La nuclearización del espacio
Cada amenaza de los dirigentes rusos puede ir dirigida a demostrar que se están dando algunos pasos adelante
El pasado 14 de febrero pasado saltó la noticia de la inminente amenaza espacial rusa. Moscú había lanzado cinco días antes un cohete Soyuz-2-1v con una carga militar clasificada. El Senador Mike Turner, presidente del Comité de Inteligencia del Congreso, publicó un mensaje en X (ex-Twitter) «urgiendo públicamente a la Casa Blanca para que desclasificara la información sobre una desestabilizadora capacidad militar extranjera que constituía una seria amenaza a la seguridad nacional».
La caja de los truenos del delicado equilibrio geopolítico entre las grandes potencias se había abierto de nuevo. Con la limitada información disponible, se dispararon las reacciones de medios y ‘expertos’ para lanzar conjeturas sobre las causas, consecuencias y respuestas posibles.
Entretanto, los medios oficiales de los EEUU intentaban amortiguar la trascendencia de la noticia: «Es un asunto serio, pero no es una crisis», decía el consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, y los equivalentes rusos negaban la mayor afirmando que no tienen intención de situar armas nucleares en el espacio. Más recientemente, por algunos comentaristas se ha matizado que lo nuclear podría limitarse al sistema de propulsión del ingenio espacial.
Inmediatamente surge la pregunta: ¿se trata de un escalón más que aumenta el riesgo potencial de escalada nuclear, o es tan solo uno más de los ‘cisnes negros’ que la tecnología aporta singularmente a una de las potencias contendientes y que acelera los procesos en las otras hasta que consiguen reequilibrar la situación?
Conforme se van calmando las aguas tras el tsunami de noticias y comentarios sobre el asunto, parece llegado el momento adecuado para valorar sus consecuencias. No obstante, el asunto de armas nucleares en el espacio es tan relevante que es de esperar que sigan surgiendo noticias al respecto. El 14 de marzo, el medio Infodefensa ha publicado una entrevista con el director general de Integrasys, donde afirma que un representante de Northrop informalmente le comunicó que tanto EEUU como China ya tienen estas armas en el espacio.
La competencia entre grandes potencias se eleva al espacio
Mucho se ha especulado sobre las posibles motivaciones de ambos protagonistas para que la noticia haya saltado a la primera plana, justo en esta precisa coyuntura en que los dos conflictos abiertos de más impacto –Ucrania y Gaza– se encuentran en fases decisivas de su evolución.
De entre las causas que parecen más sólidas se pueden destacar:
a) Por parte de Rusia se acusa a los demócratas de EEUU de utilizarlo para vencer la resistencia republicana a aprobar los créditos suplementarios necesarios para sufragar los gastos generados por los apoyos a Israel y Ucrania.
b) Por ciertos analistas se apunta a que Rusia no quiere quedarse descolgada de la carrera espacial que lidera EEUU y a la que China se está incorporando a pasos agigantados, e incluso la India está iniciando su andadura. Directamente, se atribuye a Putin el haber dado instrucciones al director de Roscosmos para que se inicien programas acelerados de construcción de constelaciones de satélites con usos militares y entre los que podía estar el bautizado como ‘arma nuclear antisatélite’.
c) Al mismo tiempo, Putin con la noticia refuerza su campaña de intimidación a Occidente, dando un nuevo salto (en este caso hacia arriba) en su campaña de crecientes amenazas nucleares, en un momento coincidente con sus propias elecciones.
Con respecto al resto de valoraciones que siguen surgiendo sobre la base de la limitada información disponible, cualquier interpretación corre el riesgo de aumentar el ya elevado nivel de especulación.
La militarización del espacio
En primer lugar, es preciso aclarar que el ‘uso militar’ del espacio no es un asunto reciente, como afirma el general de división, Isaac Crespo, jefe del Mespa (Mando del Espacio): «el espacio ha estado militarizado por décadas, el reto es que no esté armado, porque lo haría inútil para todos».
