Gaston Glock, el creador de la pistola más vendida del mundo (con ayuda de Bruce Willis)
Si su resultado acabó siendo un éxito comercial, su concepción fue, cuando menos, inhabitual
Ha fallecido Gaston Glock. Puede que a muchos no diga nada este nombre, pero a otros muchos ese apellido les haga sonreír o les provoque sarpullidos. A todos ellos, para bien y para mal, les rememora a la pistola más popular del planeta: la Glock. Con sus líneas rectas, casi como montada con piezas de Lego, resulta inconfundible a pesar de haber sido copiada, clonada y replicada por decenas de fabricantes.
Pero Glock solo hay una y por muchas razones. Es utilizada por medio centenar de cuerpos militares de todo el planeta, y dos de cada tres policías estadounidenses usa una como arma reglamentaria. En España, el Gobierno las ha comprado recientemente para los servicios de escolta y los agentes del orden asignados a Hacienda. Pero si su resultado acabó siendo un éxito comercial, su concepción fue, cuando menos, inhabitual.
Como Apple o Microsoft, nació en un garaje
En los años 80, Gaston Glock, un fabricante de cuchillos y barras de cortinas austriaco, escuchó una conversación entre dos coroneles del ejército de su país. En la charla, supo que el Gobierno austriaco quería dar pasaporte a las muy obsoletas Walter P-38, y había convocado un concurso público. Se presentaron todas las marcas del mercado, Steyr, Beretta, H&K, Walther, y esto despertó el interés de Glock, que trabajaba en la parte trasera de su casa, cerca de Viena.
No sabía nada de armas, así que salió y compró varias para ver cómo funcionaban. Una vez comprendidos sus mecanismos, creó un prototipo con tan solo 35 piezas, la mitad que sus competidores. No solo eso, sino que sin pasado, sin ideas preconcebidas, sin un aprendizaje previo, carecía de complejos ni tradición, y con ello creó un arma disruptiva: la Glock 17.
Carente de mecanismos de accionamiento remoto, las probaba con su mano no dominante, la izquierda; se fiaba tan poco de su funcionamiento que si sufría una explosión, podría seguir usando la mano derecha. Al tener menos piezas, era más barata de fabricar, tenía menos partes que pudieran romperse, y añadió un material novedoso para la época: el plástico. Utilizó polímeros de nylon en lugar de metal, y rebajó su peso hasta los 650 gramos, cuando era habitual en la época sobrepasar el kilo. Gaston Glock patentó su diseño en abril de 1981 y un año después entregó cuatro unidades al ejército austriaco, con las que barrió al resto de la competencia y colocó sus primeras 20.000 pistolas.
La aventura americana
A partir de ahí empezó a crecer, y se dio cuenta de que el mayor mercado comercial del planeta era el estadounidense. Si conseguía convencer a las fuerzas del orden norteamericanas, el público de a pie, que era donde estaba el negocio importante, confiarían en aquella extraña arma austriaca que nunca antes habían visto. Para el asalto al mercado yanqui, Glock contrató a una pieza fundamental en su entramado: Karl Walter.
Walter era un vendedor genial, muy bueno a la hora de atraer a los mandos de la policía, ya fuera a base de fuertes descuentos, acuerdos financieros muy favorables, o —se dice— llevando a muchos oficiales a un conocido club de striptease de Atlanta. Pero su verdadero gol por la escuadra fue colar sus pistolas en el imaginario público a través del cine y la televisión.
Si la llegada de las Glock a América tuvo lugar en 1988, su debut cinematográfico de la Glock fue justo al año siguiente. La por entonces superestrella, Mickey Rourke, empuñó una en la cinta Johnny el guapo, pero donde dio el salto de calibre tectónico fue en La jungla de cristal II. En ella, Bruce Willis glosaba las bondades de una Glock… que nunca existió. En la marca, son habituales los chistes a cuenta de unas líneas de guion que hicieron eterna a la marca austriaca, y que salieron por boca del actor americano.
