El Papa abre la puerta a bendecir parejas del mismo sexo, pero sin llamarlo matrimonio
El Pontífice asegura que no debemos condenar a las parejas homosexuales porque «son hermanos y hermanas»
El Papa Francisco vuelve a pronunciarse sobre el matrimonio homosexual. En concreto, considera que la «prudencia pastoral debe discernir adecuadamente si existen formas de bendición, solicitadas por una o varias personas, que no transmitan una concepción incorrecta del matrimonio». Así lo pone de manifiesto en su respuesta a la ‘Dubia’ planteada por cinco cardenales el pasado 10 de julio en la que, entre otras cuestiones, le preguntaron si la práctica generalizada de bendecir uniones entre personas del mismo sexo está de acuerdo con la Revelación y el Magisterio.
«Cuando pides una bendición estás expresando un pedido de ayuda a Dios, una súplica para poder vivir mejor, una confianza en un Padre que puede ayudarnos a vivir mejor», añade Francisco, que previamente matiza que la Iglesia tiene una concepción muy clara sobre el matrimonio: «una unión exclusiva, estable e indisoluble entre un varón y una mujer, naturalmente abierta a engendrar hijos».
En este punto, recalca que sólo a esa unión llama «matrimonio» y que otras formas de unión sólo lo realizan «de modo parcial y análogo» por lo cual no pueden llamarse estrictamente «matrimonio». «La Iglesia evita todo tipo de rito o de sacramental que pueda contradecir esta convicción y dar a entender que se reconoce como matrimonio algo que no lo es», añade Francisco.
Sin embargo, también apunta que en el trato con las personas no hay que perder la caridad pastoral, que debe atravesar todas las decisiones y actitudes. «La defensa de la verdad objetiva no es la única expresión de esa caridad, que también está hecha de amabilidad, de paciencia, de compresión, de ternura, de aliento. Por consiguiente, no podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan, excluyen», subraya.
De hecho, citando a San Juan Pablo II, explica que la misma caridad pastoral exige no tratar sin más de «pecadores» a otras personas cuya culpabilidad o responsabilidad pueden estar atenuadas por diversos factores que influyen en la imputabilidad subjetiva.
En todo caso, precisa que las decisiones que en determinadas circunstancias pueden formar parte de esta «prudencia pastoral» no tienen por qué «convertirse necesariamente en norma», porque esto «daría lugar a una casuística insoportable». Es decir, según expone, no corresponde que una Diócesis o Conferencia Episcopal o cualquier otra estructura «habilite constante y oficialmente procedimientos o ritos para todo tipo de asuntos».
Tras su viaje a Budapest y Eslovaquia en septiembre de 2021, el Pontífice se mostró a favor de las uniones civiles de personas del mismo sexo, aunque insistió en que «el matrimonio es el matrimonio». En todo caso, ya entonces señaló que esto no significa condenarlos porque «son hermanos y hermanas y hay que acompañarlos».
«Muchas personas con orientación homosexual se acercan a la penitencia, piden consejo al sacerdote, la Iglesia les ayuda, pero el sacramento del matrimonio es otra cosa», insistió. El Vaticano había emitido en 2020 una nota aclaratoria para precisar que la Iglesia no puede impartir su bendición a las uniones de personas del mismo sexo‘, tras el polémico documental ‘Francesco’, en el que parecía que el Papa había dado su respaldo a las parejas homosexuales.
Sacerdocio femenino
Por otro lado, los purpurados preguntan al Pontífice por el apoyo de pastores y teólogos a la teoría de que «la teología de la Iglesia ha cambiado y por tanto la ordenación sacerdotal puede ser conferida a las mujeres» -que, a juicio de los purpurados, «no han sido corregidas ni retractadas». El Pontífice responde que cuando San Juan Pablo II enseñó que es necesario afirmar «definitivamente» la imposibilidad de conferir la ordenación sacerdotal a la mujer, «no estaba denigrando en modo alguno a la mujer ni confiriéndole el poder supremo a los hombres».
Francisco admite que es difícil aceptar que el sacerdocio está reservado a los hombres y no se podrá reconocer los derechos de las mujeres en la Iglesia si no se comprende que el poder sacerdotal habla de «función» y no de «dignidad y santidad»; que el hecho de presidir la Eucaristía no confiere al sacerdote «superioridad sobre los otros»; y que la jerarquía no debe entenderse como dominación sino como santidad.
«Para ser rigurosos, reconocemos que aún no se ha desarrollado de manera integral una doctrina clara y autorizada sobre la naturaleza exacta de una declaración definitiva. No es una definición dogmática, pero debe ser aceptada por todos. Nadie puede contradecirlo públicamente y, sin embargo, puede ser objeto de estudio, como en el caso de la validez de las ordenaciones en la Comunión Anglicana», apunta.