El 10 de julio de 1962 se lanzó el Telstar 1, desarrollado por la AT&T, que fue el primer satélite activo de comunicaciones en el espacio. Comunicaciones, observación de la tierra y navegación, son las tareas esenciales que los sistemas espaciales desarrollan para su empleo por parte de las defensas de prácticamente todos los países, con una delimitación extremadamente difusa entre uso civil (púbico o privado) y militar, y sin olvidar el componente primordial del segmento terreno.
La primera prueba de una explosión nuclear en el espacio exterior fue llevada a cabo en 1958 por EEUU a 200 km de altitud en el Atlántico Sur, pero la que proporcionó información detallada sobre las consecuencias fue la Starfish Prime en 1962, también por EEUU, a 400 km. de altitud en el Pacífico, que con el Pulso Electromagnético (EMP) generado literalmente ‘frió’ buena parte de los satélites en su órbita y proximidades, e incluso equipos electrónicos en la superficie, y dejó un rastro de contaminación orbital que perduró por un largo periodo. Como consecuencia, EEUU propuso una moratoria de las pruebas nucleares en el espacio exterior que sigue en vigor.
La armas antisatélite (ASAT) son tan antiguas como la misma era del espacio. Tan pronto como en octubre de 1959, EEUU lanzó un misil balístico desde un bombardero B-47 contra un satélite Explorer VI de la USAF que no dio en el blanco; lo que, por el contrario, sí consiguió la marina estadounidense (USNAVY) en 2008 en la Operación Burn Frost. China (2007), la India (2019), y Rusia (2021), han llevado a cabo pruebas DA-ASAT (Direct Ascent Anti-Satellite) similares, produciendo una acumulación de basura espacial tan peligrosa para todos los sistemas, tanto comerciales como institucionales, que han llevado a varios organismos internacionales a iniciar programas que amortigüen sus efectos. Si se trata tan solo de armas antisatélite, Rusia ya dispone de cinco sistemas principales: el misil A.235 Nudol; los nanosatélites Nivelir, Burevestnik y Numismat; el misil de tres etapas Kontakt; el sistema de Guerra Electrónica Tirada, y el sistema láser Peresvet. Su principal limitación es que operan en versión ‘uno-contra-uno’, lo que desde el punto de vista estratégico condiciona decisivamente su utilidad.
Más recientemente ha entrado en escena un nuevo tipo de satélites conocidos como Rendez-Vous and Proximity Operations (RPO), incluso con su versión civil, como la que apadrina una empresa Suiza (Hudson RPO) para el mantenimiento de las constelaciones. En su versión de defensa podría realizar misiones de información, perturbación e incluso desplazamiento de órbita o neutralización por impacto, actuando como caza de satélites; pudiendo en su caso emplear también sistemas láser o de energía dirigida.
Por último, tanto Rusia como China han aprovechado la ocasión para referirse al X-37B, nave/avión autónomo, como un bombardero espacial que igualmente se podría utilizar para poner en órbita cabezas convencionales y no convencionales.
Pero el antecedente comparable de efectos de un arma nuclear sobre la opinión pública mundial, magnificado por los medios, es la conocida como bomba de neutrones (Enhanced Radiation Weapon, ERW), cuya invención se atribuye a Samuel Cohen en 1958, pero que saltó a los titulares con la publicación por el Washington Post el 6 de junio de 1977: «La cabeza de guerra de neutrones asesinos camuflada en el presupuesto de la ERDA».
Incluso más recientemente, EEUU ha sido acusado de usarla en 2007 en Iraq. Se trata de un arma de fisión-fusión de limitado alcance cuyos efectos no se derivan de la onda expansiva, sino del alto nivel de radiación producido, por lo que su impacto mediático se atribuye a que afecta principalmente a los seres vivos, mientras que respeta las infraestructuras. Por tanto, es especialmente idónea para su empleo en el campo táctico; no obstante, potencialmente también tendría aplicación en la defensa antimisiles (BMD), antisatélite (ASAT) y contra los vehículos hipersónicos (HGV).
¿Es posible prohibir la proliferación nuclear en el espacio?
