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El aparato militar europeo está cogido con pinzas y el temor a Putin va a disparar el gasto

El gasto en defensa es impopular, tiene mal cartel y el votante medio de las democracias europeas simpatiza poco

El aparato militar europeo está cogido con pinzas y el temor a Putin va a disparar el gasto

Un obús autopropulsado Archer, de fabricación sueca, de la 45.ª brigada de artillería independiente de Ucrania. | Reuters

Resulta demoledor. Es solo un informe periodístico, pero revela las flaquezas enquistadas de la defensa europea. En los ministerios del ramo lo saben perfectamente: arsenales vacíos, ejércitos anoréxicos, fuerza de reacción mermada o directamente inexistente, y capacidades industriales muy por debajo de lo necesario en caso de conflicto. Según el Wall Street Journal, Europa está indefensa, mientras el oso ruso tiene planes expansivos y unos mimbres muy distintos que lo hacen temible.

El gasto en defensa, en maquinaria bélica, es impopular, tiene mal cartel y el votante medio de las democracias del Viejo Continente simpatiza poco con la idea. Quiere carriles bici, servicios sociales generosos, una buena sanidad y coches que no contaminen. Sin embargo, no sonríe ante la idea de gastar su dinero en rifles, tanques o misiles. En Ucrania cambiaron de mentalidad a las bravas, y en pleno conflicto gastan un tercio de su Producto Interior Bruto en defenderse de Rusia. Otros países del entorno ya tomaron nota, pero ni todos, ni en la medida que muchos piensan que es o va a ser necesario.

Más, mucho más gasto

Los primeros en hacer sonar las alarmas, incluso antes de la invasión del país de Volodimir Zelenski, fueron los países cercanos o incluso limítrofes con Rusia. Las repúblicas bálticas le ven las orejas al lobo de Moscú desde hace tiempo, y saben que como Vladimir Putin se levante un día en modo napoleónico, serán los siguientes a los que les toque la suerte que está corriendo hoy Ucrania. Suecia y Finlandia acaban de entrar en la OTAN tras años de neutralidad, sin olvidar que donde los segundos, el servicio militar nunca ha dejado de ser obligatorio. Sus ciudadanos no olvidan el sonido de las botas rusas cuando pisaron su territorio durante la Segunda Guerra Mundial.

Lo de Polonia, país europeo y miembro de pleno derecho en la OTAN, va más allá. La dolorosa lección que se vieron obligados a digerir tras su invasión en 1939 no les va a ocurrir de nuevo si está en su mano; por eso se están armando hasta los dientes. Con suelo bielorruso por medio, es una de las grandes barreras naturales entre los exsoviéticos y el resto de la Europa continental. Llevan años comprando armamento como nadie, y en 2024 tienen previsto elevar hasta el 4% de su PIB el gasto en defensa. Es cuatro veces el promedio de su entorno.

El conjunto de miembros europeos de la OTAN se gastaron en 2022 algo más de dos billones de euros en armamento, un 13% más que en el año previo, pero hay quien piensa que es poco. Desde la caída del muro de Berlín, todo lo relacionado con esta asignatura se ha relajado bastante. En aquella época, los gobiernos se gastaban alrededor del 3% del Producto Interior Bruto en estas cuestiones. Hace diez años esa cifra había caído a la mitad, y hoy hay países que no llegan al 1%. Confiados en que la OTAN, con Estados Unidos a la cabeza, de la cara en caso de jaleo, la aportación a la alianza atlántica por parte de sus socios no norteamericanos es de apenas la cuarta parte. Alrededor del 75% de la factura es abonada por el contribuyente estadounidense. 

Trump agitó el árbol

En una muestra de ingenuidad, hay quien opina que Trump es poco menos que en un pacifista por no haber iniciado conflictos bélicos más allá de sus fronteras. El hecho es cierto, pero la razón no era el pacifismo, sino una cuestión económica. Dejó de remitir sus tropas a lugares remotos, que allá se las apañarán sus habitantes, y gastó ese dinero en el interior de su reino. Bajó el desempleo, sus empresas crecieron, y el nivel de riqueza media de sus nacionales subió. Lo que sí hacía fuera era recaudar mucho dinero que llevaba a su país, y una de sus principales industrias es precisamente la armamentística. Con su habitual estilo ruidoso y fanfarrón, apareció en varias ocasiones por foros de este lado del Atlántico pidiendo elevar el gasto en la materia… pero en sus productos. 

De un tiempo a esta parte, Trump, y más tarde Joe Biden, miran con especial simpatía a los polacos. Les han encargado cazas de combate F-35 de última generación, centenares de tanques Abrams, misiles Patriot, y lanzacohetes Himars. A cambio, es lógico que hayan obtenido apoyo incondicional con cualquier problema sobrevenido, o sus cuerpos especiales —el prestigioso GROM— se entrene con frecuencia junto a los SEAL de la Armada yanqui. Pero no todos entienden lo militar como los polacos, y el informe del WSJ es demoledor. 