«¿Equipaje? Ese tío me sacó una Glock 7. ¿Sabes lo que es eso? Es una pistola de porcelana hecha en Alemania. No aparece en las máquinas de rayos X de los aeropuertos y cuesta más de lo que ganas en un mes».
La pistola imposible
La realidad es que Glock nunca ha construido pistolas de porcelana, y la Glock 7 es del todo ficticia. Durante el rodaje, el armero de la película, Mike Papac, pegó un respingo cuando escuchó al agente John McLane decir aquello. Se dirigió al director de la película en un intento de convencerlos de que aquello era un error. «No existe tal cosa como un arma invisible a los detectores de metales». La Glock lleva muchas piezas de polímeros derivados del nylon, pero un scanner debería detectar muelles, el metal de los proyectiles, el cañón y otros elementos metálicos. «Lo tenían escrito en el guion y eso fue todo», declaró Papac años más tarde.
Ese fue el petardazo que remitió el arma al imaginario público, y rápidamente se coló entre el submundo de las drogas y los raperos. Se sabe que Tupac Shakur solía acompañarse de una hasta que lo mandaron al otro barrio en una calle de Las Vegas, y les dedicó la canción «Hit ‘Em Up». El grupo Wu-Tan Clan también les cantó en «Da Glock», y es raro el videojuego con armas de por medio en la que no salga como opción para sus participantes. Las Glock forman ya parte de la cultura popular.
Pero la idea que resultó revolucionaria y que ha marcado el paso de muchos que llegaron después fue la de usar polímeros, plástico de alta resistencia, para aligerar el conjunto sin perder durabilidad. El secreto consistía en una idea traída de fuera de la industria de las armas de entonces. Glock compró en 1980 antes una máquina de moldeo por inyección de plástico para crear mangos de sartenes, cafeteras y sus cuchillos. Sus primeros empleados procedían de la industria fotográfica, y estaban habituados a manejar esos materiales; eso fue lo que marcó la diferencia.
Eficiencia sin igual
Los que las han usado afirman que no hay arma más segura. Aunque carece de palanca que cierre el sistema de disparo, es casi imposible que se dispare sola con un gatillo de triple efecto. Al carecer de martillo externo, y con líneas muy rectas, es difícil que se enganche con la ropa, ya sea uniforme o de paisano. Son capaces de detonar cualquier tipo de munición por vieja que sea o se encuentre deteriorada; admite muy bien imperfecciones o desvíos en las medidas de los estándares sin problema.
Disparan bajo el agua, con barro dentro, y en las pruebas efectuadas por diversos cuerpos policiales españoles las han calentado, congelado, las han arrojado desde helicópteros, las han pisado con todoterrenos, y siguen funcionando; son indestructibles. Es la más ligera del mercado, sus cargadores son de plástico y no se dilatan cuando llevan mucha munición, y salen casi solos justo cuando se les ordena la expulsión. Soportan temperaturas de -40º y hasta 200º Centígrados. Es muy raro que sufran interrupciones y apenas requieren mantenimiento.
Al vasto mercado estadounidense adora las armas europeas. Sig-Sauer, Beretta, Heckler & Koch, o Walther hacen rotar su negocio alrededor del comprador norteamericano, pero hay una firma que vende más que todas ellas juntas: Glock. No hay una forma precisa de calcular cuantas Glock hay en el mundo, muchos contratos de confidencialidad lo impiden, pero se sabe que en 2007 la firma había llegado a los cinco millones de unidades vendidas.
Gaston Glock solo intentaba ganar un contrato para el ejército austriaco, pero acabó dominando el mundo de las armas. Si le preguntas a cualquier soldado, guardaespaldas, agente de policía o mercenario qué elegirían en un escenario donde se jueguen la vida, todos pronunciarían el nombre de un atrevido austriaco fabricante de barras para cortinas. Los garajes han dado siempre para mucho.