El Tratado del Espacio Exterior, del cual Rusia es país signatario, establece que: «los Estados no situarán armas nucleares u otras armas de destrucción masiva en órbita o en cuerpos celestes o estación en el espacio exterior o de cualquier otra forma». Después de haber denunciado los tratados de limitación de armas nucleares y la no renovación del New Start a su cumplimiento en 2026, no sería de extrañar que Rusia considere también como ‘papel mojado’ el TEE.
Como anécdota, por el momento, el Tratado también determina que: «la Luna y demás cuerpos celestes deben ser utilizados únicamente para propósitos pacíficos»; y recientemente se ha publicado la noticia de que Rusia y China han acordado el establecimiento de una planta de energía nuclear en la Luna, como base para el posterior lanzamiento de misiones a los otros planetas.
La gran cantidad y diversidad de órbitas existentes, así como la saturación de ingenios y constelaciones, tanto de uso civil (público y privado), como militares, plantean ya de entrada una duda primordial sobre la posibilidad de que exista un arma que permita neutralizar por completo una, varias o todas las capacidades de un contrincante, sin dañar las propias, e incluso las de otros aliados o neutrales.
Otro asunto, más allá del objeto de este artículo, sería la utilización de ingenios espaciales para bombardear objetivos en la superficie terrestre como complemento o alternativa a la triada clásica, o para interceptar los correspondientes de posibles contrincantes. Sin duda, los centros de simulación de muchos países estarán poniendo los ordenadores a funcionar a toda máquina para determinar las geometrías y cinemáticas que hiciesen de este recurso la opción preferente.
A modo de ilustración de la complejidad del problema, el 7 de marzo de este año, 9.494 satélites se encontraban en el espacio exterior en la siguientes capas orbitales y trayectorias:
La vida de un satélite está relacionada con la duración de su combustible, por lo que un ingenio de propulsión nuclear no solo mejoraría notablemente su movilidad, sino su vida operativa. Un factor esencial de los satélites de observación (multiespectrales o radáricos), especialmente los polares solar-síncronos, es el tiempo de revisita de un área u objetivo concretos, que naturalmente está limitado a veinticuatro horas; para otras órbitas se puede reducir hasta unos 90 min, pero su vida operativa es más corta y no obtienen imágenes globales.
La situación generada por la basura espacial es tan crítica que medio centenar de países se han reunido en Arabia Saudí en febrero para intentar darle una solución; el resultado solo se puede definir como esperanzador, pero insuficiente. Para entender la gravedad del problema, podríamos estar acercándonos a la densidad de ingenios y residuos descrita por el consultor de la NASA Donal J. Kessler como inicio de la cascada de ablación, en que cada nuevo impacto generaría un número creciente de otros en cascada hasta la inutilización total.
La respuesta de EEUU a las posibles amenazas consiste en la protección anti-radiación de los satélites de grandes dimensiones y la multiplicación de las constelaciones de pequeños satélites, aunque no hay ‘bala de plata’ que pueda proteger de todas las amenazas. En el mismo sentido, y siguiendo las instrucciones de Putin, Roscosmos está aumentando rápidamente sus servicios mediante constelaciones de nanosatélites de corta vida operativa.
Rusia fue el primer estado en establecer una fuerza nacional del espacio en 1992, integrada con la Fuerza de Misiles Estratégicos en 1997. El Mando Espacial de EEUU lo fue en 1.999 como el undécimo ‘Mando Unificado Combatiente’. Otros países han seguido la misma ruta, reconociendo la especificidad del espacio como nuevo dominio para sus defensas. Pero los esfuerzos de Europa palidecen en comparación con la fuerza de EEUU, unos pocos cientos de expertos apretados en una sala de control no son nada en comparación con los miles de personas operando bajo el amparo de un presupuesto anual de 30.000 millones de dólares. Una vez más, en este nuevo dominio, el nivel de esfuerzo europeo en defensa se puede calificar de raquítico. Es difícil hablar de autonomía estratégica con estos mimbres.
Para valorar el impacto geoestratégico que tendría este nuevo riesgo, según el SIPRI «la confrontación en el espacio entre China, Rusia y los EEUU es altamente preocupante dado el potencial de escalada hacia el uso de armas nucleares».
