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Así hay que ordenar los alimentos en la nevera para evitar intoxicaciones

La temperatura del frigorífico es algo también a tener en cuenta, ya que también ayudará a ahorrar en la factura de la luz

Así hay que ordenar los alimentos en la nevera para evitar intoxicaciones

Comida en una nevera | Ello (Unsplash)

El 25% de las intoxicaciones alimentarias tienen su origen en una mala colación de los diferentes productos en la nevera, según explica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Ubicar la comida en zonas que no refrigeran todo lo que necesitan estos productos provoca que los microorganismos patógenos se reproduzcan de forma acelerada, lo que da lugar a esas intoxicaciones alimentarias. Por ello, saber qué zonas están preparadas para cada tipo de alimento dentro de la nevera es muy importante.

Es común intentar rellenar huecos dentro de la nevera sin importar qué alimento va en qué sitio, solo buscando el meter la máxima cantidad posible. Sin embargo, desde el Ministerio de Sanidad advierten de la necesidad de mantener la temperatura de refrigeración (la circulación del aire) entre los 0 y los 5 grados. Por ello, es importante organizar el frigorífico según las necesidades de los diferentes tipos de alimentos.

La zona superior y central

Esta no es la zona más fría de la nevera, pero sí con la suficiente temperatura para guardar los alimentos que se hayan empezado a consumir y permanezcan abiertos. Por ello, es el lugar idóneo para los embutidos, quesos, platos cocinados, conservas o incluso postres.

La zona inferior

La parte baja de la nevera es la zona que tiene la temperatura más baja, es decir, la que está más fría. Por ello, la recomendación es guardar aquí los alimentos perecederos como carnes y pescados crudos, así como los alimentos para descongelar.

El cajón inferior

En este estante lo recomendado es guardar alimentos que no necesiten demasiado frío para conservarlos bien. Es el caso, por ejemplo, de las frutas y verduras. Enfriar estos alimentos más de la cuenta, además, puede suponer su deterioro. Por ello, el cajón también funciona como un aislante del frío para este tipo de alimentos.

La puerta de la nevera

En último lugar, la puerta de la nevera es la zona menos fría de todas. Por ello, los mejores alimentos para ocupar este espacio son las bebidas, salsas (como el ketchup, la mayonesa o la mostaza). Como excepción a lo dicho anteriormente, también podrían estar aquí algunos productos lácteos como quesos blandos y mantequilla.

Por último, es importante recordar que los huevos no es aconsejable que estén en la puerta. Aunque por defecto las neveras suelen venir preparadas con una huevera en este estante, la puerta está expuesta a cambios constantes de temperatura al abrirla y cerrarla. «Esto puede facilitar la condensación de la humedad en la superficie del huevoEse agua puede favorecer el crecimiento de bacterias, que pueden entrar en el interior del huevo a través de los poros de la cáscara», explica a este respecto la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (Aesan).

La temperatura ideal de la nevera para ahorrar luz

Una nevera abierta
Una nevera abierta. Foto: nrd (Unsplash)

Tanto en el caso del frigorífico como en el del congelador, una temperatura menor de la necesaria supondrá un aumento notable del consumo y, por tanto, de la factura de la luz. Por ello, según los expertos, lo ideal es mantener la nevera siempre entre los 0 y los 7 grados, como mucho. De esta forma, ele electrodoméstico mantendrá los alimentos en perfecto estado y también ahorrará energía.

En cuanto al congelador, lo idóneo es que la temperatura esté entre los -16 y los -18 grados. Igual que ocurre con el frigorífico, ponerlo a una temperatura menor no va a suponer ningún beneficio, por lo que es mejor mantenerlo dentro de esa horquilla.

Algo que también hay que tener en cuenta el efecto de los cambios de temperatura. Aunque parezca una tontería, mantener la temperatura es bastante más difícil de lo que parece. Por ejemplo, al abrir la puerta entra el aire caliente de fuera y, por tanto, hay una pérdida de energía. A su vez, esto provoca que la nevera tenga que volver a enfriar, lo que supone un mayor gasto de electricidad.

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