Estado precomatoso

El diario económico echa cuentas y afirma que el otrora ejército más potente de Europa, el del Reino Unido, tiene apenas 150 tanques en estado operativo, y alrededor de una docena de piezas de artillería de larga distancia. Cuando comenzó el conflicto ucraniano y sus políticos aprobaron enviar ayudas a Zelenski se dieron cuenta de una cosa: sus arsenales estaban tan vacíos que barajaron rescatar piezas de museos para modernizarlas y enviarlos a Ucrania. La idea fue desechada. 

El segundo ejército, el de la siempre orgullosa Francia, posee unas noventa piezas de artillería de largo alcance. Pueden parecer muchas, pero son más o menos las mismas que Rusia pierde cada día en su invasión. Dinamarca no posee este tipo de armamento. Ni submarinos. Tampoco tiene defensas antiaéreas. Si Alemania entrase un viernes en un conflicto armado, al lunes siguiente se detendría esa guerra, pero no porque hubiera estallado la paz, sino por quedarse sin munición. En sus almacenes solo tienen para dos días. 

Tras la caída del muro del Berlín, los ejércitos combinados de las dos Alemanias, sumaban unos 800.000 efectivos. Hoy son 180.000. De aquella disponían de 7.000 tanques, y hoy se calculan que disponen de unos doscientos, de los que solo la mitad estarían listos para entrar en combate de forma inmediata. El país que diseñó el Leopard, blindado que operan entre otros Noruega, Austria, la propia Alemania, Polonia, Portugal, Grecia, Dinamarca o España, es incapaz de construir más de tres o cuatro al mes. El ejército holandés vendió los que tenía, para ahorrar, y carece de fuerzas blindadas de este tipo. 

A día de hoy Rusia, China o India tienen más potencia de fuego que el que fuera ejército imperial británico. Según la web Global Fire Power, Pakistán o Corea del Sur ya están por encima de Francia, la segunda potencia militar más importante. Es más, este último país asiático tiene más músculo que Inglaterra, Francia y Alemania juntas. 

Un problema de recortes… y planificación

El actual raquitismo en el plano militar tiene varios orígenes. Todo lo relacionado con la defensa es caro, muy caro, y en tiempos de paz es de donde primero se recorta. Las transformaciones sociales, una vez acabada la Guerra Fría, pidieron otras atenciones, en especial con la emergencia de los partidos políticos verdes, ecologistas y con fuertes connotaciones pacifistas. La obligación de atender el servicio militar obligatorio desapareció de casi todos los países, para dar paso a ejércitos profesionales, más pequeños, fibrados y en teoría eficientes. Esa eficiencia les condujo en las últimas tres décadas a equiparse para misiones en países lejanos, en muchas ocasiones desérticos, con vehículos ligeros, y pequeños equipos de operaciones especiales que desplazaron a la fuerza bruta de las grandes cantidades. 

El problema que es este tipo de guerra, el clásico de dos bloques más o menos simétricos enfrentados cara a cara, es el que se está librando en Europa, y el que muchos temen pueda desatar Rusia en un futuro no muy lejano. Pocos, por no decir ninguno, se fía de que Vladimir Putin no acelere en sus planes anexionistas y quiera asaltar a medio plazo territorios vecinos. Existe un cálculo que apunta a que si la guerra de Ucrania acabase mañana, el ejército ruso estaría en plena forma y listo para un segundo conflicto en unos cinco años. De ahí que suecos y finlandeses hayan solicitado su ingreso en la OTAN, y los polacos estén tirando la casa por la ventana en todo lo relacionado con el gasto militar.

Donald Trump acusaba a los europeos de gastar poco en sus productos relacionados, y llevaba razón en el plano numérico. Hace una década los miembros europeos de la OTAN se comprometieron a invertir el 2% de su PIB en defensa, y pasada esta década —covid por medio—, muchos gobiernos a duras penas llegan a la mitad. Lo que quería el estadounidense era ayudar a su industria, pero la UE se lo va a tener que tomar mucho más en serio, visto lo ocurrido en Ucrania. El gasto en defensa de los exsoviéticos han crecido un 300% en los últimos años, y en 2024 se prevé que rondará el 6% de su PIB. Europa es mucho más rica que Rusia y, sin embargo, los rusos están creciendo de forma exponencial en una materia en la que su vecino está quedando en una posición débil. 

Putin ha encendido una mecha, que de momento avanza con lentitud, pero todo apunta a un crecimiento desaforado en el gasto militar durante la próxima década. Puede que la industria se frote las manos, pero los dirigentes van a tener que sacar todo ese dinero de alguna parte, mal que les pese a los contribuyentes. El dicho reza así: «más vale guerrero en un jardín, que jardinero en una guerra», lo que dicho que otra manera es un ‘más vale que nos pillen preparados, o que se les quiten las ganas al vernos ’. Vienen gastos.

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