Una española asiste a una boda en Portugal y se viraliza por los postres: «No me lo podía creer»
Una mesa de postres de más de 10 metros convierte una boda portuguesa en un fenómeno viral

Postres | Canva
Una boda puede contarse por sus votos, sus vestidos o sus lágrimas, pero a veces lo que más sorprende está en el banquete. Así lo vivió una joven mitad española y mitad portuguesa que asistió a una boda en Portugal y que, al compartir su experiencia en redes sociales, se volvió viral por un detalle inesperado: la mesa de postres. «No me lo podía creer», confesaba entre risas mientras narraba cómo la repostería nupcial portuguesa se convirtió en el centro de atención. En su vídeo, explica cómo muchas veces le preguntan cuáles son las diferencias entre una boda española y una portuguesa, y sin dudarlo responde: la comida. Y es que en Portugal, los banquetes de boda son auténticos homenajes gastronómicos, con especial protagonismo de los postres y del ritmo pausado que toma cada momento del evento.
¿Qué hay detrás de un banquete de boda portuguesa?
La celebración comenzó con un cóctel que incluía algunos de los clásicos de la cocina portuguesa: mesa de quesos artesanos, empanadas de gallina y croquetes de carne que, como dicta la costumbre, se acompañan con mostaza. Este primer momento no solo sirve como antesala del banquete, sino que también refleja la hospitalidad portuguesa, donde la comida se ofrece en abundancia y siempre con un enfoque generoso hacia el invitado. Tras el cóctel, los comensales se sentaron a disfrutar del menú principal. El primer plato fue una crema de pescado, receta habitual en la cocina atlántica del país. Le siguió un entrecot con guarnición de verduras y patatas, acompañado de vino portugués, tanto blanco como tinto, que se sirve en cada mesa sin escatimar.
Así se come en una boda en Portugal
Pero lo más curioso, y lo que más ha llamado la atención en redes sociales, llegó después del segundo plato: la mesa de postres. Lejos de ser un rincón discreto, se trata de una instalación imponente de más de 10 metros de largo, llena de dulces típicos portugueses como el pão de ló, la sericaia con ciruelas, los famosos pastéis de nata, doce de ovos, tartas caseras, frutas y una sección de quesos que permanece abierta durante toda la noche. La idea no es servir los postres en un momento concreto, sino que cada invitado pueda picar a su antojo cuando le apetezca.

Más tarde, los novios protagonizan otro gesto característico: ellos mismos sirven la tarta nupcial a los invitados, una costumbre que refuerza el sentido de comunidad y cercanía que tienen las bodas en Portugal. Este gesto marca también el inicio de la fiesta, que suele alargarse hasta la madrugada.
Costumbres que enriquecen la celebración
Además de la comida, las bodas portuguesas están llenas de tradiciones culturales y costumbres regionales que varían de norte a sur. Una de ellas es “o cortejo”, donde los invitados acompañan a los novios en procesión desde la casa de la novia hasta la iglesia o el lugar del banquete. En algunas regiones, se juega al “robo del zapato”, una tradición lúdica en la que los amigos del novio roban el zapato de la novia durante la fiesta y lo subastan para conseguir dinero simbólico para los recién casados. Otras prácticas incluyen las “quadras”, pequeñas coplas improvisadas que los invitados cantan durante el banquete, o la entrega del “lenço dos namorados”, un pañuelo bordado a mano que representa el amor y la fidelidad.
Más allá del protocolo, si hay algo que define las bodas portuguesas es su calidez. La hospitalidad portuguesa no es un mito: desde el primer brindis hasta el último baile, todo está pensado para que el invitado se sienta bienvenido. La generosidad se refleja en los detalles, en los tiempos relajados del evento y en la importancia que se da a la comida como símbolo de unión y celebración.