Blanca de Castilla y los castillos de la Sainte-Chapelle
Pocos españoles conocen el papel que jugó la reina castellana en una de las joyas arquitectónicas de Francia
La Sainte-Chapelle es mucho más pequeña que la mayoría de las iglesias góticas simplemente porque es una capilla, y lo que la hace tan bella y luminosa es que no tiene paredes sino vidrieras. Las catedrales suelen ser mucho más grandes, con naves laterales, por lo que sus fachadas no pueden lucir tanta vidriera. Cuando éramos estudiantes nos repetían mil veces que en la Edad Media construían iglesias oscuras para el recogimiento del feligrés, y que aquello cambió con el gótico. Sin embargo, no es exactamente así. Hay algunos condicionantes que no solemos tener en cuenta. Seguramente si los arquitectos del románico hubiesen sabido hacer grandes vitrales hubiesen levantado edificios con interiores más luminosos, algo que se acabaría consiguiendo en un par de siglos. El objetivo de la arquitectura gótica era realmente abrir las paredes tanto como fuera posible para disponer de la luz coloreada que entraba por las vidrieras. La Sainte-Chapelle es, por lo tanto, un punto culminante en los logros de la arquitectura gótica, donde la técnica de los vitrales ya se encontraba muy avanzada. Es una pequeña cajita luminosa, un joyero transparente, mientras que la también gótica Notre Dame, en comparación, con sus arbotantes y contrafuertes parece una tosca mole de piedra que solo arroja oscuras sombras a su interior.
Con la Santa Capilla, de una forma muy especial e ingeniosa, el rey Luis IX (San Luis) quiso unir a su pueblo bajo su gobierno y realmente convencerlo de que él era el rey elegido por Dios, una manera de reforzar su autoridad encarnando el ideal del buen monarca cristiano. Hay que recordar que la Sainte-Chapelle era el depósito de la reliquia real de la corona de espinas que llevó Jesucristo en la cabeza, y la capilla estaba dentro del palacio de los reyes de Francia ubicado en la Isla de la Cité, una manera de decir que los soberanos franceses que ostentaban la corona política también tenían en su posesión la corona del Rey de reyes.
La Sainte-Chapelle se construye en muy pocos años (1242-1248), en un momento en el que París se está erigiendo en el centro artístico, político e intelectual de los reyes de la «cristianísima» Francia, convirtiéndose también en la capital del Estado. Es por ello, que el hermoso edificio se acabaría consagrando como un símbolo de la identidad cultural, artística y nacional francesa. Y ese papel no hubiese sido posible sin el concurso de Blanca de Castilla.
Blanca de Castilla era hija de Alfonso VIII de Castilla y de Leonor de Plantagenet. Alfonso VIII fue aquel rey que aglutinó un ejército hispánico para derrotar a los almohades en la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), tan importante en la Reconquista. Su esposa, Leonor de Plantagenet, era hija de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania.
Blanca de Castilla, quien finalmente contrajo matrimonio con el rey de Francia, fue seleccionada por su abuela, Leonor de Aquitania. La famosa reina, uno de los personajes femeninos más importantes del medievo, en sus últimos años viajó a Castilla donde reinaba su hija Leonor Plantagenet para elegir entre sus nietas a la futura señora de Francia, la siguiente «reina de la Flor de Lis». Inicialmente, la intención era que Urraca, la hija mayor soltera de los monarcas castellanos, se casara con el príncipe Luis (futuro Luis VIII), pero Leonor prefirió a Blanca, que mostró estar mejor preparada. Hay quien dice que se desechó a Urraca, porque los franceses iban a sufrir mucho pronunciando su nombre. Quién sabe. El caso es que, con solo doce años, Blanca dejó a su familia en Castilla para ir a Francia con su abuela.
Blanca de Castilla demostró tener un carácter fuerte y dio al rey muchos hijos, entre ellos, el futuro Luis IX de Francia, también conocido como San Luis. La reina desempeñó un papel crucial en la vida de su hijo, no solo como madre sino también como regente del reino durante su minoría de edad y en otras ocasiones posteriores, como cuando San Luis partió a Egipto en la conocida como séptima cruzada. Blanca fue una figura política muy importante en Francia, distinguida por su inteligencia, religiosidad, habilidades políticas y fuerte influencia en la corte. Su relación con San Luis fue fundamental en el desarrollo de su reinado, a la hora de brindarle excelentes lecciones y en las decisiones importantes. ¿Y qué relación tiene Blanca con la Sainte-Chapelle? Prosigamos, ya que es una historia que merece la pena contar.
En 1237 asume el gobierno de sus dominios Balduino II, el último emperador del efímero imperio latino que se formó tras el saqueo de Constantinopla de la malograda cuarta cruzada. Su situación económica era muy precaria, por lo que se dedicó a mendigar dinero en las cortes europeas. Balduino II era propietario de un objeto muy preciado y codiciado: la corona de espinas que los soldados romanos colocaron a Jesucristo en la cabeza durante la pasión. El emperador de Constantinopla tuvo que deshacerse de ella, como haría con otros tantos objetos de valor. La corona pasó a manos de prestamistas venecianos y más tarde fue adquirida por la monarquía francesa debido al interés especial que puso Blanca de Castilla. Aquella reliquia bien merecía erigir un nuevo templo para custodiarla. Lo hizo su hijo Luis IX de Francia, quien construyó la Sainte-Chapelle como lugar de veneración de aquel valiosísimo objeto.
Pero hay más… Debajo de la Santa Capilla, de uso exclusivo del rey y su corte, se encuentra la capilla baja, una cripta destinada a que el personal de servicio del palacio real escuchara allí la liturgia. Uno de los elementos más significativos son las numerosas columnas rojas decoradas con castillos de oro, la heráldica del reino de Castilla en honor a la madre del rey, en honor a la gran Blanca de Castilla. Además, en los paramentos de las bóvedas de crucería que sujetan aquellas columnas encontramos sobre fondo azul muchas flores de lis doradas, la heráldica de los reyes de Francia. No es casual. De alguna manera, Blanca de Castilla hace de soporte sobre el que se apoya su hijo San Luis. Pero también encontramos castillos en las esbeltas columnas adosadas de la capilla superior, conocida como la capilla alta. Probablemente no exista ningún edificio en el mundo decorado con tantos castillos. Esos castillos dorados subrayan la importante conexión entre la realeza francesa y la Casa de Castilla, y sirve como un recordatorio visual del ascendiente que tenía su muy querida madre sobre San Luis.
Los castillos de oro y las flores de lis doradas de Francia son motivos heráldicos bien conocidos que se encuentran abundantemente en la Sainte-Chapelle de Luis IX, así como antes en el rosetón norte de Chartres. El heraldista Hervé Pinoteau sugirió hace unas décadas que los emblemas de Castilla tienen un significado algo distinto. Más bien, muestran las pretensiones políticas de San Luis, de su padre (Luis XVIII) y de sus hijos al trono de Castilla. Hasta nueve nobles castellanos escribieron a Luis VIII que el padre de Blanca, Alfonso VIII, en su lecho de muerte en 1214, había declarado que si su hijo Enrique moría sin descendencia (lo que ocurrió en 1217 tras un fatídico accidente), la corona debería pasar al hijo de Blanca. Sin embargo, se prefirió evitar la guerra. En 1217 Luis IX era un niño y su madre la regente. Lo que sí hizo San Luis es casar a varios de sus hijos con la casa castellana en una política que pretendía unir eventualmente las dos coronas. En 1255 comprometió a su hijo mayor, Luis (muerto en 1260) a una infanta castellana, y en 1269 casó a su hija Blanca con el príncipe castellano Fernando de la Cerda (que falleció a los 19 años). Pinoteau concluye que toda esta simbología lo único que intenta es proclamar que San Luis y su familia son de sangre castellana y que, por ello, tienen derechos sobre la corona de España. Es una teoría sugerente, pero recordemos que el barón de Pinoteau era francés y fuertemente nacionalista.
Otros preferimos pensar que la Sainte-Chapelle es obra del incondicional amor de un hijo por su madre.