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¿Tienen imaginación los animales?

¿Tienen imaginación los animales?

Shutterstock.

La imaginación, esa facultad que nos permite crear mundos en la mente, no es exclusiva de los seres humanos. Estudios recientes sugieren que los animales también pueden albergar formas de imaginación y que tienen la capacidad de navegar mentalmente y de experimentar de manera subjetiva mundos virtuales que les abren las puertas a nuevas formas de aprendizaje de manera similar a los humanos.

La importancia del estudio de la imaginación en los animales

Desde una perspectiva evolutiva, el estudio de la imaginación en los animales nos ofrece información muy valiosa sobre el origen y el desarrollo de esta habilidad cognitiva. Al estudiar diferentes especies podemos rastrear la trayectoria evolutiva de la imaginación y su significado en cuanto a la adaptación en diferentes entornos ecológicos.

Y de cómo los animales imaginan, entre otras cosas, se ocupa la psicología comparada, una rama de la ciencia que estudia las similitudes y las diferencias en el comportamiento entre diferentes especies en procesos como la inteligencia, la memoria y la consciencia, con las aplicaciones prácticas que conlleva. Por ejemplo, en el entrenamiento de animales, en la mejora de su bienestar y en la planificación de estrategias de conservación de las especies al conocer mejor su comportamiento.

Imaginación: memoria episódica y planificación

El estudio de la imaginación en animales se puede llevar a cabo con diferentes métodos, como el análisis de la capacidad de memoria. Más en concreto, mediante el análisis de la llamada memoria episódica y de planificación.

Decimos que tenemos memoria episódica cuando somos capaces de recordar lugares, momentos, detalles y emociones. O sea, cuando recordamos episodios de nuestra vida. Esta memoria es una propiedad esencial de la imaginación, ya que requiere tanto la combinación de recuerdos como la habilidad de prestar atención y el control emocional. Es un requisito previo fundamental para el aprendizaje y nos permite, entre otras cosas, adaptar nuestro comportamiento según lo que ocurra a nuestro alrededor, planificar y jugar a simular que algo ocurre.

Así, través del estudio de la memoria episódica, podemos identificar los mecanismos neuronales que subyacen a la imaginación y recabar datos sobre los orígenes evolutivos de por qué recordamos, cómo recordamos y, en consecuencia, cómo nos comportamos.

El arrendajo azul recuerda dónde esconde la comida

Diferentes especies animales han demostrado poseer memoria episódica. Ratas, urracas, sepias, chimpancés, orangutanes, cuervos y macacos, entre otras, son capaces de recordar eventos específicos, incluyendo qué, dónde y cuándo ocurrieron.

Un ejemplo característico es el del arrendajo azul (Aphelocoma coerulescens). Se ha detectado que esta ave es capaz de recordar qué alimento ha almacenado y dónde y cuándo lo ha hecho. Así puede recuperar y consumir más tarde los alimentos almacenados, incluso horas o días después.

El arrendajo azul tiene una memoria episódica excelente. Chase D’animulls/Shutterstock

En el ámbito acuático, investigaciones con el pez cebra y otras especies de peces de acuario, como los laberíntidos (o peces anabántidos), han indicado que pueden recordar la ubicación de los refugios o fuentes de alimento a lo largo del tiempo, sugiriendo una forma básica de memoria episódica. Además, estudios con pulpos revelan su habilidad para recordar cómo resolver tareas a cambio de recompensas.

La capacidad de anticipar y planificar eventos futuros podría haber sido la principal ventaja evolutiva de la memoria episódica. En este sentido, los experimentos realizados con bonobos, chimpancés y orangutanes han mostrado que son capaces de elegir una herramienta para resolver un problema, aunque la recompensa no esté a la vista, y la llevan encima incluso hasta 14 horas. Esto implica un nivel de cognición que va más allá del impulso inmediato, demostrando previsión y una forma de imaginación del tiempo y del futuro.

¿Dónde reside la imaginación?

El hipocampo es una de las áreas del cerebro más estudiadas en relación con la memoria y la orientación espacial. Así, se ha demostrado que si se daña el hipocampo se pierde el recuerdo de las experiencias vividas (memoria episódica), mientras que su integridad es crucial para la formación y recuperación de los recuerdos.

La importancia del estudio del hipocampo en animales radica en su relevancia para comprender las alteraciones características de enfermedades como el alzhéimer y otras afecciones neurodegenerativas, ya que el hipocampo se suele encontrar afectado en las etapas iniciales de estas enfermedades, lo que lleva a los síntomas tempranos de pérdida de memoria y desorientación que son tan devastadores para los pacientes y sus familias.

La evolución del hipocampo, en tamaño y en complejidad, cuando se comparan especies animales, está estrechamente relacionada con la evolución de la imaginación. Aunque los animales no pueden comunicar sus experiencias subjetivas como los humanos, los comportamientos que sugieren que recuerdan experiencias vividas apuntan a su relación con esta área del cerebro.

Las ratas pueden imaginar

Y justo se acaba de publicar, en la revista Science, un estudio muy innovador en el que se muestran resultados que indican que las ratas, al igual que los humanos, tienen la capacidad de «imaginar» o navegar mentalmente por lugares que han visitado anteriormente.

Este hallazgo es el resultado de un experimento que combinó realidad virtual con una interfaz cerebro-máquina en tiempo real, abriendo nuevas perspectivas sobre las capacidades cognitivas de los roedores, particularmente en relación con el hipocampo, la región del cerebro que hemos indicado que está asociada, además de con la memoria, con la navegación espacial.

Durante el experimento, las ratas fueron entrenadas para navegar en un entorno virtual. Inicialmente se les permitió moverse físicamente a través del entorno, de modo que pudiesen crear un mapa del espacio en su hipocampo. Posteriormente, se utilizó una interfaz cerebro-máquina, donde las ratas demostraron su habilidad para activar las representaciones en su hipocampo de ubicaciones específicas en el entorno, pero esta vez sin movimiento físico.

La activación voluntaria de su memoria espacial les permitió navegar hacia objetivos concretos en el espacio o a mover objetos hacia estos objetivos. Estos resultados sugieren que las ratas, y posiblemente otros animales, poseen una capacidad cognitiva más compleja de lo que se entendía anteriormente, acercándose a las habilidades humanas de imaginación y viaje mental en el tiempo.

«Siempre he creído, y sigo creyendo, que la imaginación y la fantasía son muy importantes, puesto que forman parte indisoluble de la realidad de nuestra vida», dijo Ana María Matute. Y la de los animales, también.

Francisco José Esteban Ruiz, Profesor Titular de Biología Celular, Universidad de Jaén y Sergio Iglesias Parro, Profesor Titular del Departamento de Psicología., Universidad de Jaén

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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