Altman, Jobs, Roures: ¿se puede despedir al fundador de una compañía?
El director general solo estará blindado si controla mayoritariamente el capital social o tiene apoyos en su cúpula
El sector tecnológico y los mercados mundiales han seguido muy de cerca el reciente conflicto entre el director general y el consejo de administración de OpenAI, una de las empresas punteras en el desarrollo de aplicaciones de IA, despido y restitución en el cargo incluidos.
Un evento similar ocurrió en 1985 entre Steve Jobs y el consejo de administración de Apple. Entonces no hubo vuelta del fundador hasta 12 años después pero el retorno de Jobs fue triunfal: aportó ideas y nuevos productos que han convertido a la empresa en una de las más valiosas del mundo.
En España se ha vivido recientemente el despido de Jaume Roures, director general y socio fundador de Mediapro, empresa que gestiona desde 1997 los derechos audiovisuales de los equipos españoles de fútbol. En este caso, el socio mayoritario –que entró en el capital en 2018– impuso su posición de poder al consejo de administración para lograr la salida de Roures al tener visiones estratégicas diametralmente opuestas.
Qué dice la teoría de las organizaciones
Los economistas estadounidenses Michael C. Jensen y William H. Meckling desarrollaron en 1976 la teoría de la agencia al observar el surgimiento de conflictos en el seno de las organizaciones cuando distintos grupos de interés (stakeholders) persiguen intereses divergentes.
Nos centraremos en el conflicto de agencia como aquél que puede surgir entre directivos y accionistas, denominados por los autores de esta teoría como agentes y principales.
Utilizando estas dos figuras vamos a redefinir cuál es la función principal de un consejo de administración:
Para lograrlo, las decisiones que tomen los agentes deben perseguir siempre el mejor interés de los principales.
Sam Altman (OpenAI): El mito del héroe
Altman fundó OpenAI en 2015 junto a Elon Musk y con la participación de Amazon Web Services, entre otros. La compañía ha creado la tecnología más disruptiva de los últimos tiempos y con ella pretende contribuir a desarrollar la inteligencia artificial de manera ética y segura para beneficio de la humanidad.
Pero en noviembre de 2023 el consejo de administración decidió despedir a Altman tanto por la pérdida de confianza como por la percepción de que era incapaz de seguir dirigiendo el proyecto. Concluyeron que no había sido suficientemente sincero con el consejo sobre sus planes con la empresa, aunque algunas fuentes también han aludido a problemas de liderazgo. En su intervención ante el Congreso estadounidense, en mayo de 2023, señaló que no tiene participación accionarial en OpenAI.
La presión de los inversores y el manifiesto que firmó el 95% de los empleados amenazando con irse de OpenAI si Altman no regresaba consiguieron que cinco días después de su despido fulminante fuese restituido en sus funciones. Para volver puso una condición: la destitución de la totalidad del consejo de administración que lo había cesado. Así que Altman ha vuelto a su empresa con más poder que nunca.
Steve Jobs (Apple): El mito del héroe
En la década de los 80 del siglo pasado, Jobs, uno de los cofundadores de Apple, encabezó un fallido intento de golpe interno con el objetivo de adquirir mayor control sobre la empresa. A pesar de ser un líder creativo, su estilo de gestión era controvertido y sus métodos y enfoques entraban en conflicto con las prioridades financieras y estratégicas del consejo.
El enfrentamiento se mantuvo hasta su marcha, en 1985, tras un profundo desgaste de sus relaciones con el consejo de administración de la empresa. En ese momento tenía una participación en Apple de alrededor del 10%.
No habían pasado dos años cuando los mismos consejeros que lo habían despedido pidieron su regreso, hecho que no ocurrió hasta 1997.
Su vuelta a la compañía fue triunfal pues lideró el lanzamiento del iPod, el iPhone y el iPad, productos que provocaron una revolución en el mercado y propiciaron la transformación de la compañía en la mayor tecnológica del mundo por ingresos.
Jobs falleció en 2011 pasando a la historia como una leyenda de la innovación digital.
Un caso español: la salida de Jaume Roures de Mediapro
La compañía española Mediapro es un referente mundial en el sector audiovisual y en la gestión de los derechos audiovisuales del fútbol. Hace 30 años cambió la manera de ver por televisión en España las competiciones de fútbol al adquirir los derechos de retransmisión de los partidos, desplazando a la televisión pública y a los canales autonómicos e incluyendo en las negociaciones a los canales de pago presentes por entonces.
Jaume Roures y Tatxo Benet han sido los gestores de este grupo desde que lo fundaron en 1994. Pese a ello, Roures fue desprovisto de sus responsabilidades de director general en octubre de 2023.
El despido se llevó a cabo a propuesta del socio mayoritario, el fondo chino Orient Hontai, poseedor del 85% del capital de Mediapro desde 2018. La participación accionarial de Roures era de un 5% que, tras su salida de la empresa, ha vendido a Hontai.
Las diferencias entre el socio fundador y el socio mayoritario han sido manifiestas: la concepción de Mediapro como instrumento cultural por parte de Roures chocó con el plan de su socio: reestructurarla para después venderla.
Director general versus consejo de administración
Elegido por los accionistas, el consejo de administración delega su autoridad en el director general para que adopte las decisiones que maximicen de manera sostenible el valor de la compañía.
Pese a que el poder de uno deriva de la confianza del otro, el director general y el consejo pueden tener prioridades o perspectivas diferentes sobre las estrategias a adoptar por la empresa. Además, en ocasiones hay falta de transparencia en la comunicación entre ambos.
Dado que las decisiones sobre el nombramiento y destitución del consejo de administración, y por tanto del director general, dependen de los accionistas, poca importancia tiene haber sido el fundador de la compañía si no se posee la mayoría de las acciones. La razón es que, generalmente, los derechos políticos acompañan a la titularidad de las acciones.
El director general solo estará blindado si participa o controla mayoritariamente el capital social o es capaz de obtener apoyos de otros socios en proporción suficiente.
Jorge Guerrero Arroyo, Doctorando y profesor asociado de Economía y Dirección de Empresas, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation.