una aspiradora que chupa la sangre y la manda hacia afuera. Por la tripa del enfermo sale un cable que conecta la batería y la puede cargar por la noche en su casa.

Para mí uno de las grandes incógnitas de la Medicina y del ser humano es, por ejemplo, cómo es posible que hayamos conseguido llegar a Marte y, por el contrario, no hayamos conseguido hacer sangre, que son tres células: glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas. Eso es lo que no puedo entender. Pero creo que la inteligencia artificial y la tecnología nos seguirán dando muchas alegrías en los próximos años.

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