Los expertos coinciden en que una siesta de 30 minutos es perfecta para la salud
Los niños que se la saltan tienen más riesgo de padecer trastornos anímicos cuando avancen en pubertad y adolescencia
El eterno debate instaurado entre la sociedad española -o al menos uno de tantos-, es dormir la siesta. Acostarse un rato después de comer, bien sea en el sofá o en la cama, es uno de los temas que más se hablan entre los grupos de personas. Muchos coinciden en que, cuando se les va de las manos y duermen horas mientras hacen la digestión, se levantan con peor cuerpo y poca energía para afrontar lo que queda de tarde.
Pues bien, tal y como publica un estudio de Infobae, esta práctica es recomendada por los expertos, pero con un límite: 30 minutos máximo es ideal e incluso beneficioso para la salud. Si hablamos de siesta, tenemos que hablar de que se trata de una práctica que viene de muy lejos, que ya realizaba el hombre primitivo en múltiples ocasiones durante el día, pero que, con la evolución del ser humano, ha ido evolucionando al ritmo del progreso en cuanto a labores y ocupación a lo largo del día y de la historia.
Ahora, en pleno siglo XXI, los expertos coinciden en que dormir la siesta es sinónimo de poder tener una vida más longeva. Así, realizar esta práctica todos los días, con duraciones que varíen entre los 30 y los 40 minutos, tiene impactos muy positivos en nuestra salud cardiovascular, ya que protege el órgano del corazón. El Allegheny College de Pensilvania (Estados Unidos) lo dictamina de esta forma.
Según su estudio, para el que se ayudaron de un total de 85 universitarios, el sueño disminuye la tensión y el ritmo cardiaco tras los diferentes episodios de tensión psicológica que acarrean preocupaciones como el trabajo o la vida personal. El efecto cardioprotector fue alto y se determinó en un 40 % menos de probabilidades de sufrir un infarto para aquellos que se echaron la siesta. Este experimento fue llevado a cabo de manera que un 51% de los encuestados durmieron después de comer, y el 49% restante no.
Progress in Brain Research ha publicado diferentes investigaciones con la conclusión de que aquellas personas que duermen siestas de manera rutinaria muestran mejoras significativas en la función cognitiva y la felicidad. Por otra parte, la Universidad de Colorado (Estados Unidos) apunta que los pequeños que se saltan la siesta tienen más riesgo de padecer trastornos anímicos cuando avancen en pubertad y adolescencia. Los científicos encargados de este estudio comprobaron que a los niños de tres años que se les privaba de dormir tras la comida tenían un descenso de un 34 % en las respuestas emocionales positivas.
Una de las mayores «excusas» utilizadas para echarse la siesta tiene que ver con no disfrutar del descanso adecuado a lo largo de las noches. Pues bien, Molly Atwood, psicóloga clínica e investigadora de medicina conductual del sueño en el hospital estadounidense Johns Hopkins, asegura que cuando no se duerme bien la noche anterior, «la siesta ayuda a mejorar aspectos como el tiempo de reacción y la memoria», si es necesario llevar a cabo cualquiera de las labores diarias del ser humano.
La experta asegura: «Ayudan a los adultos mayores si los cambios relacionados con la edad, como la necesidad de ir al baño por la noche, interrumpen su sueño» (aconsejando que la siesta sea breve y no dure más de 30 minutos) (…) «Lo mejor es echarse una siesta por la tarde, cuando tenemos un descenso natural del estado de alerta y solemos sentirnos soñolientos. Así es más fácil conciliar el sueño con rapidez», zanja.
En España, el neurofisiólogo Antonio Pedrera, con puesto en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, asegura que uno de los efectos demostrados de echarse la siesta es la mejora de la productividad: «A las personas que trabajan en el turno nocturno, un descanso de solo 15 minutos a mitad del mismo les permite seguir después a pleno rendimiento. Es un reseteo rápido como el que hace un ordenador cuando lo apagamos y lo volvemos a encender».
THE OBJECTIVE ha podido charlar con Jesús Castillo Sánchez, graduado en Sociología y con un máster en Dirección de Recursos Humanos, quien destaca las relaciones existentes entre descansar adecuadamente en una siesta y sus posibles efectos sobre la relación del ser humano con su entorno social y afectivo.
Castillo comenta: «La siesta viene justificada históricamente en la zona mediterránea en base a las altas temperaturas del mediodía y las largas jornadas de trabajo. Las prácticas prolongadas en el tiempo terminan siendo parte de nuestra cultura. Eso nos da a entender que en los países del norte de Europa esto no sea así. Si prolongas la siesta más de 30 minutos puede ser perjudicial para tus relaciones sociales, ya que este hábito modifica tus planes diarios, además de las relaciones físicas existentes cuando ‘se nos va de las manos’, como puede ser sentirnos ‘aplatanados’, perder las ganas, el interés…etc».