Los conflictos en el espacio pueden incluir (pero no estar limitados) a los siguientes escenarios:
- Los sistemas espaciales valiosos estratégicamente situados son objetivos de ataque.
- Los sistemas espaciales son empleados ofensivamente, incluyendo como facilitadores de un ataque convencional.
- Las actividades o confrontación en el espacio se extienden por los otros dominios, por ejemplo, una prueba antisatélite provocando una respuesta convencional.
- Las partes en un conflicto terrestre existente expanden el campo de batalla para desarrollar ataques contra los sistemas espaciales.
- Funcionamiento defectuoso o dificultades de atribución
En el caso de España, tal vez la amenaza nuclear más plausible podría ser la nunca del todo controlada actividad terrorista de la que recientemente se ha tenido un ejemplo al saltar a los medios la noticia de que el FBI ha interceptado a un miembro de la yakuza japonesa intentando introducir para su venta en EEUU material nuclear proveniente de un grupo insurgente de Myanmar. Este riesgo constituía una preocupación mayor en el periodo inmediatamente posterior a la caída de la URSS por la posible falta de control de los arsenales, pero podría reactivarse en cualquier momento.
Conclusiones
Hay que concebir el revuelo originado por la noticia de la nueva amenaza nuclear rusa en el espacio en el marco de una campaña híbrida, porque solo así tendría sentido la posible filtración. El dominio demostrado por Rusia sobre la cadena de captación de información y generación de desinformación, como ha quedado demostrado en el affaire de los comentarios en la cúpula militar alemana sobre la posible transferencia a Ucrania de misiles Taurus, permite suponer que la nuclearización del espacio puede tener un componente sustancial de este tipo de operaciones.
Desde el final de la IIª Guerra Mundial la amenaza de la URSS para Europa ha sido una mezcla de nuclear y convencional. A partir de la caída del muro de Berlín, y especialmente en las décadas precedentes a sus intervenciones en Georgia 2008 y Ucrania 2014, la interpretación occidental de la amenaza rusa ha puesto el énfasis en las operaciones de guerra no-convencional. Ese escenario se ha visto reforzado con el refuerzo del Kremlin de las actividades que promueven la polarización de las poblaciones occidentales y en atraerse a las del llamado Sur Global. El conflicto en Ucrania ha evolucionado a un clásico estilo de guerra de atrición al que se suman las continuas amenazas de escalada. La prolongación del conflicto lógicamente ha debido incrementar la presión sobre la cúpula rusa para que se resuelva mediante el uso del arma nuclear, como réplica de las que EEUU empleó sobre Japón para limitar radicalmente las bajas de sus soldados y ‘las de los japoneses’; en este caso las de los rusos y ‘las de los ucranianos’.
En este sentido, cada nueva amenaza nuclear de los dirigentes rusos e incluso la insinuación de nuclearización del espacio puede ir también dirigida a demostrar a sus críticos que se están dando algunos pasos adelante. Estas amenazas generan una presión creciente para los occidentales en la disuasión del apoyo a Ucrania, precisamente donde más sensibles son sus poblaciones.
Teniendo en cuenta que no parece posible limitar selectivamente los efectos de destello lumínico, choque térmico, y EMP de un arma nuclear en el espacio, para que sólo neutralizara las plataformas y redes que proporcionen servicios a la parte contraria, su utilización tendría la consideración de opción suicida de ‘último recurso’ en la que compense el daño propio por el mayor provocado al enemigo. No obstante, al ser Rusia un país continental, podría estar evaluando la posibilidad de basar sus comunicaciones en redes de fibra óptica y microondas terrestres que limitasen su dependencia estratégica del espacio. Mientras parece descartarse definitivamente que la capacidad nuclear se aplique a la movilidad del ingenio espacial intra/entre órbitas y a la autonomía/duración de la misión; sería más razonable asumir que el objeto primario del ingenio espacial sería la perturbación electrónica, en especial hacia los satélites en GEO de muy alto valor estratégico; mientras que la capacidad nuclear se concentraría en el muy notable incremento de la potencia de sus efectos. La posibilidad de que un accidente o mal funcionamiento dispare la cadena de decisiones que desencadenen un conflicto nuclear ha de estar siempre presente.